El Universal, 18 de diciembre de 2012
Si los e-mails posibilitaban el mantenerse en comunicación prácticamente en tiempo real, Facebook y otras redes sociales iban más allá, emulando el poder de los medios de comunicación masiva para emitir un mensaje a un número indeterminado de destinatarios simultáneamente, y posibilitando compartir contenidos de Internet, retomar relaciones otrora vencidas por la distancia y hacer partícipes a nuestros contactos de los eventos importantes de nuestra vida.
El hecho es que las redes han auspiciado una manera diferente de relacionarse, que ha generado a su vez situaciones aún por explorar para psicólogos, sociólogos y comunicadores.
Lo que por una parte propendería a unir a las personas, por otra se ha vuelto una herramienta para dar fundamento a los litigios: según la revista especializada en separaciones y divorcios La Ruptura, la American Academy of Matrimonial Lawyers declaraba en un comunicado del año 2010 que el 81% de sus abogados utilizaban datos de Facebook como evidencia en casos de divorcio, y el sitio británico DivorceOnline verificó que más del 30% de las demandas de divorcio en 2009 contenían la palabra "Facebook".
Al parecer, las redes se han convertido también en un recurso para conseguir la custodia de los hijos, desacreditando al otro progenitor.
Las estadísticas resultan preocupantes: de cada cinco rupturas de parejas que tienen lugar en el Reino Unido, una está relacionada con Facebook. ¿Por qué? Y ¿cómo influye la red en el deterioro de las relaciones?
Al parecer, en la base de los conflictos asociados con la red se encuentran los celos. Uno de los estudios más difundidos acerca del tema fue el conducido por Amy Muise, del departamento de Psicología de la Universidad de Guelph, en Canadá. La psicóloga expone que Facebook permite el acceso a información acerca de la pareja (comentarios, fotografías...) que en la mayor parte de los casos está "descontextualizada", y puede generar múltiples interrogantes. Para reducir la incertidumbre, el usuario continúa buscando información, para acabar hallando más datos que no hacen más que incrementar sus celos, desatando una espiral de desconfianza.
He allí la clave: en una relación consolidada no debería existir este vacío de información. Y la deseada debería poder pedirse directamente a la pareja, tanto si la duda procede de Facebook, como si surge por cualquier otro medio.
El diccionario de la RAE define los celos como la sospecha, inquietud y recelo de que la persona amada ha mudado o mude su cariño, poniéndolo en otra. En el fondo de este temor lo que subyace es la convicción de que no se es digno de ser amado, por lo cual se duda continuamente de la sinceridad del afecto de la pareja. Estas inseguridades se desprenden casi siempre de un historial de abandono previo.
En todo caso, si bien es cierto que el problema reside en la víctima de los celos, que fisga continuamente en el muro de la pareja hoy en día, al igual que antaño se esculcaban cajones y bolsillos en pos de una evidencia de infidelidad, también se requiere un mínimo de delicadeza para no ofender la sensibilidad de nuestro compañero.
La comunicación, el respeto por el espacio personal, el autocontrol y el trabajar en la propia autoestima deberían ser el antídoto para enfrentar los celos, pero también debe protegerse tanto a la relación como a nuestra pareja, filtrando los contenidos que se publican en redes.
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