martes, 23 de julio de 2013

Adiós al camino de ladrillos amarillos

Caracas, El Universal 23 de julio de 2013



En 1939, la actriz Judy Garland, madre de la también famosa actriz Liza Minelli, interpretó en el cine a Dorothy, una niña que, para hacer realidad sus anhelos, debía visitar la Ciudad Esmeralda. Allí encontraría al fabuloso Mago de Oz, quien le ayudaría a regresar a casa.

La cinta narra el viaje de Dorothy a través del Camino de Ladrillos Amarillos. En el trayecto, se le van sumando otros personajes que deciden acompañarla animados por la esperanza de que el Mago también atienda sus particulares expectativas: coraje, un cerebro y un corazón son requeridos por un león cobarde, un espantapájaros torpe y un hombre de hojalata frío e insensible, respectivamente.

Desenlace: tras salvar las múltiples vicisitudes del viaje, finalmente llegan a Oz. El Mago les impone
una especie de prueba, pero una vez que la han superado, pretende despacharlos diciéndoles que vuelvan al día siguiente. Impresionados por su magnitud sobrecogedora, estruendosa e incandescente, los desalentados viajeros emprenden la retirada para descubrir que, tras la imponente fachada, se esconde un hombrecillo afable e inofensivo que satisface sus expectativas sin necesidad de recurrir a mayores portentos. Haciéndoles entrega de un diploma, un reloj en forma de corazón y una medalla al valor, les persuade de que ahora poseen los atributos que tanto anhelaban, y de los que en realidad han hecho gala a través de todo el recorrido. Los personajes comienzan a comportarse de otro modo, pese a que lo único que ha cambiado es la percepción que tienen de sí mismos.

Este aspecto de la película, de por sí, merece especial atención. Factores como la aceptación, la confianza y el reconocimiento pueden modificar la autopercepción y, lo que es más importante, el comportamiento de una persona. Es lo que se denomina “efecto Pigmalíón”

Pero el film también apunta a un capítulo que reviste especial vigencia: el de las identidades construidas. Hasta ahora, el marketing procuraba resaltar los aspectos más favorables de un individuo a fin de hacerlo comercialmente atractivo. Es obvio que, si estos aspectos pueden enfatizarse, es porque de hecho están ahí; pero también es cierto que coexisten junto con otros menos loables, más humanos e igualmente aceptables.

Las redes han democratizado esta posibilidad de proyectar una imagen optimizada de sí mismo: es la creación de lo que técnicamente se denomina “marca personal”, y que se alimenta, entre otras cosas, de insinuaciones que, sin afirmar nada que falte a la verdad, dan pábulo a las conjeturas.
Hay quienes se refugian en esa identidad justo de la misma forma que el Mago de Oz en su parafernalia. Esta actitud revela con frecuencia un descontento con el propio y real modo se ser. A veces, la persona incluso evita el contacto directo con sus interlocutores por temor a ser “desenmascarada”. Pero quienes así actúan llevan implícita en el pecado la penitencia, como dirían los antiguos: están condenados a saber que el admirado, el aceptado, es “el otro”, el ficticio, el idealizado. Y ello supone permanecer aislado, privado de un afecto necesario, y del que no sabemos si seremos acreedores una vez expuestas nuestras facetas más humanas.

Frente a esta situación, se impone la prudencia. Tenemos una natural tendencia a completar lo inacabado, a dar por hecho lo que en realidad apenas adivinamos, y sobre esa inclinación se apuntala una visión idealizada de personas y cosas. Hay que ser cautos en cuanto a lo que suponemos, porque caras vemos, corazones no sabemos. La apuesta va por la aceptación de nosotros mismos, con todos nuestros atributos y nuestras flaquezas, siempre en ánimo de superación y crecimiento, pero atentos a aquello que ya advertía Víctor Hugo en Los Miserables: “Confunden las huellas estrelladas que dejan en el cieno blanco de un lodazal las patas de los gansos con las constelaciones del firmamento”.

martes, 16 de julio de 2013

The criollo way.

El Universal, 16 de julio de 2013

En 1993 Elías Pino Iturrieta y otros destacados intelectuales publicaron una obra conjunta llamada “La Mirada del otro: viajeros extranjeros en la Venezuela del siglo XIX”. El título, que por cierto comparte con la novela de Fernando González Delgado y la película de Vicente Aranda, pretendía describir el fenómeno de la percepción con que otros ojos, concretamente los de los expedicionarios naturalistas del siglo XIX, nos contemplaban.

Durante la Colonia, el acceso América había estado restringido. Una vez franqueados los obstáculos que limitaban la afluencia de viajeros, acudieron muchos, inspirados por diversas motivaciones. El Nuevo Mundo se ofrecía como un catálogo de imágenes y especies naturales hasta entonces nunca vistas en Europa, que eran descubiertas con asombro y admiración por quienes recorrían el continente.

Y es el caso que participo de una situación similar cuando desde lejos vuelvo los ojos a mi país: re-contemplo lo que hasta ahora me había resultado evidente al intentar explicarle algunas cosas a mis interlocutores europeos y, más concretamente, cuando intento aclarar a qué me refiero cuando utilizo ciertas expresiones.

El eminente filólogo Angel Rosemblat, en el prefacio de su libro Buenas y malas palabras (1960) rastreaba el origen de algunas voces de uso frecuente en Venezuela. Así, el criollísimo término “corotos” para referirse a trastos o cachivaches, procedía según el escritor de las burlas que hiciera la servidumbre de cierto militar, propietario de algunas pinturas del célebre Camille Corot: el coronel se refería a las pinturas como a sus “corots”.

Otras expresiones provienen de los nombres anglosajones de algunos objetos o de sus marcas. Así,el otrora popular picó, aparato empleado para reproducir música grabada en discos, debía su nombre al pick-up, su homólogo americano; los “macundales” , otra versión de los trastos, derivan de una marca de machetes y otros enseres de trabajo de frecuente importación, Mac and Dale; el atento guachimán que vigila en la garita no es otra cosa que el watchman gringo, y los gringos se llaman así, según la tradición, porque durante la batalla del Álamo los mexicanos les increpaban “green go! “ (verdes, márchense!) refiriéndose al color del uniforme de los soldados norteamericanos.

Pero hay otros enunciados, de los que todos hacemos uso coloquialmente, que aluden directamente a situaciones locales. Estar muy pero que muy enfadado es estar más caliente que plancha de chino. Las planchas suelen estar calientes pero ¿por qué concretamente las de los chinos? Porque a principios del siglo XX la mayor parte de las lavanderías caraqueñas eran propiedad de ciudadanos de esa nacionalidad. Era de suponerse que, al estar todo el día poniendo a punto la ropa, sus planchas nunca llegarían a enfriarse.

Ir a llorar al Valle es una expresión relacionada con una anécdota presuntamente histórica. Según narra Lucas Manzano en su libro Caracas de mil y pico (1946) coincidieron una mañana visitando a Fray Antonio González de Acuña, obispo de Caracas, tanto el prior del Convento de San Francisco, como fray Gregorio de Ibis, quien desde principios de 1674 había emprendido
la evangelización de los indígenas que poblaban El Valle de la Pascua. Ambos aspiraban a que el prelado acudiera a sus respectivas parroquias. Como Fray Gregorio insistiera en el baile de “La Llora” que haría en su honor la agrupación Los Diablitos de El Valle, dicen que el Obispo exclamó dirigiéndose al prior: “Hermano: aplace usted lo suyo para más lueguito, porque ahora vamos a llorar a El Valle”

También hay interpretaciones locales de algún evento internacional. Charles Lindbergh, primer aviador en cruzar sin escalas el Atlántico, desde Nueva York hasta París, tuvo un hijo que fue secuestrado en 1932, y que permaneció desaparecido durante varios meses. De allí la expresión “estar más perdido que el hijo de Lindbergh”

Hay un libro, hoy en día sólo disponible en el mercado de segunda mano, en el que su autor, de apellido Bashleigh, intentaría precisamente explicar estos venezolanismos a los angloparlantes:  The criollo way.

Por un lado puede ser hilarante pero, por el otro, resulta interesante observarnos con ojos de extranjero. Nos vuelvo a contemplar, con una mirada que se sitúa en otra perspectiva, y me gusta lo que veo. Y sin duda me gusta el sentido del humor venezolano que, si bien no resuelve directamente los problemas, por lo menos ayuda a hacer más llevaderas las cargas

viernes, 12 de julio de 2013

Carlos Ysbert: con voz propia

Madrid, Es Hora, 12 de julio de 2013

Hace algunos meses el periodista Juan cruz me sorprendió titulando uno de sus artículos con una frase tan de perogrullo cuanto profunda: “los autores extranjeros no escriben en español”
La sencilla aseveración entrañaba, sin embargo, una serie de resonancias. Yo no hablo ruso. Puedo estremecerme leyendo Crímen y Castigo porque alguien la tradujo. Y si la lectura resulta conmovedora es porque alguien supo escoger las palabras para transmitir la historia que Dostoievski quiso contar y de la manera que quiso contarla. Nos deshacemos en elogios para un autor al que, de no ser por el traductor, no hubiéramos podido acceder.

El traductor es nuestro salvoconducto hacia todos los escritores cuyas lenguas no conocemos. De él depende que una obra se vea o no desestimada, y una mala traducción puede destruir la urdimbre del lenguaje, la belleza de las emociones… La historia permanece, pero la manera de comunicarla se puede ver seriamente afectada. No en balde los italianos aseveran “traduttore, tradittore” (traductor, traidor)

Esto bien vale para la literatura, pero otro tanto sucede en el campo del séptimo arte: un buen doblaje puede edificar o destruir a un personaje.

Nadie mejor que Carlos Ysbert para darnos razón de los entresijos del proceso. No sólo ha sido él mismo actor de doblaje durante muchos años, sino que conoce bien las otras facetas de esta actividad, tanto por su experiencia adaptando guiones, como por su desempeño en ADOMA, la Asociación de Actores de Doblaje de Madrid, de la cual fuera presidente.

En Ysbert se compendian las más diversas cualidades: su cortesía, su sentido del humor y su conversación inteligente hacen de él un personaje mitad playboy y mitad padre de familia. Su bien modulada voz va dando cuenta de los pormenores del doblaje con una dicción impecable, tan limpia, que a menudo le han reprochado el contraste entre su modo de hablar y el de los otros actores.

Carlos, así como otros de sus hermanos, forma parte de una saga actoral en la que destacan su abuelo, José Ysbert, y su madre, María Ysbert. Habiendo transcurrido toda su vida en el medio, puede efectuar una valoración de los aspectos relevantes en el proceso de traducir un material originalmente producido en otra lengua.

La importancia de la formación es decisiva para el actor de doblaje, explica. Para decidir quién ha de doblar a un personaje, se deben tomar en cuenta más las capacidades interpretativas que el hecho de que la voz sea similar a la del actor original. Es preciso ser capaz de comunicar las emociones que el personaje experimenta. Y si esto vale para el doblaje de personas, es tanto o más necesario en el caso de dibujos animados.

Cuando se trata de seres humanos, el espectador recibe muchas pistas a través de las expresiones faciales, los ademanes, la gesticulación del actor. La voz apoya y complementa ese trabajo. Pero en el caso de los dibujos animados, la casi totalidad de la psicología del personaje viene dada por la voz, dice Ysbert. Este es un tema en el que puede opinar con particular propiedad, puesto que desde hace doce años, cuando falleciera Carlos Revilla, es quien presta su voz al popular Homer Simpsom.

Carlos tuvo que sobreponerse a muchas vacilaciones antes de asumir el reto de poner voz a Homer. Pensaba en la dificultad de sustituir a un actor de la talla de su predecesor y, sobre todo, era consciente del rechazo que podía generar en el espectador el escuchar al personaje hablando con una voz diferente a la que estaba acostumbrado a oír. Sin embargo, Carlos salió adelante con éxito, sin despertar ningún tipo de reticencia en el público. Al principio procuraba mantenerse en la línea que había impreso al personaje Carlos Revilla, pero poco a poco fue flexibilizándose, consciente de que el ceñirse a ese patrón le restaba una espontaneidad que interfería con la expresividad necesaria para crear el personaje.

El doblaje se efectúa a partir de pequeños segmentos. Una vez se realiza la traducción del material original, es preciso emprender una tarea de adaptación que permita expresar las ideas en el mismo tiempo que utilizan los actores para comunicarlas. Por término general, una frase requiere en español el doble de sílabas de las que se emplean en inglés. Ello hace necesario buscar la manera de manifestar lo mismo con la mitad de las palabras, para lograr la sincronización con la imagen. A menudo, una adaptación ofrece dos o tres frases alternativas para escoger cuál coincide mejor con los gestos y el tiempo disponible. De allí la dificultad de este proceso, que involucra un verdadero trabajo de síntesis.

Dependiendo del encuadre, es factible añadir algunas pocas sílabas antes o después de lo que dicta la grabación original; en los primeros planos es imposible hacerlo.

Actualmente tiende a grabarse en bandas o canales, aunque no siempre. Este procedimiento permite que, si hay que sustituir a algún actor, o se daña algún fragmento, pueda reconstruirse sólo esa banda, sin que se pierda el conjunto que incluye a todos los demás actores.
Esta modalidad, si bien ofrece al actor alguna dificultad al no contar con la intervención de interlocutores que ritmen su respuesta, evita que tenga que permanecer en el estudio a lo largo de todo el doblaje, a veces para decir apenas tres o cuatro frases. Sin embargo, en algunos trabajos, que tienen que ser muy expresivos, se sigue grabando en grupo, para “calentar” la interacción entre unos y otros personajes.

Capítulo aparte merece un nuevo rubro en el campo del doblaje: los videojuegos. Explica Ysbert la dificultad que reviste este tipo de trabajo, en el que cada personaje exclama, grita jadea…. Formas de expresión que lastiman la garganta y resultan agotadoras, lo que impone un ritmo a la grabación que depende de la resistencia física del actor que está doblando.

Con respecto a los aspectos gremiales, Carlos ha dejado la presidencia de ADOMA y señala que en estos momentos se está tramitando lo que habrá de ser el nuevo Convenio Colectivo. El anterior, que se aplica desde hace más de 20 años, no sólo resulta obsoleto, sino que puede perder su vigencia próximamente por efecto de la aplicación de la Reforma Laboral del actual Gobierno

El sector del doblaje en España arrastra no pocos problemas, explica Carlos. La creación de una federación a nivel estatal, FEPRODO, debería contribuir a evitar los abusos e incumplimientos que padece la parte social desde hace ya muchos años en todo el territorio nacional.

El actor explica: el convenio se ha negociado entre las empresas de sonido y los trabajadores del sector. Ello ha ocasionado que tanto los mayors, verdaderos propietarios del producto, como los exhibidores (canales de televisión) hayan permanecido al margen, pero ejerciendo presión sobre las empresas de sonido. Estas últimas se han visto incapaces de mantener los precios mínimos del mercado debido a las constantes presiones a la baja y a la feroz competencia que se han hecho entre ellas. A esta situación se suma la desigual competencia que representan, para quienes realizan doblajes en castellano, las empresas de algunas Comunidades Autónomas, al disfrutar de subvenciones para realizar doblajes en sus respectivas lenguas comunitarias.

Esto ha ocasionado no pocos cierres de empresas, precisamente el de aquellas que intentaban mantener las mejores condiciones en la parte social, y que finalmente se han visto impotentes para competir con las empresas que ofertaban precios más bajos a costa de saltarse los mínimos que establecían los distintos convenios, tanto en la parte artística como de la técnica.

Como consecuencia de esta situación, hoy en día los precios del mercado de doblaje en España son los de hace veinte años, es decir, cinco veces menores que los de Francia o Alemania, lo cual no está en absoluto justificado si pensamos que los clientes y los productos son muchas veces los mismos, y sus mercados (Francia o Alemania) no son de ninguna manera cinco veces más grandes que el mercado español, señala Ysbert.

Esta bajada de precios influye de manera clarísima tanto en la calidad de las traducciones como en doblaje, siendo cada vez más difícil mantener la histórica fama  que ha tenido siempre España en este rubro.

“A pesar de todo esto, quiero señalar -- puntualiza el actor-- que el doblaje en España sigue manteniendo una altísima calidad, gracias fundamentalmente al compromiso y buen hacer tanto de sus técnicos como de sus actores y directores que, en jornadas leoninas de 13 horas diarias, sacan adelante un mercado en menos tiempo que ningún país de Europa, con un nivel de calidad muy aceptable, y encima más baratos que nadie.”

Este veterano actor se mantiene permanentemente activo. Sus cualidades histriónicas y su profesionalidad hacen que sea requerido para infinidad de actividades. Recientemente ha recibido varias propuestas para hacer radio y, concretamente, para realizar un programa en vivo sobre teatro. Este proyecto entusiasma a Carlos, quien, sin embargo, se ve obligado a restringirse a las tareas que ya tiene entre manos por razones de tiempo, sin perder la esperanza de que en un futuro pueda acometer otras empresas igualmente satisfactorias.

Mientras tanto, su público seguirá disfrutándolo, a sabiendas o no, cuando lo escuche en otros personajes, o cuando lo encuentre con voz propia.

martes, 9 de julio de 2013

Rafael Gómez: extraterrestres y fantasmas

El Universal, 9 de julio de 2013

He buscado en el diccionario la palabra decepción: “Pesar causado por un desengaño”. Y a continuación prosigue: “engaño: falta de verdad”. El asunto es saber desde dónde se produce la falta de verdad: si ha sido alimentada desde el exterior, o si surge de nuestras propias lecturas equivocadas, o a veces precipitadas, de la realidad.

Cuando yo era adolescente, veía un programa de televisión que en su día cautivó a la audiencia: V: Invasión extraterrestre. La serie narraba la progresiva infiltración de seres de otro mundo en nuestro planeta.  Esos seres, una especie de lagartos, adquirían apariencia humana e iban relacionándose con otros terráqueos, mezclándose, accediendo a información confidencial y escalando posiciones de poder. Posiblemente, una de las claves del éxito del guión radicaba en sembrar en el ánimo del telespectador una buena dosis de inquietud a partir del momento en el que, de la forma más inesperada, ciertos personajes a los que habíamos tenido por “buenos” durante innumerables capítulos resultaban ser… lagartos. Súbitamente, la piel humana comenzaba a rasgarse, el cuerpo eclosionaba y, de su interior, brotaba la entidad viscosa y terrorífica.

A partir de entonces la imagen se ha convertido en un jocoso referente al que vuelvo los ojos alguna vez. Cuando alguien me sorprende, recuerdo el momento en el que la apariencia humana del lagarto cedía el paso a la identidad auténtica del invasor interplanetario. Y lo celebro. Lo agradezco. Prefiero saber si estoy tratando con lagartos o con humanos, conocer el terreno que piso y saber a qué atenerme

Salvando el hecho de que creo que el ser humano es intrínsecamente bueno, orientado hacia el crecimiento y la autorrealización, la inescrupulosa utilización del engaño existe. Pero también es verdad que a veces los equívocos provienen de nuestra natural tendencia a interpretar los hechos, a idealizar, a sacar conclusiones a partir de un número de datos insuficiente, lo que conduce a hacer lecturas de la realidad inadecuadas.

La explicación a este fenómeno me la ha facilitado alguien a quien el azar me ha deparado la suerte de conocer: el psicólogo Rafael Gómez Rodríguez, vicepresidente de la Asociación Mentes Abiertas, una organización en la que han confluido la determinación y la calidad humana de tres profesionales: el propio Rafael, José Alvarez Gómez e Ignacio Calvo Rodríguez. Haciendo gala de una mística admirable, han querido crear un lugar de encuentro e intercambio de experiencias para los profesionales del campo de la Psicología, al tiempo que han puesto al alcance de cierto número de personas, que de otro modo no podrían costeárselo, el apoyo psicológico.

La trayectoria de Rafael se ve respaldada no sólo por su formación, sino por su actitud de apertura, que le conduce a explorar y actualizarse continuamente, mientras contribuye a formar a otros profesionales. Experto en psicología forense, en coaching, en psicoterapia, en formación de asociaciones y en EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing) es, además, karateca, y encuentra tiempo en su vida personal para su familia, sus dos perras y su afición a la novela histórica y al parapente.

Una de las circunstancias que mayor desazón es capaz de provocar en el ser humano es la
incertidumbre, explica. Para aminorarla, registramos una serie de datos y, a continuación, los organizamos en una composición que pretende explicar una situación y constituir un punto de partida para actuar. El problema es que, las más de las veces, asumimos como verdades contundentes lo que en realidad son apenas conjeturas, suposiciones que involucran nuestra historia pasada, capaz de operar como una lente que distorsiona la realidad.

La ilusión, según la RAE, es una “imagen o representación sugerida por la imaginación o causada por engaño de los sentidos”. La des-ilusión existe. Es el contraste con los hechos. A veces da lugar a la decepción, cuando hemos idealizado algo y constatamos que no es lo que esperábamos. Pero este contraste a veces también puede resultar liberador, cuando asumimos que nuestros más oscuros íncubos son sólo fantasías que no necesariamente tienen por qué coincidir con la situación real.

¿El antídoto? Rafael ha descubierto el poder de una vocal: la O. Cada vez que demos por cierta una conjetura, podemos entretenernos en elaborar infinidad de explicaciones alternativas: “Pasa esto, o lo otro. O también es posible qué…” Ello pone de manifiesto cómo nuestra interpretación es sólo una de las posibles explicaciones, y la redimensiona como lo que es : una especulación. Un ejercicio que fortalece la prudencia, la objetividad y, sin duda alguna, la tranquilidad.

lunes, 8 de julio de 2013

Maylee Christie: El viaje a la esperanza

El Universal, 2 de julio de 2013

El concepto de cárcel va más allá de la idea del recinto físico en el que se recluye a las personas que han infringido la ley: es una noción asociada a la privación de libertad, en torno a la cual cabe plantearse muchos asuntos. ¿Cuáles son los propósitos de la reclusión? ¿Se trata de una solución eficiente?

Hay quienes cuestionan si es razonable que la sociedad tenga que asumir la carga que supone mantener el sistema penitenciario, a más de sufrir los perjuicios que ocasionan quienes incurren en algún tipo de conducta delictiva. Pero es posible preguntarse si, en el fondo, la sociedad salda así su deuda para con quienes se han visto lesionados por sus aspectos más oscuros…

Se trata de una contraposición entre el libre albedrío y la causalidad que pudiera residir en un entorno que engendra delincuencia. Pero ¿acaso el libre albedrío, entendido como la capacidad de decidir cómo actuar frente a determinada situación, no es una función de la educación recibida, de la historia personal, de la sumatoria de las oportunidades y las limitaciones que el medio entraña? Debe reconocerse que en la raíz de ciertos comportamientos están la desigualdad y la injusticia social.

El tema es complejo. No es posible opinar a la ligera. Pero, como quiera que sea, las cárceles existen. Y frente a esas cárceles hay dos visiones: una punitiva y otra resocializadora. César Manzanos, de la Universidad del País Vasco, señala cómo la prisión debe trascender la mera labor de custodia y aseguramiento, y ha de centrarse en ofrecer toda la ayuda posible al recluso para superar los problemas que le hayan conducido al delito.

Manzanos es autor de muchos artículos, entre los que destaca “Salir de prisión: la otra condena”, un título por demás elocuente. Y es que, más allá de los muros de la cárcel, siguen vigentes otras limitaciones: las que vienen de afuera, de otros, y las que fluyen de nuestro interior.

Es en este punto que la extraordinaria mosaista Maylee Christie ha querido adelantar una experiencia con visos terapéuticos dentro de la prisión de Erlestoke en Wiltshire, Reino Unido.
Maylee ya había participado en experiencias de arte colectivo, tales como la elaboración de los mosaicos emplazados en el Parque Marwell, en Owslebury, o en el Royal Victoria Country Park. Reúne dos cualidades que le permiten asumir con solvencia una empresa de este tipo: una técnica depurada a través de muchos años de formación, y una sensibilidad que la lleva a escudriñar la naturaleza humana, a empatizar, a apoyar. Emprende así la realización de “A Journey to Hope” (Un viaje a la esperanza), un mosaico de tres metros de longitud en el que se plasman las emociones de un grupo conformado tanto por víctimas como por reclusos en Erlestoke.

La artista señala: “A pesar de ser un grupo tan dispar, todos sentían lo mismo: el deseo de ser libres. Unos de la cárcel, otros de la pena, otros de la culpa. Todos querían esperanza”

Maylee les invitó a que pintaran las paredes cubiertas de papel. Uno de los prisioneros nunca había pintado con un pincel, pero era un buen rapero: “Le puse pintura en las manos y le dije que hiciera música en la pared, como tamborileando uno de sus raps. Bueno, el hombre no podía parar de pintar”, dice la artista.

El arte tiene un poder terapéutico innegable, pero la plástica en particular facilita una especie de catarsis de efectos contundentes. Al final de la experiencia, uno de los prisioneros dijo: "Gracias por verme como un ser humano y no como un monstruo". Las víctimas decían: "Ahora somos como una pequeña familia". Otros añadían: "Has creado un pequeño oasis en donde nos sentimos libres y podemos expresarnos sin sentirnos amenazados”, cuenta Maylee.

La belleza de la obra de esta artista, representada en diversas colecciones y museos, es reflejo de su temperamento, cálido y próximo a la gente. La de Erlestoke ha sido una experiencia preñada de tolerancia y respeto, que demuestra que se puede crecer, cualesquiera que sean las circunstancias, y desde donde sea.


El Cretense, de Ricas-Peces

El Universal, 25 de junio de 2013


Una pequeña joya editorial vio la luz el pasado 13 de junio, cuando fuera presentado el más reciente libro de María Antonia Ricas Peces, El Cretense, que recopila 19 poemas vinculados de alguna manera a otras tantas obras del Greco, emblemática figura de la llamada Ciudad de las Tres Culturas. Se trata, en ciertos casos, de reflexiones inspiradas por alguna de las pinturas del artista; en otros, de la expresión de sentimientos relacionados con el título o el contenido de alguno de sus cuadros.

La presentación del libro se anticipa así a las actividades que tendrán lugar en Toledo con motivo del IV Centenario del fallecimiento del pintor, a conmemorarse en abril de 2014.

El Cretense destaca por su edición, a cargo de Celya, que ya ha publicado otras obras de la autora. Pasta dura, papel recubierto, cinta de raso azul y una impresión óptima son las señas de identidad de una encuadernación que refleja el esmero con que se ha preparado el libro: un continente tan bello y sobrio como los poemas que aloja.

Pablo Sanguino, connotado artista y persona muy querida en el seno de la sociedad toledana, es el autor de las once ilustraciones que se intercalan en el texto.

Ricas Peces tiene una trayectoria jalonada de reconocimientos que respaldan su quehacer poético, pero nada mejor que su propia obra para dar cuenta de una sensibilidad que, estimulada por la realidad circundante, revierte en un caudal de belleza que encuentra en la palabra el medio propicio para fluir y comunicarse.

El Cretense es el decimoctavo libro que publica la autora, esta vez espoleada por la omnipresencia de las obras de Theotokópoulos a lo largo de su vida: recuerdos de infancia, cargados de un halo de penumbra y misterio; el redescubrimiento gozoso de la obra restaurada del artista; la experiencia compartida junto con sus alumnos frente a la Inmaculada… hitos que han dejado una huella que se traduce en sus poemas. Así, transitan por su obra destellos de la pérdida de su padre; la melancolía compartida de un adiós al amparo de las manos que se encuentran en La Visitación; la gravosa quietud del inquisidor Juan Pardo de Tavera, fallecido.

El poemario, con vocación de libro de arte, se presentó en el Museo del Greco. No hubiera podido haber mejor enclave para lo que constituye el personal homenaje que tributa la escritora al genial pintor manierista.

Si bien El Greco es un personaje indisolublemente ligado a la ciudad de Toledo y a la vida de cualquier toledano, Ricas Peces traduce lo que es su experiencia internalizada del artista. Familiarizada con la producción del pintor desde temprana edad, comenzó a gestar la obra a partir de una visita a la exposición El Greco. Toledo, 1900, presentada en el convento de Santa Fe en el año 2009. Desde entonces ha venido hilando los diecinueve poemas que se recogen en un libro bello hasta en su colofón: En un 25 de marzo, con lo sauces peinándose, y las prímulas envenenando de placer, con Ricardo“Corazón de León” paseándose sin su cota de malla alrededor del Castillo de Châlus, y un corazón secreto ansiando el aliento de otros labios, acabó de imprimirse este libro, porque El Greco regresa entre los dedos atentos al tacto y hay un Momento Doménico en cada parpadeo de quien sabe mirar.