viernes, 10 de febrero de 2012

Pedro León Castro. Ochenta años

(Suplemento Cultural del diario Ultimas Noticias. Caracas, 20 de febrero de 1994,  nº 1344, última página. (Reeditado en el catálogo Pedro León Castro. Miradas desde el cristal, Ciudad Guayana, Sala de Arte Sidor, 23 de febrero- 27 de marzo de 1994 pp. 15-19).

Dos exposiciones complementarias pretenden rendir merecido tributo en la actualidad al maestro Pedro León Castro, quien al arribar a sus ochenta años de edad ha descrito una trayectoria de al menos seis décadas de trabajo consagrado a la investigación plástica, explorando aspectos relacionados no sólo con elementos formales, sino también con recursos técnicos.
Por una parte, el Museo Arturo Michelena de Caracas ha querido homenajear al artista a través de la muestra Invitación al Génesis. Pedro León Castro. Objetos metafísicos, en exhibición desde principios del pasado mes de diciembre, la cual comprende piezas realizadas durante la última década. Por otra, la Sala de Arte SIDOR de Ciudad Guayana, que desde hace más de dos años se ha dado a la tarea de presentar al público de la región la obra de los más resaltantes maestros nacionales en los diversos movimientos plásticos, exhibe a partir del 23 de febrero Pedro León Castro. Miradas desde el cristal, una selección antológica de los trabajos ejecutados entre 1941 y 1993.

Nadie más indicado que Francisco Da Antonio, vinculado al maestro por cincuenta años de amistad y testigo excepcional de la evolución de la plástica venezolana durante este siglo, para emprender la tarea de rescatar en el tiempo los principales momentos del recorrido artístico del pintor y contemplar retrospectivamente el discurrir de su obra. En este sentido, el citado investigador reporta sus reflexiones en el interesante texto crítico y la cronología que se incluyen en los catálogos de una y otra exposición.

Ambos proyectos museográficos permiten al público acceder a la no siempre bien divulgada obra de León Castro, haciendo al mismo tiempo justicia a quien fuera laureado en 1944 con el Premio Nacional de Pintura en el Salón Oficial Anual de Arte Venezolano, y se hiciera merecedor de un sinfín de reconocimientos y menciones en diversos eventos dentro y fuera del país, que incluyen las Ordenes 27 de junio (1971) y Andrés Bello (1981).

Autorretrato del lazo
La inclinación de León Castro hacia las artes se deja sentir desde su primera juventud, cuando recibe autorización para asistir a los talleres libres de dibujo en la Escuela de Artes Plásticas de Caracas durante las noches, talleres "tan libres que no había profesores, únicamente modelos de yeso". La definida vocación de León Castro hacía de él un pintor aún antes de consolidar su formación académica, y su talento queda de manifiesto en el Autorretrato del lazo, hoy en la colección de la Galería de Arte Nacional. Este lienzo se construye a través de matices conjugados para generar e! claroscuro que modela la fisonomía del artista, sin otorgar preponderancia a la línea, salvo en el contorno del rostro, definido por un grueso trazo oscuro que delimita la hu manidad del autor a modo de sombra proyectada.

Hada 1934, León Castro consigue una beca de estudios que le permite abandonar la carpintería donde hasta entonces había venido trabajando, e incorporarse como alumno regular a la Escuela de Artes Plásticas para atravesar por un periodo de formación tanto a nivel plástico como a nivel docente. A partir de entonces su prolífico hacer rendirá una producción signada por las más sorprendentes variaciones temáticas y estilísticas.

Proverbialmente asociado con la vertiente venezolana del Realismo Social, León Castro es, a decir verdad, un artista caracterizado por su versatilidad y su constante búsqueda en cuanto a técnica y contenido. Cierto es, sin embargo, que parte de su obra está vinculada con este movimiento, y que su paso por esa etapa deja una impronta que aflora con frecuencia en su pintura. Valga como ejemplo citar la concepción de la figura humana en sus desnudos: robustas féminas de maciza anatomía, de redondos volúmenes y gruesas articulaciones.

Este modo de representación proviene originalmente del estilo mediterráneo, que vuelve los ojos al arcaísmo griego, con recias figuras que encarnan el ideal de anatomía promovido por los nacionalismos de variada índole que desde los años veinte habían venido cobrando auge en Europa. Más tarde se opera una transcripción latinoamericana del concepto en el Muralismo Mexicano, que adopta este cánon incorporando manifiestas desproporciones con fines expresionistas  y  para destacar los rasgos característicos de los diversos estratos sociales, casi siempre con un cariz satírico a las clases poderosas.

En 1964 viaja a México,  en donde establece contacto con David Alfaro Siqueiros, pero desde la década anterior había venido trabajando en piezas de contenido social. Junto con Héctor Poleo, César Rengifo, Gabriel Bracho y José Antonio Fernández Díaz (Fez), Pedro León Castro da vida a un movimiento que procura la reivindicación de las clases desposeídas. Sin embargo, salvo en El desalojo (1954), Pedro León Castro representa en sus trabajos de este período escenas más bien anecdóticas. Aun cuando se inserten en los más míseros contextos, sus pinturas dan cuenta de episodios de la vida cotidiana y resultan impregnadas de un matiz pintoresco que diluye la desolación que emana de las obras de otros artistas de esa tendencia, las cuales se hallan revestidas de un carácter denunciativo más evidente. Datan de es ta época Sembradoras (1942), Esperando el pan (1956) y El barbero popular (1961).



En Nostalgia (1959) su paleta envuelve tonos predominan temente fríos, análogos entre sí, aplicados con anchas pinceladas barridas, para narrar con profusión de transpare cias el anodino tendido de la ropa recién lavada. Esta arm nía analógica puede encontrarse también en un pastel realizado anteriormente, El Baño (1957), si bien ésta se construye en base a tonos terrosos.

Lo anecdótico en la obra de León Castro se expresa también en contenidos urbanos, como en Soledad y la luna (1960), Hampa (1979) o Caracas bajo la contaminación (1980).

 Pese a que el Realismo Social en Venezuela no alcanzaría su expresión más característica en los murales, León Castro se cuenta entre el reducido número de pintores que pudieron emplear este medio para dar curso a sus inquietudes artísticas.

Refiere Da Antonio la admiración que suscitaba en César Rengifo la destreza del maestro para desenvolverse en las inusuales dimensiones que imponía esta disciplina. Es de lamentar la pérdida de La esclavitud en Venezuela, mural realizado por Pedro León Castro en el Liceo Miguel José Sanz de Maturín, y demolido, antes de su conclusión, en 1952. También se debe a su pincel el fresco que decora la Sala del Consejo Universitario en el edificio del Rectorado de la Universidad Central de Venezuela.

La esclavitud en Venezuela, ejecutado en honor al General José Tadeo Monagas, estaba compuesto por diversos paños, al igual que muchas otras obras del pintor (dípticos, trípticos), frecuentemente unificados por el ritmo que determ nan las manos de las figuras representadas, que también sirven de enlace para establecer la continuidad entre uno y otro panel de la obra (Hornemje al trópico (1966); Tríptico).

Su vasta producción incluye innumerables retratos, entre los que destacan los de Flérida, Josefina, Luz Marina y Marlene. Capítulo aparte merecen sus numerosos autorretratos, ejecutados en diversos períodos, con diferentes técnicas, con desigual paleta. Uno de ellos (1941) le valdría la Segunda
Mención Honorífica en el III Salón Oficial Anual de Arte Venezolano.

Obras como Naturaleza muerta (1953) y Bodegón (1961) forman parte de una investigación de las formas, de las text ras, de la luz, a través del estudio de objetos inmersos en el ambiente que les es propio. En esta misma tendencia surgiría en la década de los 80 la serie Magia del objeto, en que toda referencia contextual es suprimida, presentando en cada cuadro un solo elemento en toda su esplendente belleza de formas, volúmenes y colorido, elemento capaz de plenar por si solo la obra entera.

Los Objetos metafísicas, por su parte, constituyen otro hito en esta investigación que dura ya más de treinta años. Be-líos enseres cotidianos —una botella de vidrio que "parece" soplada; el caldero de cobre en que la madre de un amigo preparaba la jalea de mango— se presentan aquí en situa ciones metarreales, en ambientes que se caracterizan por una arquitectura fantástica, plagada de ventanas que se abren so bre inverosímiles paisajes. Sobrias composiciones se elabo ran sobre fondos monocromos, modulados por sutiles va riaciones tonales. Las figuras se recortan, plasmadas en vibrante colorido, contra vastas zonas oscuras.
A menudo los objetos se suspenden en el espacio, como en el Homenajea Crívelli (1991), en donde la manzana pende de un hilo y proyecta su sombra sobre un lienzo, que a su vez flota, y parece atravesar la ventana en el primer plano, la cual forma parte de un espacio arquitectónico sumido en la penumbra, del que sólo da cuenta una segunda ventana al fondo.

Esta presencia de las ventanas es reiterativa en la obra de León Castro, y puede ya apreciarse a partir de 1945, en el Retrata de Josefina. En los Objetos metafísicas, geométricos va nos se abren sobre firmamentos homogéneos, dando origen a zonas de luz que se insertan en superficies pardas. Entre los convencionales bodegones y los Objetos metafísicos León Castro establece un estadio intermedio caracterizado por una geometrización de la forma, perceptible en obras como Viejos símbolos (I,II y III), Espíritu y Materia, todas ellas de 1966, en las que los objetos se agrupan sobre una mesa de madera. En Espíritu y Materia las imágenes aparecen plasmadas desde una perspectiva caballera.

A veces el artista permite que el soporte aflore, en ciertas zonas, para narrar los pormenores de algunas de las imágenes representadas: la textura de la piel o la naturaleza de las entidades figuradas. Este es sólo uno de los recursos de que se vale el autor, avezado en el empleo de las más diversas modalidades técnicas, entre las que destaca la encáustica. Precisamente en estos días el artista comunicaba sus conocimientos en este campo a través del taller "Pintemos a la encáustica", realizado en el Museo Arturo Michélena echando mano de la experiencia adquirida en más de medio siglo de actividad docente.

Las exposiciones de Caracas y Ciudad Guayana forman parte de una tan justa cuanto necesaria tarea de difusión y análisis de la obra de Pedro León Castro. Acerca de ella todavía hay mucho que decir, entre otras razones porque, afortunadamente, el artista continúa erguido a sus ochenta años. y porque mantiene la disciplina que ha caracterizado su trabajo, entregado a una labor que aún ha de rendir muchos frutos.

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