martes, 25 de febrero de 2014

Cuatro Loquitos

El Universal, 25 de febrero de 2014

A la nostalgia habitual de cada día, se suma el gentilicio exacerbado, la conciencia de que somos de ella, más aún, de que somos ella, Venezuela, mientras reconocemos en cada imagen los lugares en los que transcurrió nuestra vida, por los que deambulamos a diario en otro tiempo.

El primer gesto en la mañana es tender la mano hacia el celular con la ansiedad de saber qué ha pasado en las últimas horas: el desfase horario ocasiona que durmamos, si es que logramos conciliar el sueño, cuando en Caracas apenas comienza a ponerse el sol.

En España, los venezolanos hemos seguido fanáticamente lo que sucede en Venezuela. Si a primera vista pudiera parecer que disfrutamos de una posición privilegiada al encontrarnos, en cierto modo, “protegidos”, por otra no nos sentimos en absoluto ajenos a la situación.

Cuando ya los disturbios se han prolongado por más de dos semanas, pareciera que, finalmente, la opinión internacional comienza a entrever que no se trata de una explosión aislada con visos catárticos, sino del clamor de un contigente importante, númericamente hablando, que demanda un viraje el curso de las políticas que se están implementando en la nación. No se trata de cuatro loquitos.

En proporción a lo que está sucediendo, poca es la cobertura que se ha brindado al tema venezolano en
Europa, quizá debido a la preocupación por otro trastorno más cercano y limítrofe con la Unión Europea: el de Ucrania.

La mayor parte de las voces que se han levantado, lo han hecho para manifestar su extrañeza frente al silencio que muchos sectores mantienen de cara a lo que se está viviendo en Venezuela. Pero, en paralelo, asistimos a la llamativa interacción que se ha producido entre el ciudadano de a pie y los medios de comunicación. Es interesante observar cómo entran en juego internet y las redes sociales como recurso para transmitir información

Héctor Schamis señalaba, en un artículo del diario El País titulado “De Tiananmen a Mérida”, cómo hoy en día no importa si un medio es censurado o no, puesto que un teléfono inteligente le da a cualquier ciudadano la posibilidad de divulgar u contenido, conviertiéndolo, virtualmente, en un periodista anónimo. Esto, si por una parte ha supuesto la posibilidad convocar o de intercambiar imágenes actualizadas, por otra ha dificultado la posibilidad de discriminar cuáles fuentes son confiables y cuáles no, y conduce a que en oportunidades se difunda, a veces con la mejor intención y con desconocimiento de lo que se está haciendo, información inexacta o errónea. Queda entonces en pie de duda, no la credibilidad de la información puntual, sino lacredibilidad del grupo cuya posición se pretende defender, que termina acusado de tendencioso, manipulador o falso.

Cierto medio oficialista se dio a la tarea de publicar, con la fecha y el lugar de origen correspondiente, imágenes que circulaban en las redes y que se suponía reflejaban la situación vigente en Venezuela: las fotografías provenían de lugares tan distantes como Grecia, España o Chile, y dejaba muy mal parados a quienes las estaban haciendo circular.

En cuanto a esto, un llamado a la cautela, a fin de salvaguardar la seriedad de nuestra posición cualquiera que sea, tanto en el sentido de prestar atención a rumores no verificados, como en el sentido de hacerlos circular.

En días pasados, Marco Ruiz, secretario general del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Prensa, alertaba en cuanto al trato que estaban recibiendo los comunicadores sociales. Es importante destacar que, más allá del contenido de las protestas, es necesario salvaguardar la libertad de expresión, tanto a nivel mediático, como a nivel individual y colectivo: se trata de un derecho inalienable.

Valdrá la pena recordar aquí la célebre cita de Voltaire: “Yo no estoy de acuerdo con lo que usted dice, pero me pelearía para que usted pudiera decirlo”.

martes, 18 de febrero de 2014

El asombro de Beatriz Villacañas



El Universal, 18 de febrero de 2014

En los tiempos que corren, resulta muy gratificante que algunos sigan siendo capaces de desentrañar la belleza que existe en cuanto nos rodea y nos presten sus ojos para contemplarla. Tal es el caso de Beatriz Villacañas, la escritora española que presentara hace unos días en Madrid su poemario “Testigos del asombro”.


Villacañas es una autora cuya sensibilidad, en lugar de verse coartada por aspectos intelectuales, se ve alimentada por ellos. Baste aducir en prueba de su formación y competencia el hecho de que es profesora en la Universidad Complutense de Madrid, en donde recibió el título de Doctora en Filología Inglesa, y que es Miembro Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.


Es también uno de esos casos en los que un apellido célebre, ni se utiliza para medrar injustificadamente, ni se esconde como si comprometiera la propia honestidad profesional. Beatriz es hija del poeta Juan Antonio Villacañas, y lejos de procurar deslindarse de la obra de su padre, se ha convertido en uno de sus estudiosos más concienzudos, llegando inclusive a traducirla al inglés.


Avalada por diversos reconocimientos, que incluyen el Premio Internacional Ciudad de Toledo en 1995 y el Premio Primera Bienal Internacional Eugenio de Nora en 2000, la producción de la escritora incluye artículos, ensayos, cuentos y seis poemarios precedentes: “Jazz”, “Allegra Byron”, “El Silencio está lleno de nombres”, “Dublín”, “El Ángel y la Física” y “La gravedad y la manzana”, que fuera propuesto en España para el Premio Nacional de Poesía 2012.

Los críticos no han podido pasar por alto lo que concierne a la métrica en su obra. Había explorado la lira, como modo de homenajear a su padre. Ya en 2006 Ángel de las Navas Pagán, en relación a “El ángel y la física”, había calificado sus versos como “breves, concisos, penetrantes”. La pluma de la autora evolucionaba, a todas luces, hacia un estilo que habría de desembocar en el haiku, la forma que revisten sus más recientes poemas.


El haiku es una de las modalidades de la poesía japonesa tradicional, caracterizada por medirse en moras en lugar de sílabas, y por traducir el asombro que experimenta el poeta en la contemplación de la naturaleza. Al respecto, Beatriz señalaría: “…refleja, en lo humilde de su brevedad, lo inabarcable de aquello que lo produce”.


“La llama entre los cerezos”, un libro de Juan Antonio Villacañas, escrito a propósito de los Juegos Olímpicos celebrados en Tokio en 1965, y uno de cuyos poemas habría de llevarle a obtener Premio Nacional de Literatura de Tema Deportivo en España, encendió la inspiración que habría de dar a luz “Testigos del asombro”, que comprende 130 haikus, uno solo de los cuales hace referencia al mundo japonés.


Cabe reconocer el mérito que supone, con una trayectoria consolidada y consagrada por los diversos premios que le han sido conferidos, el atreverse a seguir investigando, a innovar, a aventurarse por sendas inexploradas, a riesgo de enfrentarse a otras dificultades por vencer. Como quiera que sea, “Testigos del asombro” compendia los rasgos que signan la poesía de Beatriz Villacañas: la atención puesta en la forma de construir la estrofa; la poesía de Villacañas padre como fuente de inspiración y referente; la respetuosa contemplación del universo, la sensibilidad hacia la belleza contenida en el medio circundante y la inquietud hacia lo trascendente, evidente cuando la escritora señala: “Yo canto lo asombroso, donde caben, naturalmente, el miedo y el dolor, que, a su vez, no dejan de asombrarme y siembran en mí inquietudes irresolubles”.


Enhorabuena a Pablo Méndez y a Editorial Vitrubio por este nuevo libro, que viene a sumarse a otras obras de remarcable calidad que ha venido publicando últimamente.

martes, 11 de febrero de 2014

Arte y reciclaje: José Pepe Reimúndez

El Universal, 11 de febrero de 2014

Cuando el artista francés Marcel Duchamp presentó en 1917 un urinario de porcelana blanca como si fuera una obra de arte, estaba al mismo tiempo sentando las bases para el desarrollo del arte conceptual, presentando el primer readymade de su carrera y poniendo por obra lo que sería uno de los rasgos preponderantes del movimiento dadaísta: el introducir objetos utilitarios en el mundo de la creación artística.

Ese mismo año, Francis Picabia y Henri-Pierre Roche, editores de las revistas “391” y “The Blind Man” respectivamente, decidirían, mediante una partida de ajedrez, cuál de las dos publicaciones habría de seguir imprimiéndose. Roche perdió y en consecuencia desapareció “The Blind Man”, de la que apenas habían visto la luz dos números. El segundo de ellos, no obstante, pasaría a la historia por contener un apologético editorial acerca de la mencionada “Fontana” (el urinario de Duchamp). La revista explicaba cómo el hecho de que el señor Mutt (pseudónimo escogido por Duchamp) no hubiera elaborado la obra con sus propias manos carecía de importancia: lo relevante era el hecho de haber seleccionado un objeto de la vida cotidiana y haberle atribuido un nuevo significado al re-bautizarlo.

La “·Fontana”, considerada como una de las obras más influyentes en el desarrollo de las artes durante el siglo XX no es, sin embargo, más que un ejemplo de lo que se haría cada vez con más frecuencia: emplear elementos de la vida cotidiana en el proceso creativo.

Una de las técnicas empleadas para hacerlo era el “ensamblaje”, mediante el que se juntan diversos objetos no artísticos para generar una pieza tridimensional, lo que, de paso, constituiría una revolución en el concepto de la escultura, que hasta entonces había concebido la obra como el resultado de la talla o el modelado.

La “Guitarra”, de Pablo Picasso (1913), hecha con cartón, papel, cuerda y alambre pintados, suele considerarse el primer ejemplo de ensamblaje conocido, pero muchos otros artistas entre los que destacan Joseph Beuys, Bruce Conner, Edward Kienholz, Louise Nevelson, Robert Rauschenberg y John Chamberlain, adoptarían este procedimiento más tarde.

La idea de utilizar elementos que han sido desechados resulta particularmente interesante en una época en la que cobra preponderancia el concepto de reciclaje como estrategia para reducir, tanto el consumo de nueva materia prima, como la contaminación ocasionada por la basura. Y es signada por estos dos principios que surge la producción de José “Pepe” Reimúndez, quien elabora sus obras a partir de desechos de hierro ensamblados con soldadura eléctrica, recubriéndolas después con una capa final de acrílico transparente, de modo que pueda percibirse cuáles son los elementos que la conforman.

Se produce así una resemantización de las piezas que utiliza, en las que una tenaza se transforma en el pico de una garza, o un engranaje en pez. Y así van integrándose los elementos metálicos en figuras fácilmente identificables, dotadas de movimiento y poesía a pesar del origen rígido y utilitario de sus partes.

Reimúndez terminó el bachillerato en 1982, y a partir de ese momento realizó diferentes cursos en el INCE. Siempre le había interesado el trabajo manual, y de niño había elaborado él mismo muchos juguetes. Optó pues por explorar en el área de la electricidad y la serigrafía, pero donde se encontró más a gusto fue en el campo de la herrería, en el que siguió profundizando. Trabajó como empleado de una herrería, experiencia que le otorgaría mayor destreza técnica, y fundó su propia empresa, al tiempo que se desempeñaba él mismo como instructor. Fue entonces cuando comenzó a realizar ensamblajes a partir los desechos mecánicos que iba recogiendo. En el último año ha elaborado 62 obras, muchas de las cuales se exhibieron recientemente en la Casa de la Cultura de La Asunción.


A Reimúndez, además, lo apasiona la idea de que otros puedan disfrutar del proceso creativo que a él le ha reportado tantas satisfacciones. Pero, sobre todo, lo entusiasma la idea de que descubran las posibilidades que encierra cada objeto desechado. Así, se ocupa en dictar talleres de reciclaje para niños y ha sido invitado a dictar conferencias en la Universidad de Oriente.


Si bien debe reconocerse el talento de este margariteño, cuya sensibilidad le permite desentrañar nuevos significados en cada elemento metálico, resulta todavía más respetable su conciencia ecológica y su deseo de compartir su conocimiento y su técnica, descubriendo a la comunidad la posibilidad de otorgar una segunda oportunidad, una segunda vida, a objetos que ya han cumplido su función dentro de la esfera de lo utilitario.