viernes, 17 de febrero de 2012

Jacobo Borges: abrir una ventana

( Suplemento Cultural del diario Ultimas Noticias, Caracas, 15 de mayo de 1994, nº 1356, última página)



No sé por qué, periódicamente, vuelvo los ojos a la obra de Jacobo Borges. Quizá será porque me admira su manera de incluir símbolos en sus cuadros; quizá porque me identifico con su discurso.


No existe en la obra de Borges --lo sabemos-- un propósito meramente estético; el artista persigue mover a reflexión al espectador mediante múltiples recursos usados en sus lienzos.  Por ello, independientemente de la técnica empleada para volcar sus ideas en la tela, resultan interesantes  los contenidos de sus obras que. definitivamente, pueden abrirnos ventanas físicas, representadas en la tela; ventanas sobre la vida de Borges; ventanas sobre la trastienda de la vida. Porque éste es un hombre que, a partir de su propia experiencia, es capaz de cosechar generalizaciones válidas para todos nosotros.


Recuerdo haber oido una vez que el artista narraba , entre sus experiencias infantiles. la impresión que le causaban los córtejos fúnebres. Borges vivía, de muy pequeño, cerca del cementerio, y se acercaba a ver pasar los cortejos que seguían al difunto hasta el lugar del sepelio. Resultaban muy solemnes: grandes vehículos lentos, majestuosos, cargados de flores; otros vehículos más pequeños detrás, escoltando a los primeros...  Borges testificaba lodo aquello, ajeno a la connotación final y dolorosa que el acto encerraba, y lo percibía como un evento pleno de fasto y boato ¿Tal vez data de esta época la primera disociación muerte-oropel e, igualmente, la primera ventana?


Probablemente, y a pesar de su corta edad, Borges era capaz de intuir que el despliegue ritual de futilidades era cosa de vivos, y que nada podía hacerse para remediar, o reparar al menos, la inevitable realidad de la muerte acechante.  El artista, como si observara e través de una ventana, se constituía en espectador del hecho sin involucrarse emocionalmenle, a no ser en la medida en que se entusiasma  aún ante los eventos cotidianos un niño de cinco años. Esta desvinculaciónn emocional debía de responder no a la indiferencia, sino  precisamente a una fina sensibilidad que le permitía discernir la diferencia entre el cortejo y  la muerte, percibidos como dos fenómenos paralelos. 


Jugadora
Yo me inclino a pensar que en Borges esta experiencia deja una impronta definitiva.  Ante la realidad de la muerte inexorable, que se hace palpable y cercana desde su primera infancia, se desencadena un proceso de reflexión sobre el periodo que hemos dado en llamar vida. Con  respecto a este gran memento mori primero y definitivo de su existencia, resulta particularmente evidente lo vano de muchas de las acciones que realizamos a diario. Asi, conductas asociadas al  placer y a la vida social aparecen ejecutadas por esqueletos en cuadros como Todos a la fiesta y La jugadora. Igualmente, rituales y ceremonias ocupan muchos centímetros  de su producción artística, en series como La Primera Comunión.


Borges, sujeto de la realidad, se desvincula de ella para hacerla objeto de análisis y, repentinamente, la realidad ya no lo toca, como si  entre ambos se interpusiera una pared,  y como si el único contacto existente fuera el que permite la espectación marginal a  través de una ventana. Asi, se hace patente a sus ojos cuán poco original es el comportamiento  humano: cada quien, en el inmenso escalafón de la vida, tiene una posición asignada y un rol que  desempeñar.  Cada rol tiene pautas para ser desarrollado. De este modo quien lo encarna ha de asumir los rasgos que caracterizan al personaje, que existe como una entidad independiente de la naturaleza única del individuo que lo anima.  De nuevo  el artista atisba hacia la realidad y reconoce los caracteres que dan curso a la trama de la existencia,  aislando también los signos que comunican quién es quién. 


La ventana transparente, cómplice, alude a una manera de penetrar la realidad sin formar parte de ella, de abordarla psicológicamente, aunque no físicamente.


Escuché a Borges contar cómo muchas veces asistió, a través de una ventana, a festejos y reuniones a los que le negaba el acceso su humilde condición social de aquel entonces. Cabe suponer que, así como la belleza no pertenece a quien posee un bello objeto, sino a quien lo admira, tampoco el artista se hallaba excluido de aquellos eventos por el simple  hecho de no protagonizarlos.


Títulos e imágenes hacen reiterativa la inclusión de las ventanas en su obra: en Todo pasa detrás, Adentro-afuera  y La gran montaña y su tiempo la acción tiene lugar a través de estas cavidades que desempeñan un papel preponderante en el lienzo. Hacen referencia tanto a una disposición física de tos objetos en el espacio, como a una posición vital en que el pintor pueda estar a salvo, gracias a su conciencia, de la corriente obnubilante de la vida, pero también agobiado por el peso de su propia unicidad y, sin lugar a dudas, solo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario