viernes, 13 de julio de 2012

¿Aprender con Mozart?


El Universal, 10 de julio de 2012


En 1993 se publicaron en la revista Nature los resultados de un estudio acerca de los eventuales beneficios derivados de escuchar música de Mozart. Se trataba de una primera aproximación al asunto, pero resultaba muy comercial divulgar como hechos concluyentes lo que la investigación apenas parecía haber vislumbrado: la capacidad de resolver problemas espacio-temporales aumentaba cuando los individuos eran sometidos a breves audiciones de la sonata para dos pianos en re mayor k448 de Mozart.

La convicción de que era posible incrementar la inteligencia mediante la música desencadenó la producción y distribución de grabaciones y equipos, con el consiguiente movimiento de capital. La psicóloga Frances Rauscher, de la Universidad de California, autora de la investigación publicada en Nature, deploró que se usaran sus trabajos con propósitos comerciales, aclarando que no había evidencia científica de que escuchar algún tipo de música aumentara el nivel de inteligencia. ¿Existe realmente, entonces, el llamado Efecto Mozart?

Don Campbell
Aunque estudios posteriores no han podido verificar que haya efectivamente una relación entre la música y el incremento de la inteligencia a corto plazo, sí parece haber una serie de bondades asociadas a Mozart y a la música barroca. Se ha comprobado una y otra vez, por ejemplo, que incide en la disminución tanto de la frecuencia de los ataques epilépticos en pacientes aquejados por esta dolencia, como de la duración e intensidad de cada episodio. Del mismo modo, composiciones de este autor se utilizan con éxito en el tratamiento del Alzheimer, de las afecciones vocales (reproducimos sólo los sonidos que somos capaces de escuchar) y de diversos trastornos emocionales. Alfred Tomatis, George Lozanov , Larry Dossey y Shinichi Suzuki destacan entre los apóstoles de la musicoterapia. Pero quizá quien más haya contribuido a popularizar el impacto de la música en el bienestar físico y psicológico es Don Campbell, músico, crítico musical y gerente de agrupaciones corales infantiles. Fue él quien acuñó la expresión "Efecto Mozart", que da también título a su libro (1997), en el que desvela los beneficios de la música en los niños desde la gestación y durante el parto.

Ya Tomatis se había preguntado en su libro Pourquoi Mozart? qué es lo que diferencia la música de este compositor de la de otros. El sonido viaja en ondas y se mide en frecuencias e intensidades. La frecuencia se mide en Herzios. La intensidad, en decibeles. Análisis computarizados, efectuados por Hughes y Fino en el año 2000 (The Mozart effect: distinctive aspects of the music--a clue to brain coding), lograron identificar las características físicas en las que radica el poder benéfico de la música de Mozart y de otros compositores cuyas obras surten el mismo tipo de efecto, a saber: una preeminencia de las notas G3 (196 Hz), C5 (523 Hz) y B5 (987 Hz) y una “periodicidad larga”, es decir, ondas que se repiten en ciclos que varían de 10 a 60 segundos, según explica el doctor J.S. Jenkins en el Journal of the Royal Society of Medicine (abril de 2001).

Al parecer, la mejora en la capacidad de resolución de problemas espacio- temporales se debe a la
estimulación que efectúa la música en ambos hemisferios cerebrales simultáneamente, ya que, como evidencia el tomógrafo, el ritmo y el tono tienden a procesarse en el lado izquierdo del cerebro, mientras que la melodía se procesa en el lado derecho.

En síntesis, la estructura de la música barroca es capaz de ocasionar reacciones en el cerebro que, finalmente, funciona en base a impulsos eléctricos. Mozart induce la producción de ondas alfa, asociadas a un estado cerebral óptimo para el aprendizaje, por lo cual, si bien no hay evidencia de que su música pueda modificar el potencial de cada individuo, al menos sí consta que facilita un mejor aprovechamiento del mismo, al tiempo que se ha comprobado la eficaz utilización de sus composiciones a nivel terapéutico.

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