el Universal, 30 de octubre de 2012
Durante la II Guerra Mundial, en 1943 concretamente, Reinhold Niebuhr escribió una desiderata que ha trascendido a través de los años como la oración de la serenidad: "Señor, concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y sabiduría para distinguir lo uno de lo otro".
La sencillez del texto no disminuye su acierto para poner en luz un asunto muy actual: la importancia de elegir en dónde focalizamos nuestra atención. Hay que distinguir lo uno de lo otro.
La tendencia general es a centrarse en los eventos menos agradables de la vida. Algunas personas sucumben ante la adversidad quejándose, dejándose llevar por una lectura catastrofista de los hechos o asumiendo la posición de víctima. Los emprendedores, por su parte, se sienten incapaces de permanecer pasivos ante lo que les incomoda, procurando poner remedio a las situaciones que les disgustan.
Esta segunda actitud resulta seguramente más productiva. Pero, en paralelo, debería gestarse una conducta complementaria: la de identificar y valorar los eventos positivos presentes en nuestra vida cotidiana. Diversas corrientes interesadas en el bienestar humano proponen el diario de gratitud como vía para desarrollar la capacidad de detectar esos eventos.
Se trata de una práctica simple: el hábito de inventariar, al final del día, tres momentos que hayan resultado gratificantes. El término "diario" no se refiere al objeto físico en el que se apuntan estas experiencias, sino a la frecuencia con que debe realizarse esta actividad: diariamente.
No tienen por qué ser situaciones trascendentales: puede reseñarse un encuentro inesperado con alguien querido, el degustar un plato que nos agrada o el hecho mismo de llegar a tiempo al trabajo. Cualquier cosa que nos haya hecho sentir bien a lo largo del día. Tampoco tiene porque hacerse de forma escrita, aunque llevar un registro de estos eventos nos permite verificar cómo nuestra vida está llena de estas pequeñas experiencias positivas. Pero debe hacerse diariamente.
César Yacsirk, experto en Psicología Positiva, señala cómo al principio es difícil evocar tres sucesos agradables que hayan tenido lugar a lo largo del día, pero, con el tiempo, el hecho mismo de saber que en la noche habrá que recordarlos estimula la disposición a ir detectándolos sobre la marcha. Con ello, la sensación de bienestar no se limita al momento de enumerarlos en el diario, sino que se extiende a lo largo de toda la jornada.
En el año 2009 la Universidad de Manchester realizó estudios que exploraban los efectos del diario de gratitud en 400 personas. En julio de 2011, la revista Applied Psychology: Health and Well- Being publicó las investigaciones de Nancy Digdon en el mismo sentido. En ambos casos se constató que el diario incidía en el bienestar de las personas de manera contundente, sobre todo en lo relativo a conciliar mejor el sueño. Esto resulta comprensible al considerar que la principal causa del insomnio es la ansiedad.
También Jeffrey Froh, Giaccomo Bono y Robert Emmons publicaron los resultados de un estudio efectuado a partir de 700 estudiantes de secundaria en la revista Motivation and emotion (2010). En dicho estudio comprobaron que la gratitud se relacionaba con una mayor satisfacción vital y una mejor integración social en los adolescentes.
En suma: este sencillo ejercicio, lejos de ser una práctica ingenua, puede tener poderosos efectos en la manera de percibir la vida. Es fácil, económico y efectivo.
El eminente psiquiatra Luis Rojas Marcos define la felicidad como "un estado de ánimo placentero que suele acompañar a la idea de que la vida merece la pena". Acaso sean esos pequeños detalles que pasan desapercibidos los que produzcan esa sensación de que, efectivamente, la vida merece ser vivida.
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