viernes, 18 de mayo de 2012

Miró republicano y demócrata

En: Miró mirándonos. Suplemento Cultural del diario Ultimas Noticias. Caracas, 19 de diciembre de 1993 n§ 1335 pp. 14-15.

Joan Miró
El 18 de julio de 1936, el levantamiento del general Francisco Franco contra la República española,  gobernada por la coalición de izquierdas  que había obtenido el triunfo en las elecciones del mismo año, marcó el inicio de un cruento periodo  en la historia de España: la Guerra Civil, que habría de prolongarse hasta 1939.

No hubo español que permaneciera indiferente a la contienda, ni tampoco ninguno que surgiera indemne de ella: la guerra dejaría profundas huellas en las conciencias y  en los bienes materiales de un pueblo que había visto derrumbarse, paulatinamente,  su tolerancia  ante las injusticias, la inestabilidad y las amenazas de un totalitarismo que  al fin acabaría por imponerse.

Ya en el transcurso del reinado de Alfonso XIII, ascendido al trono en 1902, había venido acentuándose  una serie de dificultades económicas  que a menudo desembocaron en manifestaciones violentas. La monarquía demostraba su incompetencia para hacer frente a los desajustes relacionados  con la liquidación del imperio colonial, las aspiraciones autonómicas de Cataluña, el anarquismo y los esfuerzos por mantener el control sobre las posesiones africanas.

En 1923, al parecer con el tácito consentimiento del Monarca, fue impuesta la dictadura del general Miguel Primo de Rivera. El Senado y el Parlamento fueron disueltos  y se estableció la censura de prensa con el propósito de contener las revueltas populares.

Durante este período se promulgaron el Código del Trabajo y otras leyes de carácter social.  Sin embargo, la prolongación de una dictadura que había prometido ser transitoria , despertó un sentimiento de animadversión  que conjugaba elementos de las más diversas ideologías: monárquicos constitucionalistas, republicanos y socialistas convergieron  en lo que se convertiría en un movimiento antidinástico,  el cual habría de culminar en 1930 con la dimisión del Dictador , quien, al constatar que había perdido el apoyo del ejército, se retiró a París, donde fallecería repentinamente en marzo del mismo año.

También la intelectualidad , de la que Miró formaba parte,  se opuso al régimen dictatorial.  Creadores que son orgullo de las letras y de las artes de España legan a la historia numerosos testimonios literarios  y plásticos de su percepción  acerca del contexto en el que se gestaba la guerra.

Con  miras a restablecer la normalidad constitucional se convocó a unas elecciones municipales que de hecho se transformaron, debido a la naturaleza  de los contendores, en un plebiscito entre la Monarquía y la República.  El triunfo de la República desembocó en  la  “suspensión del ejercicio del poder real” y la salida de don  Alfonso del territorio nacional en 1931.

Las Cortes Constituyentes convirtieron a España en una “República de trabajadores de todas las clases”, separó a la Iglesia del Estado y concedió la autonomía al País Vasco y a Cataluña.

Miró, quien desde 1921 se había instalado en París, regresó a Barcelona en 1933. Su retorno coincidía con el triunfo de las fuerzas de centro derecha  en las elecciones a Cortes, la cual originó en protesta la huelga general y el alzamiento de los mineros de Asturias y del Gobierno Autónomo de Cataluña, expresiones  éstas que fueron duramente reprimidas.

Hombre y mujer delante de un montón de excrementos
De esta permanencia en Barcelona data  Hombre y mujer delante de un montón de excrementos (1935), correspondiente a un período en el que el artista inicia una nueva etapa  caracterizada por la presencia de una iconografía torturada y monstruosa en su obra1.

En 1936 la coalición de izquierdas  del Frente Popular  retomó el poder tras alcanzar el triunfo en el proceso electoral. Mientras tanto, los antiguos monárquicos de la “Renovación Nacional”, los carlistas de la Nueva Organización de Falange Española, las Juntas Obreras Nacional-Sindicalistas  y los católicos conservadores aunaron sus fuerzas  contra el Frente Popular, considerado por ellos como una facción extremista. Es entonces cuando se produce el levantamiento de Franco, quien logró desvirtuar en su provecho un movimiento sustentado en partidos que procuraban originalmente la reivindicación de la clase obrera.

Miró, que se encontraba en el polo republicano de la contienda, se marchó a París ese mismo año.  “Estaba en Montroig. Tuve que partir  porque un compañero vino a decirme: “Tienes que salir ya. Los tipos de la FAI –Federación Anarquista Internacional- quieren eliminarte. Me quedé asombrado. Había pasado esto: mi hermana se había casado con un imbécil de la extrema derecha. Yo asistí al matrimonio y un diario local publicó la lista de los invitados, en la cual, evidentemente, yo figuraba. Eso fue en 1936, muy al principio. Tuve que salir volando. Fue muy doloroso, evidentemente. Y además, yo tenía a Dolores [su hija] que era una niñita de  quien yo  era responsable. En Montroig se quedó mi madre,  con militares que se portaron muy bien con ella. Sin la historia de mi hermana me hubiera quedado aquí. Hubiera tratado de hacerme útil.”2

La antipatía de Miró hacia el régimen franquista se dejaba sentir constantemente. Durante el régimen exponía: “La horrible tragedia por la que atravesamos  podrá sacudir a algunos genios aislados y darles un vigor creciente, pero si las potencias de la represión conocida  bajo el nombre de fascismo se  extienden todavía, si  nos sumergen más adelante en el callejón sin salida de la crueldad y de la incomprensión, será el fin de toda dignidad humana”.3 Años más tarde el artista comentaría a Goerges Raillard: “Franco murió hace quince días. No me siento nunca bien. Jamás.  Pero así y todo, desde la muerte de Franco, hay una puerta entreabierta. Al menos, se puede respirar mejor. Ya no se habla más de Franco. Pero atención: habrá que hablar siempre del franquismo, del facismo .”4

Resulta fácil comprender la identificación de Miró con la causa republicana si se consideran no sólo sus principios ideológicos, sino también otros factores. En primer lugar debe tomarse en cuenta su origen.  Defensor de la catalanidad, comulga con las aspiraciones autonómicas de Cataluña, que los republicanos veían con beneplácito. Habiendo crecido en contacto con los campos de Mallorca y Tarragona, cabía esperar que el artista se inclinase  a favor de un movimiento que abogara por las clases desposeídas con las que simpatizaba, a las que consideraba verdaderas y con las que se identificaba: “Las cosas más simples me dan ideas.. un plato en el que un campesino come su sopa; me gusta más esto que los platos ridículamente ricos de la gente rica (…) Una horca, una horquilla bien cortada por los campesinos, son cosas muy importantes para mí.”5

La masovera
Existe, en la obra de Miró, una búsqueda de lo primario, de lo esencial, que se traduce en el respeto y la admiración hacia la identidad cultural, las etnias, las autoctonías. Ello podría considerarse una de sus principales vinculaciones  con el movimiento surrealista, empeñado, como señala Werner Schmalenbach,6 en  descubrir niveles primitivos  de experiencia humana y en presentar al punto de vista moderno una especie de candidez pre-civilizada. Con respecto a esa búsqueda, el artista expresó: “Cuando un espectador se reconoce en mis personajes, no siente lo que lo separa, sino lo que le acerca a todos los demás hombres, sea blanco o negro,  del sur o del norte, negro o chino”7. Y más adelante prosigue: “Lo anónimo permite alcanzar lo universal,  estoy persuadido de ello…”8  Dicho sea de paso, los surrealistas, también en razón de su admiración por la autenticidad, manifestaban abiertamente su adhesión a una ideología de izquierdas. De hecho André Bretón, líder de los surrealistas,  se creyó en el derecho de expulsar a Miró del grupo por haberse atrevido  a participar en el decorado de los Ballets Rusos de Diaghilev, considerados “arte de ricos”.

El acontecer en la obra de Miró no es puramente plástico, sino que también puede revestir diversas connotaciones denunciativas e ideológicas. Aunque nada en ellos está dispuesto al azar,  subyace en cada uno de sus trabajos plásticos una fuerza primitiva,  visceral, instintiva, que se transcribe sobre el soporte en una primera fase  cargada de emoción. A lo largo de toda su trayectoria plástica  es posible hallar hitos que dan prueba de su identificación con la causa republicana.

Bodegón con zapato viejo
En el lienzo Bodegón con zapato viejo, fechado al reverso del 24 de enero al 29 de mayo de 1937,  Miró plasma las primeras necesidades de la vida en estado de desintegración. Esta naturaleza muerta, que pretende ser una crítica a la pobreza y el sufrimiento del pueblo español abrumado por la Guerra Civil, presenta una manzana con un tenedor clavado en ella, una botella de ginebra a medio envolver, una hogaza de pan y el zapato viejo que da nombre a la obra,  plasmados en colores oscuros y bajo sombras amenazadoras. El hecho de que el zapato esté representado en colores más suaves  no disminuye para nada su vigor como símbolo de necesidad. Las callosidades y arrugas que denotan el haber sido usado durante largo tiempo son evidentes y revelan el cansancio del pie que alguna vez lo usó. Años más tarde el artista comentó a De Benito: “El tenedor ataca a la manzana como si fuera una bayoneta. La manzana es España.” 9

El afiche serigráfico  Aidez l´Espagne constituye una de las más connotadas  manifestaciones de Miró contra el franquismo. Realizado también en 1937 con el propósito de recabar fondos  para apoyar al bando republicano, representa, a la manera característica de Miró, el busto de un hombre tocado con la clásica barretina de la vestimenta tradicional catalana.  Según Harry Bellet10  el puño y el brazo sobredimensionados  sorprenden y atraen la atención, así como el  rojo y el amarillo      se adaptan maravillosamente a la necesidad de una imagen de propaganda. En el boceto del afiche Miró escribe: “En la batalla actual veo en el lado fascista fuerzas caducas, en el lado opuesto, al pueblo, cuyos inmensos recursos creativos darán un impulso a España que asombrará al mundo”.

El segador
Ese mismo año Miró participó junto a Picasso (Guernica), Julio González (Montserrat), Alexander Calder (La fuente de Mercurio) y Alberto Sánchez (El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella) en la Exposición Universal de París. Miró realizó El Segador sobre  seis de las placas de celotex que rodeaban el recinto del pabellón de la España Republicana, diseñado por Josep Lluis Sert y Luis Lacasa.  Para la obra, de la que sólo resta el testimonio fotográfico,  puesto que fue desmontada junto con el pabellón, Miró empleó a imagen del típico labrador catalán tocado con la característica barretina. Recortándose contra el fondo  la figura –procedente de del himno de liberación catalana, Els Segador--  con el rostro vuelto hacia el cielo, agita los brazos, que semejan más bien garras, blandiendo la hoz, en un gesto que  sugiere a la vez un clamor de justicia y un desafío.

En 1940, un año después de concluir  la Guerra Civil,  Miró regresó a España y se radicó provisionalmente en Mallorca, tras  confrontar una serie de dificultades: “Evidentemente, yo era sospechoso por esto [se refiere a la inscripción al pie del afiche Aidez l´Espagne y a su participación en el Pabellón Español en la Exposición Universal de París en 1937] y por toda mi historia. Como amigo de Sert, que había sido el arquitecto del  pabellón de España, y como amigo de Prats, que había estado preso ocho meses.” 11

serie Barcelona
Fue justamente Prats quien editó la Serie Barcelona, colección de cincuenta litografías en blanco  y negro  iniciada en el año 1939 y cuyo tiraje concluyó en 1944, en la que algunos autores han querido ver el comentario  plástico de Miró sobre la Guerra Civil  española. La serie completa de litografías,  de cada una de las cuales se editaron sólo cinco  ejemplares, reposa en la Fundació Joan Miró en Montjuic. Según Raillard, la Serie Barcelona parece dar su verdadero rostro a  todos los monstruos en el poder, Sin embargo, las autoridades no molestaron nunca a Miró a causa de ella: “Las censura no vio que eran grabados políticos. Y además, ya era más tarde, yo los había terminado en 1944. El poder de Franco me ignoró totalmente y, hasta ahora, es como si no existiera.”12

Otra referencia de Miró a la situación de España puede encontrarse en una colección de 27 pinturas  sobre masonite  desarrollada por el artista a partir de 1936. Estas, aunque no plasman expresamente situaciones de guerra, reflejan una carga de violencia que, según Malet13  se hace patente a través del modo mismo de pintar  y en el soporte anticonvencional, nunca totalmente cubierto por los también anticonvencionales medios que se suman al óleo: alquitrán, arena, caseína y betún.

A lo largo de toda su vida Miró asumió posiciones comprometidas a favor  del respeto a  los valores  inmanentes de justicia y libertad.  En 1970 se sumó a Antoni Tapies  y otros artistas e intelectuales catalanes  en una marcha al Monasterio de Montserrat en señal de protesta por las sentencias a muerte dictadas en el famoso proceso de Burgos  contra varios miembros de la organización vasca ETA. “Hay quien dijo – precisa el artista--  que yo había ido sin saber que se trataba de un asunto político. Hice publicar un desmentido, para restablecer la verdad que algunos querían empañar.  Lo que yo hice, lo hice en pleno conocimiento de causa”14

La esperanza del condenado a muerte
En todo caso la pintura de Miró, resultante de las emociones que cualquier estímulo externo desencadena en él, es siempre una pintura comprometida. La ejecución del anarquista catalán Salvador Puig Antich, en 1974, lo indujo a pintar el inmenso tríptico La esperanza del condenado a muerte, propiedad de la Fundació Miró de Barcelona.


Mori el Merma
En 1976 colaboró con el grupo actoral Claca Teatre, diseñando y pintando los personajes para la obra teatral Mori el  Merma , basada en la farsa teatral El rey Ubu (1896) de Alfred Jarry, escritor francés de inspiración bufonesca, en quienes los surrealistas encontraron un precursor. Ubu, figura emblemática de la necedad humana, había interesado desde siempre al artista catalán. De hecho,  la Fundació de Barcelona conserva un ejemplar de esta pieza literaria editada en París en 1921, llena de los dibujos que Miró realizara con sus imágenes. Por si fuera poco, Miró realizó tres obras ilustradas en torno al mismo personaje: Ubu roi (1966), Ubu aux Baléares (1973) y l´enfance d´Ubu (1979).

Sin lugar a dudas era posible identificar a Mori el Merma  con Franco, recién fallecido. La obra fue representada con éxito en Mallorca, Barcelona, París y Londres.

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