lunes, 21 de septiembre de 2015

Laudato si

El Universal, 21 de septiembre de 2015


La relación entre degradación ambiental y pobreza ha sido el tema en torno al cual han girado últimamente muchas de las disertaciones del Papa Francisco. Sin ir más lejos, hace pocos días exhortó a los ministros de Medio Ambiente de la Unión Europea, con quienes mantuvo un encuentro, a tomar medidas que contribuyan al cuidado de la Creación.

Ya en el mes de julio había expuesto su visión del asunto durante la inauguración del Congreso “Esclavitud moderna y cambio climático: el compromiso de las ciudades”: fenómenos relacionados con el inapropiado trato del planeta, tales como la desertificación causada por la deforestación, ocasionan desplazamientos masivos de personas, que son presa fácil del trabajo esclavo o la prostitución cuando se ven obligados a migrar a grandes centros poblados.

El Pontífice estableció recientemente la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que se celebrará a partir de este año el día 1º de septiembre, como en la Iglesia Ortodoxa. Pero ninguna iniciativa refleja tan claramente la preocupación de la Santa Sede por el deterioro ambiental y sus consecuencias como la presentación de Laudato si, la segunda encíclica del Papa Francisco. En ella, Su Santidad se dirige no solo al mundo católico, sino a todo habitante del planeta, al que se refiere mencionándolo como “nuestra casa común”.

“Laudato si” son las palabras con que comienza el Cántico de las Criaturas, escrito en el siglo XIII por San Francisco de Asis, de quien toma su nombre el Pontífice y que no pocas veces le ha servido de inspiración: “Alabado seas, mi Señor, por la hermana nuestra madre tierra, la cual nos sustenta y gobierna, y produce diversos frutos con coloridas flores y hierba”.


Algunas de las propuestas que la encíclica recoge van en la línea de limitar sustancialmente el consumo de energía no renovable, promover una adecuada gestión de los bosques, del transporte y de los residuos, y de intervenir cuanto antes en el grave problema del despilfarro de alimentos. Del mismo modo, el Pontífice menciona la “deuda ecológica” que mantienen unos países para con otros, básicamente del Norte para con el Sur. Este último punto ha despertado cierta polémica en quienes han sentido estas afirmaciones incómodamente próximas a la Teoría de la Dependencia, según la cual los recursos naturales fluyen de los países pobres hacia el núcleo de los países ricos. La explicación en sí misma no está descaminada. Lo que ha causado malestar es el antídoto que dicha teoría propone: restringir el comercio con los países desarrollados y limitar la inversión extranjera, un modelo económico que a día de hoy resulta indefendible, según algunos economistas. Como quiera que sea, Laudato si enfatiza la necesidad de abordar los problemas ambientales y económicos a través de un debate razonado en el que participen todos los sectores de la sociedad.



Sin duda me resulta loable la decisión de la Santa Sede involucrarse en problemas acuciantes y de aprovechar su influyente posición para fomentar nuevas actitudes y estilos de vida, contribuyendo a establecer un apropiado marco moral e institucional. Otras personalidades lo han hecho, con esas u otras intenciones. Baste recordar la película Una verdad incómoda, relacionada con la campaña que efectuara el ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, para educar a los ciudadanos acerca del calentamiento global o, en otro tenor, la Carta a la Tierra, escrita por Mikhail Gorbachov, quien, con acierto, subraya la responsabilidad que tenemos para con las futuras generaciones y no vacila en promover la filosofía de los indígenas americanos: "no hemos heredado la tierra de nuestros padres , sino que la tomamos en préstamo de nuestros hijos”.

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