El Universal, Caracas, 9 de octubre de 2012
La afluencia a las urnas ha sido contundente, dentro y fuera de Venezuela.
Hace unos meses el cortometraje Caracas: ciudad de despedidas pretendía desplegar, a partir de una reunión de jóvenes que se encontraban para decir adiós a un amigo, las razones por las que una persona podría marcharse o no del país.
Criticado por la superficialidad de los argumentos que planteaba y por el lenguaje empleado -del cual la expresión "me iría demasiado" resultaría el epítome- tiene en su haber, sin embargo, algún mérito. Inspira respeto que un grupo de jóvenes, con una visión que puede ser más o menos acertada, se detenga a reflexionar sobre la realidad que les circunda, en lugar de permanecer mansos e indiferentes como borregos. Su interpretación podría estar sesgada por el estrato socio-económico al que pertenecen pero, al margen de su particular lectura, el corto da cuenta de un fenómeno innegable: la emigración. El acento, sin embargo, no recae en el aspecto más doloroso de ese fenómeno: muchos de los que se marcharon se fueron porque tuvieron que irse.
Seguramente fueron esos los primeros en apresurarse a votar este domingo en la esperanza de que un viraje en el curso de la política nacional facilitara su regreso al país. El Registro Electoral Definitivo contemplaba 100.495 electores residentes en el extranjero, que ejercerían su derecho al sufragio en las 304 mesas electorales habilitadas para ello alrededor del mundo. Aunque muchos no se plantean regresar, por diversas razones, continúan igualmente vinculados al curso que toman los acontecimientos en Venezuela.
En España, se establecieron cinco centros electorales: Madrid, Barcelona, Bilbao, Vigo y Tenerife, en los que habrían de votar 20.310 venezolanos de los 130 mil residentes en ese país. En la semana previa a las elecciones, el evento Madrid Vota Seguro les convocaba sufragar, cualquiera que fuera su opción política: sesenta venezolanos eminentes unieron sus fuerzas para emitir un mensaje claro: aunque estemos lejos, nos sigue importando nuestro país.
Elvia Sánchez , extraordinaria cantante e hija de Alfredo Sadel, icono de la música venezolana, fue quien quizás expresó mejor la emoción de tantos cuando dejó claro que estar lejos no significaba ser apátrida.
Hay muchos que permanecen lejos de Venezuela porque no han tenido más remedio, porque los caminos que han elegido imponen la opción de marcharse; pero la distancia física no implica que se mantengan ajenos al bienestar del país.
Los resultados de estos comicios deberían dar que pensar. Más allá del respeto que merece en democracia la voz de la mayoría, el Comandante Chávez debería efectuar una cuidadosa lectura, en la que junto al apoyo de que ha sido objeto, reconociera el descontento de la casi mitad de los venezolanos. Como dijera él en su día: el que tenga ojos, que vea.
Ese descontento, sin embargo, no puede traducirse en dejar el barco a la deriva. Marcharse no puede ser un objetivo, sin duda. La meta debe ser permanecer unidos en el amor por nuestro país, luchando porque todos los venezolanos puedan estar a gusto en su Patria, sintiéndose realizados en la construcción del bienestar común.
Antes de pensar en irse, deberían mirarse en el espejo de los cientos y cientos de personas que se movilizaron este domingo para ir a depositar su voto en el extranjero y le han dicho al mundo, con ello, que se sienten partícipes de lo que acontece en su país, que están orgullosos de su gentilicio, que les importa lo que suceda con su gente y que desde donde estén, se sienten dispuestos a ofrecer a Venezuela lo mejor que esté a su alcance. Porque muchos, si pudieran, regresarían demasiado.
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