martes, 29 de enero de 2013

De puertas para adentro

El Universal, martes 20 de noviembre de 2012

Hoy, 20 de noviembre, se conmemora un aniversario más de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, en la que se establecieron las garantías mínimas que deben ofrecerse al menor para asegurar su favorable desarrollo, tanto de cara a su realización personal como individuo, como en función del rol social que está llamado a desempeñar.


La expresión local de esos derechos cristaliza en Venezuela en la Ley Orgánica para la Protección del Niño y del Adolescente, vigente a partir del 1 de abril del año 2000. Uno de los rasgos más característicos e innovadores de esta Ley es que parte de una visión que concibe al menor no como un ente pasivo que es objeto de tutela, sino como una persona con derechos y responsabilidades que varían de acuerdo a su edad y a su capacidad. Se percibe al niño como un actor de su realidad, capaz de participar, en su justa medida, de los procesos que tienen lugar en el entorno que le circunda, efectuando requerimientos y proponiendo soluciones.

Hablar de los derechos del niño suele remitirnos a las condiciones que deben garantizarse al menor para preservar su vida y su salud, para asegurar su educación, su libertad de pensamiento, conciencia y religión, y para protegerle contra el maltrato y la explotación laboral. Sin embargo, hay una esfera más íntima en la que cabe analizar el ejercicio de estos deberes y derechos: se trata del entorno doméstico, de la escuela, del hogar.

A nivel educativo, afortunadamente, tiende a superarse la visión del aprendizaje como un proceso unidireccional en el que uno enseña y el otro aprende, conforme a unas pautas impuestas externamente y aplicables indistintamente a todos los estudiantes sin tomar en cuenta sus intereses y habilidades. Esta visión, que Freire denominaría "bancaria", estableciendo una analogía entre las dosis de conocimientos que se pretende inocular en los estudiantes y las sumas de dinero que se depositan en las cuentas bancarias, va siendo remplazada por la concepción de un saber que se construye continuamente en común con otros individuos, a partir de experiencias de diversa naturaleza, y que es susceptible de ser actualizado.

En este sentido, se empieza a respetar la individualidad de cada niño, favoreciendo el desarrollo de sus potencialidades y tomando en consideración sus talentos particulares. Pero es el hogar, sin duda, el que puede ofrecer las condiciones ideales para que el niño aprenda a ejercitar apropiadamente sus derechos.

Es posible fomentar este aprendizaje cuando se estimula al niño para que exprese lo que piensa. Cuando éste manifiesta sus opiniones, cuando razona en voz alta acerca del entorno que le circunda, el adulto puede intervenir varios registros. Uno de ellos es el de, mediante preguntas, propiciar la reflexión o invitar a considerar aspectos de la situación que el niño no había tomado en cuenta, en lugar de hacer juicios acerca de lo que ha comunicado. Por otra parte, estos reportes verbales son valiosísimos para conocer el estado de ánimo del niño y poder apoyar su desarrollo emocional, facilitando la superación de temores e inseguridades, y procurando compensar las carencias que pudieran detectarse. Pero, sobre todo, debería aprovecharse el entorno familiar para favorecer que la manera de comunicar pensamientos y sentimientos fuera la adecuada, lo que contribuiría a que, posteriormente, la interacción con otras personas fuera efectiva. Como mínimo, deberían respetarse dos normas básicas: comunicar las opiniones sin levantar la voz y verbalizarlas en primera persona, sin increpar o insultar a otros. En todo caso, no hay mejor método pedagógico que el ejemplo: si se le dan indicaciones al niño sin gritar, y se le escucha respetando los turnos para hablar, es muy posible que él también ponga en práctica estas pautas de conducta espontáneamente.

Una buena política podría ser, en fin, no incurrir con nuestros hijos en ningún comportamiento que no fuéramos capaces de poner en práctica con cualquiera de nuestros amigos.

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