martes, 17 de diciembre de 2013

Embajadores a destajo


El Universal, 17 de diciembre de 2013

El polifacético pensador argentino Raúl Scalabrini Ortiz expresaría: “Nuestra ignorancia ha sido planificada por una gran sabiduría”.

Esta “gran sabiduría” a la que se refería el escritor aludía, no sólo a la política de gobernantes inescrupulosos que disfrutaban de mantener al pueblo sumido en la ignorancia para manipularle a capricho, sino también, y sobre todo en el contexto en que él lo aseguraba, al colonialismo que material o intelectualmente se había venido ejerciendo sobre nuestro continente.

Sin desconocer la verdad que entraña la aseveración de Scalabrini Ortiz, no creo que haya una acción deliberada destinada a provocar la división y la ignorancia, sino que mucho se medra sacando provecho de un terreno abonado por la estrechez de miras y por un conjunto de creencias que tiende a perpetuarse.
A veces me fastidia el discurso anti-imperialista porque siento que en el fondo se pone más énfasis en el rencor hacia quienes nos penetran culturalmente que en el fortalecimiento de nuestra propia identidad, una identidad signada quizá, precisamente, por la multiculturalidad.

Vivimos en un mundo globalizado. No es posible negar las bondades que se desprenden del rápido acceso a datos de toda naturaleza a través de las tecnologías de la información y la comunicación. Proveyéndonos de insumos para la reflexión, deberían de ampliar nuestra perspectiva en la medida que las abordáramos a través de una aproximación aunque fuera medianamente crítica.

Así pues, mi percepción es que los esfuerzos deberían estar encaminados a preservar, divulgar y, en algunos casos, hasta a descubrir nuestros propios rasgos idiosincráticos, de modo que pudieran coexistir junto con los de otras culturas, sin que ni los unos ni los otros se vieran lesionados. Ya en otras oportunidades me he pronunciado acerca de lo improbable --e incluso inconveniente—de mantener una identidad químicamente pura.

Sin embargo, convengo en que hemos dado en subestimar nuestra propia valía. Muchos han tratado con anterioridad el asunto del “complejo de inferioridad” que padece el venezolano. “En muy buena medida seguimos creyendo, como la Malinche, que lo que viene de afuera es necesariamente mejor “ apuntaría Marcelo Colussi, quien por cierto es psicólogo. “Cargamos como grilletes un inmenso complejo de inferioridad que nos impide ver las maravillas que poseemos y la grandeza de nuestra gente”, apuntaría Mónica Cardozo.

Circunstancialmente, involuntariamente, me he ido topando con valores venezolanos y, a lo largo de este año, me ha parecido de justicia exaltarlos. Se trata de los embajadores a destajo. Escrutando en el concepto de “embajador” descubro que en él subyacen principalmente dos rasgos: uno, el hecho de representar a un Estado, colectivo o personaje, y dos, el hecho de estar excepcionalmente facultado para desempeñar su misión en términos cualitativos. Esto es: poseer especial destreza o maestría para ejecutar su labor.

Diplomáticamente, un embajador es un individuo autorizado oficialmente para representar al gobierno de su país en un estado extranjero de modo permanente. Pero, inevitablemente, ya por el sólo hecho de ser venezolanos, hay quienes se constituyen extraoficialmente en nuestros representantes en sus respectivas disciplinas.

Una vez más es posible que surja la polémica acerca de la pertinencia de que ciertos personajes hayan permanecido o no en el terruño natal. Habría que examinar las circunstancias particulares de cada quien. Estoy segura de que el amor por su país es, en muchos casos, incuestionable, y que desde la distancia están haciendo cosas por los venezolanos: le están diciendo al mundo que tenemos cualidades intelectuales, morales y humanas para posicionarnos en cualquier campo al más alto nivel. Pero, sobre todo, nos lo están diciendo a otros venezolanos, lo que debería contribuir incrementar nuestros niveles de confianza en nosotros mismos, a perseverar en nuestras metas y a saber que, por muy adversas que puedan llegar a ser las circunstancias, se puede seguir creciendo dentro y fuera del país.

Desde mi condición de inmigrante e hija de inmigrantes mal puedo comulgar con resabios chauvinistas: la gente es gente en cualquier parte del mundo. Pero me parece de recibo reconocer los logros de quienes dan la cara por nosotros, a veces calladamente, con un mensaje claro: hacia dentro, que ese supuesto complejo de inferioridad no tiene razón de ser, y hacia fuera, destacando talentos que se desempeñan en sus respectivas áreas con un nivel muy alto de calidad.

Personajes como Manuel Hernández Silva, Zoraida Avila, Elvia Sánchez, Leonardo Pizzolante, Leonardo Lozano, Eugenia Adam, Rafael Chávez, César Yacsirk , Ignacio Izcaray, Libardo Linárez, Ronald Tancredi, José María Salvador, Marlon Quintero, Nidia Tabárez y José Luis Colmenares están ofreciéndole al mundo lo mejor de nosotros.

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