sábado, 18 de febrero de 2012

Remedios Varo: todas las caras de la transmutación

( Suplemento Cultural del diario Ultimas Noticias. Caracas, 30 de abril de 1994, nº 1354, pp. 6-7)

En México, el surrealismo constituyó una válvula de escape para aquellos pintores que, durante la primera mitad de este siglo, desearon hacer una pintura no comprometida. Al menos eso es lo que plantea Damián Bayón en su libro Aventura plástica de  Hispanoamérica,  al referirse a la tendencia denunciativa que signa preponderantemente la plástica mexicana a partir de la Revolución en 1910. En coincidencia con las modificaciones ideológicas y políticas que tienen lugar para ese entonces, se replantea la función del artista, el cual deviene un promotor de la transformación social a través de su obra, concepto que cristalizaría de la forma más depurada en el movimiento muralista.

En contra de la tesis de Bayón, Remedios Varo no se acogería al surrealismo por simple contraposición a posturas de compromiso político. Ya desde, 1934 la pintora se había establecido en París, donde se sumó a los surrealistas, y contrajo más tarde matrimonio con Benjamín Perét, uno de los apóstoles del movimiento.

Comoquiera que sea, debe en justicia reconocerse que muchos artistas veían en México la posibilidad de estudiar la cultura precolombina como expresión de lo ancestral, de lo primitivo, tema favorito del ideario surrealista, y que soplaban vientos favorables para que la semilla de esta corriente se expandiera y germinara en Varo o en muchos otros artistas. Cabe recordar la presencia de Bretón en ese país alrededor de 1938 y  la Exposición Internacional del Surrealismo de la Galería de Arte Mexicano de 1940. Así pues, esta  tendencia debió de ser más que un mero "refugio" para los artistas que se mantenían al margen de las tensiones sociales.

En ese contexto florece --que no nace- la obra de Remedios Varo, la cual se destaca tanto por su consistencia en la técnica con que ha sido ejecutada, cuanto por sus contenidos, perfilando un corpus que sobresale internacionalmente en representación del surrealismo.

La artista nace en Anglés, España, en 1913. Estudia en la Academia de Bellas Artes de San Femando en Madrid. Previendo la proximidad de la Guerra Civil Española y, ante los numerosos incidentes que tenían lugar en su patria, se traslada a París en 1934. En 1942 se radica en México, en donde habría de  permanecer hasta su muerte acaecida en 1963.

Peter Engel  estima que la obra de Varo refleja frecuentes
reminiscencias de su niñez, manifestadas a través de conceptos arquitectónicos provenientes del medio en que estuviera inmersa: el colegio de monjas donde transcurrió sus primeros años y las iglesias románicas y góticas tan abundantes en su España natal. Así, es posible hallar en sus cuadros muros de piedra, torres, arcos y ojivas, elementos que constituyen referencias contextuales para los elongados personajes que protagonizan sus obras.

Pienso que la raigambre de la artista aflora igualmente en sus lienzos a través de la vegetación y la orografía que describe, plasmadas a modo renacentista, netamente europeas. Aparecen entonces cipreses y encinas, de evocación leonardesca hasta en el colorido seleccionado para la representación, al igual que zarzas y espinos.

También hay un elemento renacentista que se incorpora a los contenidos de su obra: el tratamiento del tema de la transmutación, que había ocupado a los alquimistas predominantemente durante ese período.

II

La obra de Remedios Varo refleja su fe en la existencia de un orden superior, al que se asciende mediante la transformación y la depuración progresivas. Este concepto logró tal preponderancia en la vida de la artista que la llevó a abandonar el catolicismo para  adscribirse sucesivamente a diversas tendencias religiosas que proclaman la reencarnación. Subsiste en su obra, en consecuencia, un señalamiento de la preeminencia de lo inmanente sobre lo perecedero, conceptos que aparecen frecuentemente contrastados en sus cuadros. Lo inmanente, relativo al orden superior último, se representa mediante alusiones a la matemática y la música, regidas por leyes universales que se transcriben como fórmulas inmutables. Lo perecedero se evoca a través de una realidad material en estado de descomposición, de desorden, de decadencia, que recrea una atmósfera desgastada dentro de la cual, sin embargo, los personajes permanecen impasibles.

La más dramática ilustración de ese contraste se aprecia en  La música (1956), donde un cataclismo parece sobrevenir mientras el protagonista permanece ajeno a la realidad que lo circunda: el enlosado del suelo se desprende como si la habitación estuviera suspendida en el aire y el viento lo levantara, y por entre las oquedades comienza a introducirse una sutil entidad, liviana y ondulante, así como elementos vegetales. De las paredes emerge una luminosa presencia, que Octavio Paz ha interpretado como una alegoría del azar, e infinidad de eventos sobrenaturales se desarrollan mientras el personaje parece ignorar cuanto acontece en torno suyo, ocupado en descubrir -al decir de la artista- "el hilo invisible que une todas las cosas". Para ello, se entretiene en ensartar diversos elementos en un pentagrama de metal. Más bien se diría que intenta organizarlos y encontrar la fórmula que los relaciona, a fin de esclarecer cuales son las normas que rigen el orden del universo.

El flautista contrapone una vez más dos elementos que simbolizan la antítesis entre lo trascendental y lo efímero: la torre que se desmorona y la presencia del músico imperturbable. En esta paráfrasis de las murallas de Jericó, la torre comienza a derrumbarse por las piezas colocadas en la cima del edificio, sucumbiendo en un orden inverso al empleado para su construcción. Las piedras, en cuya superficie pueden percibirse fósiles, van a parar, una a una, a los píes del flautista. Cabría ver quizás en esos fósiles una referencia más a lo efímero, pero, sin duda, también a lo ancestral.

Plagadas de contenidos oníricos, de símbolos, de elementos primitivos, las obras de Varo disponen complejas escenografías que sirven de marco a sus característicos personajes de alargada anatomía, pálidas encarnaduras e inexpresiva fisonomía. A veces representa delicadas figuras cargadas de una pasiva tristeza; otras, representa híbridos.

Se da en los lienzos de la artista, una reiterada presencia de las aves, justificada quizá por la naturaleza ambivalente de estos animales, que les permite tanto desprenderse de la realidad material a través del vuelo como posarse en tierra. Esta posibilidad de pasar de un estrato a otro remite nuevamente a la mutación, a lo dual, a la continua transformación de las cosas.

En La música, las aves revolotean en medio del salón para ir a posarse en el respaldo de una silla, cuya tapicería ha eclosionado y se entreabre para dejar ver un nido de huevos color turquesa.

Una vez más las aves se hacen presentes en El encuentro, donde el pájaro asoma por entre los pliegues de la vestidura vegetal que se ciñe en torno a la visitante nocturna. Tras la puerta, de nuevo, un ave: un ser mitad-hombre, mitad lechuza, que tiene labios en lugar de pico, plumas  en lugar de piel, y que se yergue sobre dos piernas humanas. Estos grutescos, estos híbridos que pueblan los lienzos de Remedios Varo, asumen casi siempre la morfología de seres alados, como en El jardín del amor y en Los hilos del destino, y representan, al fin  y al cabo, estadios intermedios en la transmutación de seres que se transforman en animales o en otros seres fantásticos.

Las metamorfosis son ejemplos contundentes de transmutación en los cuadros de Remedios Varo. En La música las paredes se convierten en entidades imaginarias. Y, a pesar de que su título sugiere el desarrollo de una progresiva similitud entre el personaje y su ambiente, el cuadro Mimetismo plantea una verdadera metamorfosis que la propia autora describe en los siguientes términos: "Este es un inquietante caso de mimetismo: esa señora quedó tanto rato pensativa e inmóvil que se está transformando en sillón, la carne se le ha puesto igual que la tela del sillón y las manos y pies son ya de madera torneada, los muebles se aburren y el sillón le muerde a la mesa, la silla del fondo investiga lo que contiene el  cajón, el gato que salió a cazar sufre susto y asombro al regreso cuando ve la  transformación”'.

Otros elementos recurrentes en los lienzos de la artista son los sólidos geométricos y las maquinarias elementales, que remiten una vez más a la regularidad, a la estabilidad y al orden cósmico.

Aunque puestos en tela de juicio en cuanto a sus contenidos -Bayón la acusa de "gratuidad" por la inclusión de ciertos elementos en sus obras - sus lienzos están ejecutados con  indiscutible destreza y con un decidido matiz personal que identifica a la autora. Una técnica impecable distingue el trabajo, caracterizado por las transparencias, por las atmósferas apasteladas, por la luz tamizada, por el trazo perceptible, por el equilibrio y la armonía en la composición.

Remedios Varo constituye, en verdad, un hito dentro de la plástica latinoamericana. Sobresale por estilo y ejecución entre sus contemporáneos, y lega una obra que revela la sólida formación artística e intelectual de la pintora.

2 comentarios:

  1. Muy interesante, me ha impactado la amplitud de la investigación y sobre todo la transparencia en el momento de transmitir la obra Remedios Varó. Excelente.

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    1. Muchísimas gracias. Hay nuevos hallazgos que compartiré. Viniendo de tí es todo un halago.

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