martes, 21 de abril de 2015

El hábito y el monje

El Universal, 21 de abril de 2015

Macaco
En la primera plana de un diario regional, un popular cantante asegura: “antes la policía me paraba por mis pintas; ahora, para pedirme autógrafos”.

El hecho de que comunicamos infinidad de información a nivel visual es innegable. Tan es así, que hay quienes se han dedicado a estudiar sistemáticamente este fenómeno, llegando incluso a establecer qué porcentaje de información transmitimos en un mensaje a través de cada una de las diversas vías posibles. Albert Merahbian, norteamericano de origen iraní, logró establecer una fórmula a partir de los resultados de diferentes experimentos realizados. Según él, apenas el 7 por ciento de la información se transmite a través de las palabras, mientras que el 38 por ciento está relacionado con factores asociados a la voz, tales como entonación, proyección, resonancia y tono. El 55 por ciento restante proviene del lenguaje corporal, incluyendo éste gestos, posturas, movimientos de los ojos y respiración, entre otros signos observables.


Albert Merahbian
Esta fórmula, 7+38+55, ha querido aplicarse indiscriminadamente, lo que ha llevado al propio Merahbian a aclarar que los porcentajes pueden fluctuar según el mensaje de que se trate, y que fueron establecidos en situaciones en las que se pedía al sujeto expresar su gusto o disgusto hacia algún rubro que se le proponía. La ecuación no es aplicable en otras circunstancias.

No obstante, está claro que, paralelamente al contenido de una interacción verbal, más allá de las palabras, se transmite infinidad de datos. Prendas de vestir, joyas, maquillaje, adornos corporales, peinados y complementos pueden dar cuenta de las preferencias e intereses de una persona, así como de su profesión y su rango. Tal es el caso de los uniformes, que reflejan el rango o jerarquía de quien los porta.

Este fenómeno ha sido ampliamente comprendido por vestuaristas y directores de teatro, quienes lo han empleado para construir personajes, comunicando al público, por ejemplo, su extracción social. Estos rasgos típicos de la indumentaria conforman el principio a partir del cual se conciben también los disfraces. Y yo misma invertí un considerable número de horas en mis cursos de Semiología Gráfica identificando junto a los estudiantes las señales que se empleaban en anuncios publicitarios para indicar las características que se adjudicaban a los protagonistas de un cartel con el fin de atraer la atención de un segmento concreto del público.

Pero, sumado al hecho de que muchas de estas características tienen una dimensión cultural que hace que resulten inequívocas en un contexto y no en otro, pues forman parte de códigos compartidos exclusivamente por los miembros de un grupo, hay que ser cautelosos con las primeras impresiones y tomar en cuenta que existen los prejuicios.

Y es que, a menudo, puede extrapolarse a la imagen el mismo rechazo que suele producirse hacia todo aquello que es diferente: existe desconfianza, recelo y animadversión hacia todo lo que no nos resulta familiar y es, por ende, desconocido.


Hospital Sant Joan de Deu
Sin embargo, esta actitud refleja ignorancia y cerrazón. El cantante aludido al principio de este texto, por ejemplo, cualquiera que sea su indumentaria, ha tenido gestos tan nobles como la producción de un videoclip, hace ya un par de años, como parte de una campaña de sensibilización hacia la causa de los niños que tienen que atravesar por una terapia oncológica. Se trata nada menos que del muy popular Macaco.

Gordon Allport, psicólogo de la Universidad de Harvard, quien centró gran parte de su trabajo en torno a la discriminación étnica de que eran objeto los judíos y los negros en estados Unidos, explicó que los prejuicios eran generalizaciones surgidas de la necesidad de tomar decisiones rápidas en base a la información disponible, sin someterla a verificación ninguna.

Hay que ser cautelosos, pues, con las valoraciones que efectuamos, sobre todo cuando han de conducirnos a tomar decisiones que afecten a otros, planteándonos hasta qué punto no forman parte de un raudal de ideas preconcebidas. Porque, sin duda alguna, sigue siendo verdad aquello de que “el hábito no hace al monje”.

martes, 14 de abril de 2015

Querer ¿es poder?


El Universal, 14 de abril de 2015

La prensa exalta la hazaña de Gennet Corcuera, quien, a los 34 años, ha logrado concluir con éxito su carrera universitaria. En principio, no se trataría de un logro tan digno de reseñar si no fuera porque la joven, de origen etíope, es sorda y ciega desde muy pequeña a causa de una infección.

Creció en un orfanato de Addis Abeba, en donde permaneció hasta los siete años, cuando la adoptó la española Carmen Corcuera. Ahora ha completado su formación para el Magisterio y comenzará a trabajar en mayo próximo, haciendo realidad su sueño.

Existen precedentes de este tipo de logros. La conocida Helen Keller y su no menos afamada educadora Anne Sullivan, sin ir más lejos, ilustran la capacidad de sobreponerse a la adversidad y a las limitaciones reales, estableciendo un hito que merecerá recordarse a través de la historia. Se trata de lo que a última fecha se ha dado en llamar “resiliencia”, y del esfuerzo por canalizar hacia un propósito concreto el potencial que efectivamente existe en alguien, dotando a la vida de “sentido”, para expresarlo en el lenguaje que emplearía Viktor Frankl.

Esta tendencia, sin embargo, puede desarrollarse de manera asombrosa cuando una persona decide incursionar, además, en un campo tradicionalmente reservado a quienes no sufren determinadas discapacidades. Tal es el caso del filósofo Egven Bavcar, uno de los personajes que más me ha impresionado en los últimos tiempos.

Bavcar, a la edad de once años, sufrió dos accidentes que le privaron consecutivamente de la vista de uno y otro ojo. Paulatinamente, fue dejando de percibir la luz. Ello no le ha impedido convertirse en uno de los más connotados fotógrafos de la era contemporánea.

Los encuadres se crean auditivamente: a partir de la voz de las personas, Bavcar puede percibir la distancia, la dirección en que se encuentra el modelo, explorando a veces el objeto de la imagen con las manos, lo que explica que a menudo éstas se hagan presentes en sus fotografías.

El hecho de haber sido vidente durante los primeros años de su vida hace que Bavcar disponga de un repertorio de imágenes en su interior, particularmente de su Eslovenia natal, que utiliza como referentes. De hecho, sus fotografías procuran ser la expresión observable para otros de su propio mundo interior.

En relativa sintonía con el adagio leonardesco según el cual “la pittura é cosa mentale” (la pintura es cosa mental) Bavcar concibe la imagen como la transcripción visible de un concepto abstracto. El desnudo femenino, por ejemplo, representa en su obra la mortalidad , y está revestida de connotaciones bíblicas: Eva es consciente de su desnudez solo cuando ha perdido el paraíso y asume su naturaleza mortal. Del mismo modo, el fotógrafo explica cómo Miguelangel no necesitó ser testigo de la entrega del Decálogo ni ver a Moisés para poder representarlo: le bastó con acceder mediante la lectura, intelectualmente, a la narración que daba cuenta de su vida.

Bavcar es consciente del fenómeno narcista que se produce cuando otros – en particular las mujeres, asegura—son vistos: las personas necesitan de la mirada del otro para forjar su propia percepción de sí mismas. Al relacionarse con un invidente, pierden esta posibilidad de contemplarse a través del impacto que producen en el otro. Para suplir esta deficiencia, Bavcar lleva consigo un pequeño espejo que coloca en su solapa, de modo que sus interlocutores puedan verse. El fotógrafo enfatiza cómo las personas creen que se ven con sus propios ojos, cundo en realidad para verse necesitan espejos.

¿Por qué será que Bavcar me remite ineludiblemente a la aseveración de la zorra de “El Principito” según la cual lo esencial es invisible a los ojos y solo se ve bien con el corazón?

Evgen Bavcar, nacido en 1946 en Lokavec, Eslovenia, estudió filosofía e historia en la Universidad de Liubliana, en donde ejercería posteriormente como docente. En 1972 ingresó en la Sorbona y entró a formar parte del Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia.

Hizo nada menos que de la Filosofía del Arte el centro de su inquietud heurística, pese a requerir para ello que le describieran las obras, apelando a más de una persona para realizar esta tarea a fin de neutralizar los sesgos que pudieran derivarse de la interpretación subjetiva de cada quien.

Hay quienes aducen que la popularidad de Bavcar como fotógrafo tiene que ver más con el hecho de ser ciego que con la innovación en su obra; hay quienes, por el contrario, apuestan asombrados por la calidad de su producción. En lo personal me interesa menos como fotógrafo que como persona. Me encanta. Me parece admirable. Lúcido y dotado de una excepcionalidad sagacidad y de un gran sentido del humor.

Ante un hombre como Bavcar no puedo uno menos que concluir que no hay peores barreras que las que están en nuestra mente, y que ninguna limitación es lo suficientemente poderosa como para poder hacernos desistir de encontrar nuestro particular medio de expresión.

martes, 7 de abril de 2015

Volar

El Universal, 7 de abril de 2015

El episodio es del dominio público: un aparato de Germanwings, filial de la compañía alemana Lufthansa, se estrelló en el macizo alpino de Trois Échëves con 150 pasajeros a bordo cuando cubría el trayecto Düsseldorf-Barcelona.

Lo que en principio parecía un accidente, cobró visos de homicidio en el momento en que, a partir de la caja negra, pudieron reconstruirse los hechos: el copiloto, Andreas Lubitz, se vio a solas en la cabina cuando el piloto Patrick Sonderheimer se ausentó unos minutos. Lubitz dispuso el inmediato y continuo descenso del avión.

Cuando Sonderheimer regresó, comprobó que la puerta de seguridad de la cabina había sido bloqueada desde adentro. Introdujo el código de seguridad para abrirla, pero Lubitz volvió a bloquearla en el interior, lo que parece demostrar la voluntad deliberada tanto de permanecer a solas como de estrellar el avión. Por añadidura, una ex novia del copiloto afirma haberle escuchado decir que algún día haría algo que cambiaría el sistema y por lo cual sería recordado.


En paralelo, la película “Relatos Salvajes”, escrita y dirigida por Damián Szifrón y coproducida por los hermanos Almodóvar, ha causado gran revuelo. Una de las seis historias a partir de las cuales está construida tiene un argumento sorprendentemente parecido a lo acontecido con el aparato de Germanwings: el piloto, Gabriel Pasternak, logra reunir a bordo del mismo avión a todos quienes han tenido una incidencia negativa en su vida, y lo estrella.

La película, a más de convertirse en la más taquillera de la historia del cine argentino, había sido recibida con la mejor crítica en el Festival de Cannes, los Premios Óscar y los Premios Goya durante el 2014. No ha faltado quien se pregunte si se trata de una mera coincidencia o si, a semejanza de esos casos en que los niños que se lanzaban por la ventana tras haber visto Superman, el film sirvió de inspiración al copiloto suicida.

No nos damos cuenta de la frecuencia con que cedemos el control de nuestras vidas a otra persona, materialmente hablando. No me refiero a lasposibles dependencias emocionales que pueden establecerse. Hablo de situaciones reales, desde someterse a una operación quirúrgica hasta subirse a un autobús… O a un avión. Hay, sin embargo, un caso más sutil, cuyo impacto puede pasar a muchos desapercibido. Se trata del sufragio.


Masivamente, entregamos nuestro destino en las manos de una persona consustanciada con determinada ideología, con determinadas soluciones, con determinados patrones de acción: lo que se ha dado en llamar “recetas”. Somos nosotros quienes cedemos el mando a uno u otro individuo.
Muchas son las vicisitudes que pueden presentarse, y de la pericia del piloto dependerá sortearlas o no con éxito. ¿Cuál es el margen entre el accidente y el homicidio? ¿Cuándo se trata de situaciones inesperadas fuera de todo control y cuando de la testarudez en insistir en modelos que prueban su ineficacia aun después de años? En manos del piloto está remontar el vuelo.