martes, 9 de julio de 2013

Rafael Gómez: extraterrestres y fantasmas

El Universal, 9 de julio de 2013

He buscado en el diccionario la palabra decepción: “Pesar causado por un desengaño”. Y a continuación prosigue: “engaño: falta de verdad”. El asunto es saber desde dónde se produce la falta de verdad: si ha sido alimentada desde el exterior, o si surge de nuestras propias lecturas equivocadas, o a veces precipitadas, de la realidad.

Cuando yo era adolescente, veía un programa de televisión que en su día cautivó a la audiencia: V: Invasión extraterrestre. La serie narraba la progresiva infiltración de seres de otro mundo en nuestro planeta.  Esos seres, una especie de lagartos, adquirían apariencia humana e iban relacionándose con otros terráqueos, mezclándose, accediendo a información confidencial y escalando posiciones de poder. Posiblemente, una de las claves del éxito del guión radicaba en sembrar en el ánimo del telespectador una buena dosis de inquietud a partir del momento en el que, de la forma más inesperada, ciertos personajes a los que habíamos tenido por “buenos” durante innumerables capítulos resultaban ser… lagartos. Súbitamente, la piel humana comenzaba a rasgarse, el cuerpo eclosionaba y, de su interior, brotaba la entidad viscosa y terrorífica.

A partir de entonces la imagen se ha convertido en un jocoso referente al que vuelvo los ojos alguna vez. Cuando alguien me sorprende, recuerdo el momento en el que la apariencia humana del lagarto cedía el paso a la identidad auténtica del invasor interplanetario. Y lo celebro. Lo agradezco. Prefiero saber si estoy tratando con lagartos o con humanos, conocer el terreno que piso y saber a qué atenerme

Salvando el hecho de que creo que el ser humano es intrínsecamente bueno, orientado hacia el crecimiento y la autorrealización, la inescrupulosa utilización del engaño existe. Pero también es verdad que a veces los equívocos provienen de nuestra natural tendencia a interpretar los hechos, a idealizar, a sacar conclusiones a partir de un número de datos insuficiente, lo que conduce a hacer lecturas de la realidad inadecuadas.

La explicación a este fenómeno me la ha facilitado alguien a quien el azar me ha deparado la suerte de conocer: el psicólogo Rafael Gómez Rodríguez, vicepresidente de la Asociación Mentes Abiertas, una organización en la que han confluido la determinación y la calidad humana de tres profesionales: el propio Rafael, José Alvarez Gómez e Ignacio Calvo Rodríguez. Haciendo gala de una mística admirable, han querido crear un lugar de encuentro e intercambio de experiencias para los profesionales del campo de la Psicología, al tiempo que han puesto al alcance de cierto número de personas, que de otro modo no podrían costeárselo, el apoyo psicológico.

La trayectoria de Rafael se ve respaldada no sólo por su formación, sino por su actitud de apertura, que le conduce a explorar y actualizarse continuamente, mientras contribuye a formar a otros profesionales. Experto en psicología forense, en coaching, en psicoterapia, en formación de asociaciones y en EMDR (Eye Movement Desensitization and Reprocessing) es, además, karateca, y encuentra tiempo en su vida personal para su familia, sus dos perras y su afición a la novela histórica y al parapente.

Una de las circunstancias que mayor desazón es capaz de provocar en el ser humano es la
incertidumbre, explica. Para aminorarla, registramos una serie de datos y, a continuación, los organizamos en una composición que pretende explicar una situación y constituir un punto de partida para actuar. El problema es que, las más de las veces, asumimos como verdades contundentes lo que en realidad son apenas conjeturas, suposiciones que involucran nuestra historia pasada, capaz de operar como una lente que distorsiona la realidad.

La ilusión, según la RAE, es una “imagen o representación sugerida por la imaginación o causada por engaño de los sentidos”. La des-ilusión existe. Es el contraste con los hechos. A veces da lugar a la decepción, cuando hemos idealizado algo y constatamos que no es lo que esperábamos. Pero este contraste a veces también puede resultar liberador, cuando asumimos que nuestros más oscuros íncubos son sólo fantasías que no necesariamente tienen por qué coincidir con la situación real.

¿El antídoto? Rafael ha descubierto el poder de una vocal: la O. Cada vez que demos por cierta una conjetura, podemos entretenernos en elaborar infinidad de explicaciones alternativas: “Pasa esto, o lo otro. O también es posible qué…” Ello pone de manifiesto cómo nuestra interpretación es sólo una de las posibles explicaciones, y la redimensiona como lo que es : una especulación. Un ejercicio que fortalece la prudencia, la objetividad y, sin duda alguna, la tranquilidad.

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