viernes, 20 de septiembre de 2013

La Misa de los Mártires del siglo XX

El Universal, 17 de septiembre de 2013





Tras la victoria en 1930 de lo que llegaría a ser el Frente Popular, las Cortes Constituyentes convirtieron España en una “República de trabajadores de todas las clases”, concedieron la autonomía al País Vasco y a Cataluña, y separaron la Iglesia del Estado.

Dicha separación es una de las razones que podrían explicar por qué en 1936 los católicos conservadores hicieron causa común con los antiguos monárquicos de la “Renovación Nacional”, los carlistas de la Nueva Organización de Falange Española y las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalistas en contra de los republicanos y los partidos de izquierda, considerados como una facción extremista: los rojos.

A partir de entonces, la Iglesia quedó en lo que habría de considerarse el bando “opresor”, el más conservador y tradicionalista, mientras que en el lado republicano se concentraría la élite intelectual, consustanciada con la lucha por la justicia social, abanderada de los desfavorecidos e identificada con los valores más raigales de la cultura popular. De hecho, aun pervive en muchos españoles la antipatía hacia todo lo que remita a la Iglesia, tan variopinta en sus entrañas, que es posible hallar en ella desde las posturas más reaccionarias y obtusas, hasta las acciones más revolucionarias y comprometidas con los pobres.


La historia ha abominado de las atrocidades cometidas contra los republicanos en ese periodo: baste recordar la ejecución de Miguel Hernández y de Federico García Lorca, o el exilio de Joan Miró, quien comentaría, por ejemplo, a Georges Raillard: “Franco murió hace quince días. No me siento nunca bien. Jamás. Pero así y todo, desde la muerte de Franco, hay una puerta entreabierta. Al menos, se puede respirar mejor. Ya no se habla más de Franco. Pero atención: habrá que hablar siempre del franquismo, del fascismo.” No obstante, una guerra es una guerra, y así como las derechas arremetieron contra sus opositores, también hubo desmanes por parte de la República, cuyo anticlericalismo habría de cebarse en la persecución de los católicos practicantes. Son ellos los mártires del siglo XX, aquellos que fueron perseguidos por causas religiosas.

El 13 de octubre serán beatificados en Tarragona 522 españoles martirizados durante el siglo XX. Ya una ceremonia semejante, celebrada en la Plaza de San Pedro, en Roma, en el año 2007, despertó polémica, al levantarse voces que adujeron que algunos de los supuestos mártires habían sido condenados no por su condición de religiosos, sino por su activismo a favor de la Falange, señalándose por ejemplo al obispo de Cuenca, Cruz Laplana y Laguna, considerado persona muy allegada al General Fanjul. Comoquiera que sea, muchos fueron ajusticiados por sus convicciones cristianas, y han sido considerados mártires al mantener la profesión de su fe en el momento de la ejecución.

Para la ceremonia de beatificación de Tarragona, la Conferencia Episcopal Española solicitó que fuese compuesta una Misa, interpretada por primera vez oficialmente el pasado nueve de septiembre en la Catedral de Santa María la Real de la Almudena en Madrid. Convergieron así las obras de cuatro relevantes compositores contemporáneos: Carlos Criado (Sanctus, Ave Dolens), Pedro Vilarroig (Gloria) Rubén Diez (Aleluya, Dona Nobis) y Kuzma Bodrov, quien se proclamara ganador del Sexto Premio Sergei Prokofiev de San Petersburgo, el certamen de composición más importante de la Federación Rusa. Bodrov aportó el Agnus Dei y el Kyrie, y es el autor de un magnífico Credo que, si bien fue interpretado en el acto de la Almudena, no forma parte de la Misa, en la que se introdujo en cambio el Aleluya de Díez.

La interpretación de la Misa corrió a cargo de la Orquesta y Coro de la Jornada Mundial de la Juventud, dirigidos respectivamente por Borja Quintas y Marina Makhmoutuova. Estas agrupaciones, vinculadas a la visita que realizara el Papa Benedicto XVI a España en 2011, han continuado efectuando diversos conciertos y grabaciones bajo la figura de una Asociación presidida por Pedro Alfaro Uriarte.


El acto de la catedral de la Almudena no pudo resultar más emotivo. Las composiciones, si bien revelaban la diferencia de autor, resultaron bellas y muy bien interpretadas, contando además con el apoyo de dos venezolanas, una integrante del coro y la internacionalmente reconocida arpista Zoraida Avila, quien en esta oportunidad colaboró con su participación.

Al margen de la connotación religiosa del acto, cuyo eje central fue la lectura de las cartas escritas a su familia por dos de los mártires, de 21 y 25 años respectivamente, en vísperas de su fusilamiento, cabe reconocer la belleza y la profesionalidad de una interpretación que logró, sin duda, emocionar a la audiencia.

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