martes, 28 de octubre de 2014

Puente


El Universal, 28 de octubre de 2014


Más que poner en luz los propios pareceres, escribir es dejar caer un guante ante nuestro interlocutor, por ver si se anima a recogerlo. Se vuelcan en el texto las propias impresiones, la propia explicación del mundo (el material y el intangible), pero no como un acto hedonista en el que se pontifica como si se estuviera en posesión de una verdad incuestionable; no como un ejercicio terapéutico en que se organizan las ideas. Si este último fuera el caso, bastaría con garrapatear un diario que se mantuviera dormitando en el fondo de un cajón.

No. Escribir un texto que ha de ser público es embutir un mensaje en una botella y lanzarla al océano, sin saber en qué playa acabará ni qué manos habrán de recibirla. Es como despedir un barco de papel en el torrente efímero que corre pegado al borde de la acera y enviarlo a recorrer el mundo. Escribir es abrir una puerta, es lanzar un anzuelo, es encabezar una rebelión, es provocar. Poner el alma desnuda en algo que deja de pertenecernos y es propiedad de todos en el momento preciso en que se publica por vez primera.

Es exhibir impúdicamente tus miserias, tus errores, y compartir lo que se gesta en la íntima oscuridad de tu ser, para que otros puedan verlo, pero sobre todo, para que puedan contestarlo.

Escribir, en fin, es tender un puente. Un puente como esos en que se besan los enamorados, suspendidos sobre el tumultuoso caudal de la realidad. Un puente que comunica dos orillas; un puente edificado hacia otras personas por el que he visto venir, en buena hora, muchos que hoy son muy importantes en mi vida.

Diría Umberto Eco que se opera una síntesis entre lo que el autor de una obra forja, dejando en ella mucho de sí, y lo que percibe aquel que se aproxima a esa obra, con su propia historia, sus propias lecturas e interpretaciones.

Nunca puede ser más enriquecedor un encuentro que cuando ambas partes pueden comunicarse recíprocamente los significados que atribuyen a aquello que les vincula, a la obra.
Estas líneas son apenas un ejercicio de humildad, de gratitud, especialmente a aquellos que han escuchado mi voz y han respondido mi mensaje, para los que apenas se han atrevido a acercarse y los que se han quedado para siempre en mi vida.

Gracias por haber atravesado el puente hasta esta orilla.

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