martes, 7 de octubre de 2014

Vientre Primerizo


El Universal, 7 de octubre de 2014


En los tiempos que corren, el advenimiento de un libro viene a resultar no solo un acontecimiento digno de ser celebrado per se, sino también una muy motivadora inspiración para asumir cualquier reto. Por una parte, cristalizan en sus páginas el tiempo y el esfuerzo invertidos en crear un puente a través del cual quien escribe despierta en el lector determinadas sensaciones, haciéndole partícipe de su propio pensamiento; por otra, también confluye en su publicación el trabajo de un sinnúmero de personas involucradas en cada una de las etapas previas al lanzamiento de la obra.

Tal es el caso de Vientre primerizo, el segundo proyecto que la polifacética Gabriela Olivo de Alba emprende de la mano de la Editorial Lector Cómplice, constituyendo un tándem absolutamente exitoso.

Su concepto trasciende la noción convencional de la obra, evolucionando hacia el libro-objeto, de modo que el trabajo creativo no se agota en la producción del texto, sino que se extiende al propio continente, haciendo de cada ejemplar una pieza única y diferenciada. En efecto, la autora modifica cada uno de los libros, interviniéndolos al añadir detalles particulares que pueden incluir desde la impresión manual de algún sello, hasta la inserción de pequeños y sutiles objetos que sorprenden al lector cuando recorre sus páginas.


Vientre primerizo constituye, en alguna medida, parte de un proceso catártico en el que la escritora pretende digerir el distanciamiento de quien fuera uno de sus más importantes interlocutores a nivel creativo, Ernesto Bañuelos, fallecido en 1987. Tal y como explica su autora, el libro no constituye una recopilación de textos biográficos propiamente dichos, sino más bien la síntesis de los múltiples puntos de contacto en que Bañuelos y Gabriela convergían y que van dejando su impronta aquí y allá a lo largo de los diferentes episodios del discurso narrativo, estructurado en tres partes: Detente, Vientre Primerizo y Hura crepitans. Al respecto, Gabriela señala: “era tal la cercanía entre nosotros que en ocasiones tomábamos prestadas las vivencias y anécdotas del otro como si fueran propias, de tal forma que a veces era difícil asegurar quién había aportado una cosa o tal otra al conjunto de la pieza”

Esta mexicana, vinculada a Venezuela mediante lazos que incluyen desde las visitas realizadas a temprana edad a su padre, que vivía en Caracas, hasta su desempeño como Agregado Cultural en nuestro país, ha incursionado con éxito en distintos campos del arte, hallando en el performance uno de sus canales de expresión predilectos. Actriz, diplomática y profesora universitaria, ha destacado, no obstante, también como fotógrafa y, más recientemente, como escritora, particularmente a través de Ojo de la Cerradura, lo que ella denominaría un “diario onírico”, una transcripción de sus sueños narrados magistralmente con un lenguaje directo y no por ello menos rico en imágenes.


Vientre Primerizo es pródigo, así mismo, en imágenes, insertando fotografías tanto de la propia Gabriela Olivo de Alba, como de su hijo Mauricio Arechavala, que ya tiene varios años de andadura en el oficio.

Por su parte, la Editorial Lector Cómplice es la faceta más visible de la Fundación que lleva el mismo nombre, surgida en Los Teques a mediados del 2006. En los últimos dos años ha publicado 37 obras que incluyen cuentos infantiles, ensayos, novelas y poesía, y en breve verán la luz cuatro libros más, según señala la dinámica Lesbia Quintero, quien encabeza el equipo editorial que ha suscrito los dos proyectos de Gabriela, tanto Ojo de la Cerradura como Vientre Primerizo.

Resulta del todo estimulante comprobar no sólo cómo sigue bullendo la creatividad en nuestro país, sino también cómo hay quien se arriesga para llevar adelante nuevos proyectos y los saca adelante, a pesar de las previsibles vicisitudes. Será una prueba más de que la clave está centrar la atención en los resultados que esperamos y en no definir nuestra actitud por los obstáculos, que no deben distraernos de la meta más que el tiempo indispensable para pensar en cómo sortearlos.

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