martes, 30 de diciembre de 2014

Sagrario Fernández-Prieto y las palabras


El Universal, 30 de diciembre de 2014


En lo personal, cada vez me resulta más difícil discriminar los límites entre la educación y la comunicación. Supongo que todo acto de comunicación lleva implícito un acto educativo, deliberadamente o no. Este ha sido uno de los más frecuentes quebraderos de cabeza para padres y docentes, quienes contemplaban consternados cómo de la mano con los más aparentemente ingenuos contenidos se deslizaban inadvertidamente valores destinados a instaurarse en la cabeza de los más pequeños. Del mismo modo ha sido una de las herramientas que mayores réditos ha proporcionado a comerciantes y políticos.

Como quiera que sea, el poder educativo de los medios de comunicación nunca debe ser subestimado. El informe Delors (“La educación encierra un tesoro”, 1989) ya subrayaba la necesidad de sintonizarse con el concepto de “sociedad educativa”, en la que todo puede ser ocasión para aprender: una solución eficaz para enfrentar la necesidad de seguir formándose de por vida, tanto en lo relativo a la actualización profesional de cara a la rápida obsolescencia de conocimientos, como en lo relativo a efectuar nuevos aprendizajes.

Por ello resulta invalorable cuando, tras la producción de un programa, se oculta una mano experta como la de Sagrario Fernández-Prieto, en quien se conjuga una sólida formación académica, una decidida vocación andragógica y un importante caudal de experiencia. Todo ello sumado a su simpatía y (no es posible obviarlo) a su belleza, ha propiciado que el programa “Palabras al aire” haya despertado el interés y el seguimiento asiduo del público español en las diversas versiones por las que ha atravesado en radio y televisión, desembocando inclusive en un libro homónimo en junio del 2013, publicado por la editorial Martínez Roca. De hecho, es el propio público quien remite muchos de los casos que Sagrario analiza.


En “Palabras al aire”, cuyos podcasts están disponibles en internet (también puede seguirse el programa en vivo a través de este medio) Sagrario cita los diversos errores que suelen aparecer en los medios de comunicación y explica por qué ciertas expresiones son inadecuadas. Del mismo modo deja claro cuál es el sentido correcto de algunos términos y diserta sobre los vocablos que van introduciéndose en el habla cotidiana. Es así como, de forma amena, esta filóloga nos aproxima a la esencia misma de nuestro idioma.

Acometer esta tarea no admite un ápice de improvisación. Sagrario Fernández Prieto se ha curtido en las lides de la educación de adultos, tanto como redactora de libros de texto publicados por importantes editoriales, como en funciones docentes.

Pero su verdadera pasión es la literatura, que ella considera esencial: “A los 8 o 10 años leía a escondidas los libros prohibidos del despacho de mi padre: los naturalistas franceses, las grandes novelas rusas... Y desde entonces, si me preguntaran qué he hecho en la vida, diría que leer, leer y leer. Y hablar de un libro en la radio y emocionar a alguien que me esté escuchando me sigue pareciendo el mayor de los regalos. Porque leer nos hace mejores, amplía nuestro mundo, intensifica la vida y nos hermana a los otros, los que se convierten en cómplices amigos cuando han leído el mismo libro que nosotros”. Porque, además de “Palabras al aire”, Sagrario siempre ha mantenido en diferentes programas de radio y televisión una sección de recomendaciones acerca de narrativa para diversos tipos de público. Así mismo, ha impartido cursos y conferencias sobre Literatura y Animación a la Lectura y ha participado como conferenciante en los Cursos de Verano para Profesores Norteamericanos de la Universidad Complutense.


Sus textos se han publicado en revistas y diarios españoles tan importantes como “Delibros”, “Época”, “El Mundo” y “La Razón”, en donde sus críticas literarias aparecen regularmente. Pero sin duda, su principal aporte es el que gira en torno al uso del español en los medios de comunicación, un tema al que su nombre quedará permanentemente vinculado.

Esta mujer brillante, amable y dotada de un extraordinario sentido del humor, demuestra cómo es posible mirar de otro modo nuestro entorno, descubrir las trampas del lenguaje en las que caemos y hacernos con nuevos conocimientos sin incurrir en excesivas fatigas, adentrándonos cada vez más en los entresijos de nuestra más importante herramienta de comunicación: nuestro idioma.

martes, 23 de diciembre de 2014

Depre navideña

El Universal, 23 de diciembre de 2014


Suele decirse que la desilusión es el resultado de las expectativas frustradas.

Sería importante mantener esto en mente de cara a las fiestas que se avecinan.¿Por qué, tan frecuentemente, en lugar de vernos embargados por un ánimo celebrativo en esta temporada, nos sentimos melancólicos, irritables o desconcertados?

De entrada, las fechas que se repiten periódicamente son peligrosas en cuanto se prestan a hacer temibles comparaciones: los que estuvieron y ya no están; lo que tuvimos y ya no tenemos; los logros que esperábamos y no se dieron; el contraste de nuestra vida real con respecto al modelo ideal de Navidad que se nos impone culturalmente, a saber: fiestas, decoración, impresionantes atuendos, regalos….

Las emociones a flor de piel, además, incrementan la posibilidad de discutir, lo cual redunda en que nos sintamos todavía peor. De hecho, cierto portal de internet especializado señalaba cómo el número de divorcios aumenta un 30% tras las fiestas.

Quizá algunas ideas deberían sostenernos durante el tránsito por el mes de diciembre. La primera de ellas es que no estamos obligados a sentirnos felices. No pasa nada por no estar exultantes: de hecho, lo sano y razonable es que nuestras emociones respondan a nuestra realidad inmediata. Si, por ejemplo, estamos lejos de nuestros familiares, situación cada vez más frecuente en nuestro país, es normal que los extrañemos. Sin embargo, ello no tiene por qué impedir que disfrutemos de otras cosas. Parece que nos sintiéramos inadecuados y culpables si nuestro estado de ánimo no responde a la euforia aparentemente indispensable durante la temporada navideña.

Otro punto a tomar en cuenta es el de que los expertos en Psicología Positiva enfatizan que gran parte

del bienestar se enraíza en las experiencias gratificantes, no en la posesión de bienes materiales. Las vacaciones escolares y los días de asueto para los adultos pueden ser ocasión para efectuar alguna actividad compartida, para reencontrarse con los viejos afectos, para realizar alguna acción altruística. Esto no es una invitación a aceptar como algo natural las realidades del desabastecimiento o la carestía. Pero no podemos cifrar nuestra vida exclusivamente en lo que podemos o no adquirir. Aparejado con este sentimiento, encontramos nuestra resistencia al cambio. La respuesta es: adaptación. No una adaptación pasiva y resignada, sino un estado de ánimo que nos permita, “a pesar de”, seguir adelante y evitar la natural tendencia a quejarnos, que resulta comprensible pero bastante inútil.

Finalmente, permítaseme recordar que la Navidad, para creyentes y no creyentes, es la fiesta de la generosidad: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único” (Juan 3, 14). Jesús es propuesto como modelo, como el vehículo a través del cual Dios ilustra lo que ha de ser el comportamiento del hombre. Y ese comportamiento se articula sobre valores como la justicia, el perdón y la fraternidad. A pesar de su naturaleza divina, el Niño Jesús adviene al mundo en las más humildes condiciones y se manifiesta, en primer término, a los más humildes.

Jesús, pues, nace no solamente para los poderosos, para los que son felices y tienen hallacas y familia y arbolito navideño, sino también para quienes se sienten solos, son pobres o padecen algún tipo de carencia material o emocional.

Resultaría útil revisar con honestidad cuáles son nuestras expectativas con respecto a estos días y ver hasta qué punto son razonables, y si responden a nuestros verdaderos deseos o a modelos impuestos desde el exterior, socialmente. Quizá así se evitaría más de una decepción. Y, desde luego, hay que poner los medios. Aunque las películas aseveren que siempre hay milagros en Navidad, las cosas no suelen caer del cielo: conviene introducir cierta dosis de planificación a fin de incorporar a la temporada experiencias gratificantes, que pueden ir desde el disfrute tranquilo de la lectura, hasta el encuentro con las personas queridas. Porque, después de todo, aquí resulta absolutamente aplicable aquel proverbio que reza: “Si necesitas que alguien te eche una mano, mira al final de tu brazo.”


martes, 16 de diciembre de 2014

Tenía razón Cabrujas

El Universal, 16 de diciembre de 2014


Comenzaba la década de los años ochenta cuanto se transmitió en televisión “El día que se terminó el petróleo”. No recuerdo con precisión la historia, pero se describía sin duda, en un tono apocalíptico, el panorama desolador de un país que pendía de la producción petrolera y se enfrentaba a la desaparición del crudo.

Tras las escenas del unitario podía percibirse la preocupación de su autor, José Ignacio Cabrujas, un tipo agudo e informado, que nos sembró de dudas la cabeza y nos enfrentó, mass mediáticamente, a la realidad de una economía basada en una temeraria monoproducción.

Cuarenta años antes, concretamente el El 14 de julio de 1936 , otro venezolano nos alertaba con respecto al mismo peligro con los recursos que tenía a su alcance: Arturo Uslar Pietri, desde el editorial del diario caraqueño “Ahora”, acuñaba la expresión “sembrar el petróleo” , destinada a trascender en el tiempo.

La consigna apuntaba a la reinversión de los recursos provenientes de la renta petrolera hacia otros sectores de la economía nacional : “Es menester sacar la mayor renta de las minas para invertirla totalmente en ayudas, facilidades y estímulos a la agricultura, la cría y las industrias nacionales”, señalaba Uslar Pietri.

Sin embargo, desoímos la advertencia de ambos intelectuales. Por distintas razones continuamos reinvirtiendo en la propia industria petrolera, precisamente por ser la fuente (¿inagotable?) de nuestra prosperidad. Pero sucede que el peligro es inminente: no es posible continuar a expensas del excremento del diablo, como lo definiría Juan Pablo Perez Alfonso. Aunque los yacimientos rebosaran y aunque a día de hoy muchos de los bienes y servicios que disfrutamos provengan del petróleo, hay interés en que éste se vea sustituído lo antes posible por otras formas de energía, cuando menos por dos razones evidentes: el creciente deterioro ambiental que ocasiona y el deseo de ciertas economías de romper la dependencia con respecto a algunos núcleos productores, ahorrándose de paso el trato con interlocutores incómodos.

Las fluctuaciones en el precio del crudo, el hecho de tener comprometida una parte importante de nuestro petróleo para honrar compromisos internacionales y nuestra incapacidad para aumentar la producción nos ponen de cara a la necesidad ingente de diversificar nuestra economía, hoy por hoy para incrementar nuestros ingresos, y en el futuro como forma de proveer fuentes sustitutivas de recursos, cuando el crudo vaya resultando un producto menos apetecible y demandado.

Impostergables las acciones que propendan, tanto a buscar estas formas alternativas de energía como a fomentar el desarrollo de los otros sectores de la economía nacional. Inevitablemente las soluciones pasan por la formación del recurso humano a todos los niveles, tanto aquel que emprenda las tareas de investigación, como aquel se vea involucrado en las nuevas actividades. Estos últimos deberían verse favorecidos no solo por políticas que estimulen y faciliten la inversión, sino también por un adecuado seguimiento del uso que se hiciera de los recursos económicos que se les proveyeran, por el apoyo profesional y por un adecuado adiestramiento cuando ello fuera menester.

Habitualmente evito inmiscuirme en los delicadísimos terrenos de la política y la economía, en los que sin duda hay especialistas que pueden pronunciarse con acierto. Prefiero cargar las tintas en lo deseable, y en lo que otras personas que ya han andado el camino demuestran que se puede hacer. Sin embargo, desde el sentido común, y desde el privilegio que supone disponer de esta tribuna para expresarme, me parece ineludible invitar a la reflexión acerca del tema, no solo en lo que depende de las políticas macroeconómicas, sino más bien en lo que es más próximo a cada uno de nosotros, a nuestras opciones de estudio, de trabajo, de emprendimiento (clave en el desarrollo de las economías hodiernas) y en la búsqueda de alternativas innovadoras para nosotros y para nuestro país.

martes, 9 de diciembre de 2014

Del ejercicio de la profesión

El Universal, 9 de diciembre de 2014



Mi hijo quiere hacer un curso de tatuaje.

Tras ver signada su propia piel con el nombre de mi difunta madre, ha dado en pensar lo conveniente que resultaría explotar su innato talento de ilustrador para “sacar unas pelas” (levantar unos churupos, dicho en el más rústico lenguaje madrileño) al tiempo que continúa sus estudios.

La idea, comercialmente, no es descabellada: modificar el propio cuerpo a través de la incorporación de tatuajes o piercings va resultando una práctica cada vez más común, con la consiguiente demanda de profesionales del ramo. Sin embargo, consultados independientemente, cada uno de sus progenitores ha reaccionado con idéntico argumento: ¿Ha sopesado el riesgo que implica incidir en el cuerpo de otra persona y las responsabilidades que se le pudieran reclamar?

Y es que cada profesión tiene lo suyo. Todas, directa o indirectamente, repercuten en la vida de otras personas, pero algunas de manera más evidente que otras.

Los efectos, a menudo nocivos, que han tenido ciertos maestros en la vida de algunos, han dejado una huella más indeleble que el pigmento de los tatuajes. Con el debido respeto hacia mis colegas, cuya vida cotidiana oscila entre el malabarismo y la erudición, a menudo se pierde de vista el impacto que puede ejercer un docente en la vida de sus alumnos, el conocidísimo “efecto Pigmalión”. Del mismo modo, cuántas veces el ejemplo y la oportuna acción de alguien ligado a nuestra vida estudiantil esclarece nuestras inclinaciones, marca una pauta…. A casi 35 años de graduada sigo percibiendo en mi día a día el influjo de Carmela Bentivenga, escritora, maestra y persona excepcional.

Pero a nadie se piden tantas responsabilidades como a los médicos.

Un médico, uno por vocación, por pasión, no es una persona normal. Es increíble la resistencia y el esfuerzo que pide la formación. Luego, requiere enormes dosis de energía y de, aunque suene dramática la palabra, sacrificio. Pero, sobre todo, un médico es una persona que actúa, que interviene en otra persona, ocasionando cambios. Y eso requiere unas dosis enormes de sangre fría. Nadie asume tantos riesgos cuando interviene. La naturaleza misma de su tarea requiere decisiones y, siendo cada cuerpo diferente, es imposible controlar todas las variables.
La diversidad de ocupaciones y vocaciones es lo que permite que el mundo siga dando vueltas: cada quien realiza una labor necesaria y cada uno es grande en su puesto, como diría el Génesis, según su especie . Sin embargo, lo que parece contribuir a hacer de nosotros mejores profesionales y redunda en una mayor felicidad es no perder de vista por qué hacemos lo que hacemos, cuál es el sentido de nuestra labor y de qué manera impacta en las personas que nos rodean.

martes, 2 de diciembre de 2014

Donde digo “digo”, digo “Diego”…


El Universal, 2 de diciembre de 2014



Porque sí. Porque el destino se equivoca. Porque la vida a veces necesita enmiendas. Inolvidable Amélie Poulain, la protagonista de la película francesa del mismo nombre, jugando a constituirse en Dios y a cambiar, tal vez si no los destinos reales, al menos aquellos percibidos.

En uno de los episodios que más da que pensar en la película , Amélie decide aprovechar un evento fortuito -- el hallazgo de un saco de correo desaparecido años atrás-- para transformar la vida de la portera que, incapaz de sobreponerse al abandono de su marido, ha permanecido cautiva en su tragedia: el desamor ha hecho mella en su autopercepción y se ha condenado a llevar una vida gris, quizá castigándose por no ser lo suficientemente buena como para retener a su pareja a su lado, juzgándose indigna de una mejor situación.

Amélie roba a la mujer las cartas escritas por el esposo, las reproduce, y tras restituir a su lugar los originales, acomete un cuidadoso proceso de ensamblaje: a partir de fragmentos de las fotocopias, crea una nueva carta en la que el marido se confiesa arrepentido e implora el perdón de su devota esposa. El propósito de Amélie no es otro que hacer creer a la mujer que la carta estaba dentro del saco de correo recuperado y que por eso nunca había llegado a sus manos, pero que, finalmente, el hombre había reconsiderado su posición y había estimado su compañía insustituible. Mediante este ardid consigue que la mujer se considere a la postre digna de ser amada y se conceda la oportunidad de ser feliz.

Al margen de que el valor de una persona en ningún caso puede estar determinado por el juicio de otra, la estratagema de Amélie resulta moralmente cuestionable cuando tiene lugar a partir de una mentira y a posteriori. Pero es el caso que quizá subestimamos la capacidad que reside en nosotros para transformar la vida de otros, aunque sea por unos instantes, y degustar las mieles de la felicidad ajena.

Este es un tema que, solapadamente, invade mis conversaciones cuando hablo con quien puede considerarse una persona dedicada al arte de hacer felices a otros: mi amigo Diego.
Diego -- Diego Alejandro Ramírez Peña, para más señas-- asciende por la Ribera de Curtidores, se da la vuelta en la Plaza de Cascorro para hacer una fotografía y tuerce a la izquierda perdiéndose entre las innumerables callejas por las que se extiende el Rastro madrileño. Se detiene para examinar un sombrero, el complemento preciso para terminar de construir alguno de los personajes que transitan por los eventos que su talante dramatúrgico concibe y que lleva a efecto de manera experimental en uno u otro lugar del mundo.


Porque ya se lo había vaticinado la señora Eva, aquella vecina de su abuela “La Filósofa”: Diego recorrería el mundo sin tregua. Y, en efecto, aquel valenciano que, de transitar las calles de José Rafael Pocaterra en Tocuyito terminó dando con sus huesos en Ginebra, viaja incansablemente con su pareja. Y ni el esplendor de Ciudad de México, ni la vetusta piedad del Vaticano, ni el glamoroso clasicismo parisién gozan en su corazón de más privilegio que el que concede a lo que le hace auténticamente feliz: correr al encuentro de las personas que quiere, aquellas con las que ha construido relaciones a partir de intereses comunes, y acompañarlas en cada uno de los eventos importantes de su vida. Y así, quien pudiendo tenerlo todo, todo lo encuentra a la vera de sus afectos, va estableciendo relaciones recíprocamente nutritivas, disfrutando de los talentos de cada uno de sus amigos, intelectuales, músicos, actores, a quienes vale de interlocutor proficuo, al tiempo que se recrea en detectar cómo complacerlos para poder disfrutar de lo que dice que constituye su recompensa: ese breve centellear de la ilusión en la mirada de aquellos a quienes ama: “Saber que existen amigos maravillosos en el país que me vio nacer y en donde están mis afectos, que hacen prodigios con sus dones, es saber que el horizonte es amplio, que la vida es inmensa y que la esperanza está allí, esperándonos, para construir, aprender, crecer, entender, comprender, evolucionar, ser, existir, crear, vivir…”


Así, no duda en trasladarse a Miami para acompañar a Ignacio Izcaray en el concierto de su trigésimo aniversario como creador, o en hacerse presente en Cuba para celebrar los 95 años de Marta Jiménez Oropesa, gloria de la radio, cine y televisión cubanos. Pero más allá de las circunstancias que propician que Diego pueda acompañar a sus amigos en uno u otro sitio y agasajarles con cuanto capricho piensa que pueda ser de su agrado, lo que es digno de reseñar es la actitud: el interés y el cariño que signan los gestos con los que pretende rodear a los suyos, los cercanos y los de más allá. Un rasgo que, en síntesis, puede definirse como generosidad, y que no depende del esplendor material, sino de la atención al detalle prodigada a quienes nos rodean. Una lección que quizá muchos deberíamos recordar y que nos convierte, potencialmente, en innumerables Amélies

martes, 18 de noviembre de 2014

Inspiradora: Angela Vaz Leão


El Universal, 18 de Noviembre de 2014

En la costa atlántica brasilera se despierta la ciudad de Vitória, capital del estado de Espírito Santo. Notoria por su actividad portuaria, fundamental para la exportación de los productos de la zona, en esta ocasión se constituye también en punto de encuentro para los estudiosos del Medioevo.

Efectivamente: Vitória, declarada en 2013 por Naciones Unidas como la cuarta mejor capital para vivir en Brasil, funge como sede para el IV Coloquio Internacional de Filosofía Medieval y I Congreso Internacional de Filosofía, Arte, Crítica y Mística, organizado por la Universidad Federal de Espírito Santo, en asociación con la Sociedad Brasilera de Filosofía Medieval.

La voz de mi interlocutor, un erudito por lo general bastante mesurado, denota en esta oportunidad emoción:

-¡Mañana estará aquí! A sus 92 años, va a dar una conferencia…

Se refiere a la doctora Angela Tonelli Vaz Leão, filóloga y profesora emérita de la Universidad Federal de Minas Gerais, quien disertara sobre las Cantigas de Santa María de Alfonso X, el Sabio, su objeto de estudio durante largo tiempo. De hecho, en el año 2007 publicó una obra en la que, a lo largo de nueve capítulos, analizaba los aspectos culturales y literarios de las Cantigas, incluyendo además reproducciones de las miniaturas del Códice Rico, un manuscrito del siglo XIII. Posteriormente, varios de sus discípulos publicarían otro texto al respecto, con una introducción de doña Angela: “Nuevas lecturas y nuevos caminos”. Finalmente vería la luz “Cantigas de Alfonso X a Santa María. Antología, traducción, comentarios”, en que el que tradujo 42 cantigas a versos en portugués contemporáneo.

Quizá porque a mi edad ya uno empieza a lamentar la desproporción existente entre el tiempo que uno presume que le queda y todas las cosas pendientes por hacer, una mujer como Angela Vaz se convierte en un bastión de la esperanza. Si meritoria es su trayectoria académica, más admirable aun me resulta su disposición de seguir viviendo con naturalidad, permitiendo que fluya su natural curiosidad y su sabiduría, en un caudal que sigue nutriendo a los demás.

Doña Angela se mantiene activa en el programa de post-grado en Letras de la Pontificia Universidad Católica de Minas Gerais, trabajando en las líneas de investigación “Texto, génesis y memoria”, “Variación y cambio lingüístico” y “Estudios históricos y descriptivos de las lenguas romances”. Ha recibido innumerables reconocimientos y publicado incontables obras. Existe, inclusive, una biblioteca que lleva su nombre en el Centro Universitario del lugar donde nació: Formiga.

Hay una anécdota que refleja su modo de ser. Cuando en 2012 fue sorprendida por el proyecto de re-edición de su libro “Historia de las palabras”, acometido por la Pontifícia Universidad Católica de Minas Gerais, Doña Angela se vio espoleada no solo a revisar la edición de 1961, sino también a enriquecerla con cuatro nuevos capítulos, expresando a la periodista Raquel Ramos: “Si no hubiera añadido nada, las personas se hubieran quedado con la impresión de que no he producido nada durante este largo periodo”.
Entre sus más recientes proyectos se cuenta la coordinación editorial de un libro que tradujo el cuento "Aguja e hilo", de Machado de Assis, al español, francés, italiano, rumano, inglés y alemán. La traducción al francés corría a su cargo. Ya el profesor Jose Lourenço de Oliveira, en el discurso de investidura de doña Angela como Catedrática de la Universidad Federal de Minas Gerais, expresaría su admiración por su domino del francés y el latín.

Pero, a más de su erudición, lo que parece conmover en doña Angela es su sabiduría. Al decir de sus discípulos ella es, en paralelo, la figura académica de relevancia, profunda, seria, de opiniones definidas, y una mujer que con su modo de ser evoca un poco la figura de la madre, que acoge, que nutre con su conocimiento y que edifica con su modo de ser, siendo especialmente cariñosa con los niños.

A los sesenta y cuatro años doña Angela se jubiló de la Universidad Federal para incorporarse a la Pontifica Universidad Católica de Minas Gerais. En esta decisión subyacía una protesta contra el hecho de que un profesor sea relevado de sus actividades en función de su edad y no en función de la calidad de su desempeño. Así pues, se anticipó a su cese forzoso para poder seguir investigando y enseñando indefinidamente fuera del ámbito oficial.

Doña Angela es la expresión viva de las personas que no se autolimitan, y que siguen operando sin cuestionarse si pueden o no, probablemente porque disfrutan intensamente de lo que hacen. Una vez más, esta súper mujer nos deja sembrada la duda: si se mantienen así porque sigue haciendo cosas, o si sigue haciendo cosas porque se mantienen así....

martes, 28 de octubre de 2014

Puente


El Universal, 28 de octubre de 2014


Más que poner en luz los propios pareceres, escribir es dejar caer un guante ante nuestro interlocutor, por ver si se anima a recogerlo. Se vuelcan en el texto las propias impresiones, la propia explicación del mundo (el material y el intangible), pero no como un acto hedonista en el que se pontifica como si se estuviera en posesión de una verdad incuestionable; no como un ejercicio terapéutico en que se organizan las ideas. Si este último fuera el caso, bastaría con garrapatear un diario que se mantuviera dormitando en el fondo de un cajón.

No. Escribir un texto que ha de ser público es embutir un mensaje en una botella y lanzarla al océano, sin saber en qué playa acabará ni qué manos habrán de recibirla. Es como despedir un barco de papel en el torrente efímero que corre pegado al borde de la acera y enviarlo a recorrer el mundo. Escribir es abrir una puerta, es lanzar un anzuelo, es encabezar una rebelión, es provocar. Poner el alma desnuda en algo que deja de pertenecernos y es propiedad de todos en el momento preciso en que se publica por vez primera.

Es exhibir impúdicamente tus miserias, tus errores, y compartir lo que se gesta en la íntima oscuridad de tu ser, para que otros puedan verlo, pero sobre todo, para que puedan contestarlo.

Escribir, en fin, es tender un puente. Un puente como esos en que se besan los enamorados, suspendidos sobre el tumultuoso caudal de la realidad. Un puente que comunica dos orillas; un puente edificado hacia otras personas por el que he visto venir, en buena hora, muchos que hoy son muy importantes en mi vida.

Diría Umberto Eco que se opera una síntesis entre lo que el autor de una obra forja, dejando en ella mucho de sí, y lo que percibe aquel que se aproxima a esa obra, con su propia historia, sus propias lecturas e interpretaciones.

Nunca puede ser más enriquecedor un encuentro que cuando ambas partes pueden comunicarse recíprocamente los significados que atribuyen a aquello que les vincula, a la obra.
Estas líneas son apenas un ejercicio de humildad, de gratitud, especialmente a aquellos que han escuchado mi voz y han respondido mi mensaje, para los que apenas se han atrevido a acercarse y los que se han quedado para siempre en mi vida.

Gracias por haber atravesado el puente hasta esta orilla.

martes, 21 de octubre de 2014

San Rafael


El Universal, 21 de octubre de 2014


Cuando los adultos de mi casa daban la dirección por teléfono, siempre terminaban refrendando las señas con la misma coletilla: “frente a la puerta lateral de la Iglesia de San Rafael”…… que tampoco nadie sabía dónde estaba. Pero era verdad. Mi vecino más próximo, mi escenario cotidiano y mi lugar de juegos favoritos era la iglesia de San Rafael. 

Mis primeros recuerdos de la iglesia van asociados a un sacristán gordo y calvo que se llamaba Enrique y nos preparaba unas deliciosas croquetas de pescado, como buen español. Recuerdo al padre Alterio, que me regaló una muñeca que había sido enviada a la parroquia con fines caritativos, y que tenía en las tripas una cajita de música. La conservé hasta bien mayor, junto con el cariño por ese sacerdote, a quien simplemente dejé de ver. Ido el padre Alterio, llegó el Padre Carlo, un sacerdote italiano que había vivido por años en la Argentina y que, probablemente en razón del gentilicio, encajó perfectamente en la casa, convirtiéndose en un miembro más de la familia.

Allí, salvo el Instituto Pediátrico, todo se llamaba San Rafael: Avenida San Rafael, Abastos San Rafael, Carnicería San Rafael, línea de taxis San Rafael…. Más allá, el colegio San José de Tarbes, y a continuación, La Ermita, que llegaría a ser el bunker inexpugnable de Jaime Lusinchi…. Esa era la frontera donde comenzaba “el mundo”…
Allí se encontraba también la escuela de Ballet de Steffy Stahl, el target inalcanzable al que mis siete años propendían, ambicionando verme con un tutú rosa y una pielecita de conejo, que también servía de alfombra para la Barbie, colocada dentro de las zapatillas, como otras de mis vecinitas.

Evoco los personajes que poblaban ese microcosmos de mi niñez, cuya presencia se hacía especialmente ostensible al llegar la fiesta de San Rafael. Se conjuntaban allí las monjas que habían sido transferidas a otros destino y regresaban, fieles a la tradición; las mujeres que “habían servido” en las casas del vecindario y volvían implorando al santo algún favor, más frecuentemente relacionado con la salud; devotos y curiosos atraídos por aquel espectáculo pueblerino en el que convergía todo el fervor que parecía de mal gusto entre tanta sifrinería durante el resto del año.

Se celebraba el último domingo de octubre. A la misa, sucedía la procesión. El “festejo” comenzaba propiamente cuando, a la hora de la elevación, las notas de nuestro Himno Nacional se dejaban escuchar en los instrumentos de la Banda Marcial de la policía, porque curiosamente Maripérez y Simón Rodríguez también pertenecían, en términos parroquiales, a San Rafael, que se extendía al parecer como en los textos antiguos: “hasta donde la vista alcanza”


Porque la idea era, claro, que participaran todos los sectores de la parroquia en homenaje a su santo patrón. Y así, como la policía aportaba la banda marcial que acompañaba la procesión en todo su recorrido, eran los conductores de taxi quienes habían comprado la imagen del arcángel que se sacaba en andas, y eran ellos quienes la portaban, con la mayor solemnidad, turnándose para cargar con el venerable peso. Los propietarios del abasto y la carnicería sufragaban los espectaculares fuegos artificiales con que se daba por finalizado el festejo, y que culminaban con un aparato pirotécnico situado en la casa de mis vecinos que se iba encendiendo hasta dejar iluminada una estampa rectangular del ángel, según la más pura tradición de los pueblos de las costas italianas.

Encabezaba la procesión, cómo no, el Padre Carlo. Y después los señores de la línea de taxis con la imagen. Y detrás, una miríada de angelitos, entre los cuales, como es natural, solía esta yo, el angelito con gafas.

Detrás, seguían las monjas y, rezando el rosario o cantando, alternativamente, las niñas de la Casa Hogar San Rafael, que por sí sola merecería un texto, y a continuación la banda marcial y, por último, la riada de gente que conformaba el grueso de una procesión que se limitaba a dar la vuelta a la manzana entre el estruendo de música, tracas y oraciones….. Recuerdo particularmente una casa, que fue sucesivamente ancianato, escuela de computación y albergue de menores. Y recuerdo con tristeza cómo se asomaban a las terrazas y balcones las personas mayores, impedidas, para ver pasar con fe la imagen del arcángel.

Cómo no recordar la fiesta de San Rafael…. Se aproxima el 24 de octubre, y no evoco el día de la celebración, del regreso de los ausentes, del fervor popular.Y sin embargo, no puede uno dejar de preguntarse, con un tanto de nostalgia, en dónde está esa Caracas ingenua en donde se podían hacer todas esas cosas.

martes, 14 de octubre de 2014

Excalibur



El Universal, 14. de octubre de 2014

Al final “eutanasiaron” a Excalibur. Con este evento concluye el prólogo de lo que puede ser una historia de horror, que comienza cuando las autoridades sanitarias españolas, en contra del sentido común, de la opinión pública y del consejo experto, trasladaron a Madrid dos misioneros que habían contraído ébola en Liberia.

Si hay algo que me entusiasma del gentilicio español, que comparto con orgullo desde hace años, es la solidaridad de que hacen gala mis connacionales de adopción. Es un rasgo que se hace ostensible, por ejemplo, en la vocación de manifestarse: surta efecto o no, el español medio se vuelca a las calles con el propósito de hacer oír su voz tan pronto como hay una causa que despierte su fervor. La gente se forma rápidamente una opinión y busca la manera de comunicarla, sin importar si el asunto les afecta directamente o no.

Probablemente este mismo espíritu solidario fue el que animó la decisión de repatriar a Miguel Pajares y Manuel García Viejo, contagiados de ébola. Este gesto magnánimo, que dicen ha abierto las puertas de Europa al virus, parece estar consustanciado con la idea de que es tarea de los gobiernos velar por todos y cada uno de su ciudadanos, y alineado con una afirmación de la "Declaración del encuentro del Comité Internacional de Emergencia para Regulaciones Sanitarias relacionadas con el brote de ébola en África Occidental", según la cual los estados deberían estar preparados para facilitar la evacuación y repatriación de nacionales (por ejemplo, trabajadores sanitarios) que hubieran estado expuestos al ébola.

Sin embargo, otras recomendaciones contenidas en el mismo documento, no parecen haber sido tomadas en cuenta. Hay quien considera temerario el haber trasladado los dos misioneros a Europa, con el consiguiente incremento del riesgo de contagio para la población del continente, en lugar de haber implementado un operativo que permitiera brindarles atención sanitaria en los lugares en que se encontraban afectados, lo que de paso hubiera redundado en beneficio de otros pacientes de las zonas en cuestión. Pero, más grave aún es, habiendo tomado la decisión de repatriar a los infectados, no extremar las precauciones para evitar que la enfermedad se propagase.

A la fecha, consta un caso de contagio: una de las enfermeras que asistió a los dos misioneros en un hospital madrileño. Las incidencias en torno al diagnóstico y posible aislamiento precautelativo de quienes se hubieran visto involucrados en la atención de los enfermos infectados de ébola han sido objeto de infinitas discusiones. Quizá el haber puesto fin a la vida de Excalibur, el perro de la enfermera infectada, constituiría un flagrante caso de especismo: de la misma forma que no ha se procedido a ejecutar preventivamente a ninguna de las personas en riesgo de haber contraído la enfermedad,
la decisión de sacrificar a la mascota suena precipitada en la medida en que no se había verificado si el animal estaba efectivamente infectado o no. Cientos de miles de personas firmaron una petición en la web Change.org en la que se pedía poner en cuarentena a Excalibur. Diversos expertos, como el doctor Peter Cowen, de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, y Éric Leroy, coautor de una investigación realizada en Gabón acerca de la relación de los animales con la transmisión del ébola, consideraban que Excalibur hubiera podido ayudar a entender mejor cómo se produce el contagio. Pero, al parecer, España no contaba con un animalario acorde con los niveles de seguridad necesarios para alojar al perro

Diversas consideraciones pueden hacerse alrededor de lo sucedido, de lo que mucho puede educir la comunidad internacional. A destacar, la responsabilidad de las autoridades en la implementación y seguimiento de las estrategias de seguridad diseñadas para proteger la salud pública, y el mérito de quienes se ven expuestos a diversos riesgos en el desempeño de su profesión.

Excalibur, sin duda, resulta la víctima más evidente de un inadecuado manejo de la situación, que subraya la importancia de velar porque se cumplan los protocolos previstos en torno a ésta y otras enfermedades en todos los países del mundo.

martes, 7 de octubre de 2014

Vientre Primerizo


El Universal, 7 de octubre de 2014


En los tiempos que corren, el advenimiento de un libro viene a resultar no solo un acontecimiento digno de ser celebrado per se, sino también una muy motivadora inspiración para asumir cualquier reto. Por una parte, cristalizan en sus páginas el tiempo y el esfuerzo invertidos en crear un puente a través del cual quien escribe despierta en el lector determinadas sensaciones, haciéndole partícipe de su propio pensamiento; por otra, también confluye en su publicación el trabajo de un sinnúmero de personas involucradas en cada una de las etapas previas al lanzamiento de la obra.

Tal es el caso de Vientre primerizo, el segundo proyecto que la polifacética Gabriela Olivo de Alba emprende de la mano de la Editorial Lector Cómplice, constituyendo un tándem absolutamente exitoso.

Su concepto trasciende la noción convencional de la obra, evolucionando hacia el libro-objeto, de modo que el trabajo creativo no se agota en la producción del texto, sino que se extiende al propio continente, haciendo de cada ejemplar una pieza única y diferenciada. En efecto, la autora modifica cada uno de los libros, interviniéndolos al añadir detalles particulares que pueden incluir desde la impresión manual de algún sello, hasta la inserción de pequeños y sutiles objetos que sorprenden al lector cuando recorre sus páginas.


Vientre primerizo constituye, en alguna medida, parte de un proceso catártico en el que la escritora pretende digerir el distanciamiento de quien fuera uno de sus más importantes interlocutores a nivel creativo, Ernesto Bañuelos, fallecido en 1987. Tal y como explica su autora, el libro no constituye una recopilación de textos biográficos propiamente dichos, sino más bien la síntesis de los múltiples puntos de contacto en que Bañuelos y Gabriela convergían y que van dejando su impronta aquí y allá a lo largo de los diferentes episodios del discurso narrativo, estructurado en tres partes: Detente, Vientre Primerizo y Hura crepitans. Al respecto, Gabriela señala: “era tal la cercanía entre nosotros que en ocasiones tomábamos prestadas las vivencias y anécdotas del otro como si fueran propias, de tal forma que a veces era difícil asegurar quién había aportado una cosa o tal otra al conjunto de la pieza”

Esta mexicana, vinculada a Venezuela mediante lazos que incluyen desde las visitas realizadas a temprana edad a su padre, que vivía en Caracas, hasta su desempeño como Agregado Cultural en nuestro país, ha incursionado con éxito en distintos campos del arte, hallando en el performance uno de sus canales de expresión predilectos. Actriz, diplomática y profesora universitaria, ha destacado, no obstante, también como fotógrafa y, más recientemente, como escritora, particularmente a través de Ojo de la Cerradura, lo que ella denominaría un “diario onírico”, una transcripción de sus sueños narrados magistralmente con un lenguaje directo y no por ello menos rico en imágenes.


Vientre Primerizo es pródigo, así mismo, en imágenes, insertando fotografías tanto de la propia Gabriela Olivo de Alba, como de su hijo Mauricio Arechavala, que ya tiene varios años de andadura en el oficio.

Por su parte, la Editorial Lector Cómplice es la faceta más visible de la Fundación que lleva el mismo nombre, surgida en Los Teques a mediados del 2006. En los últimos dos años ha publicado 37 obras que incluyen cuentos infantiles, ensayos, novelas y poesía, y en breve verán la luz cuatro libros más, según señala la dinámica Lesbia Quintero, quien encabeza el equipo editorial que ha suscrito los dos proyectos de Gabriela, tanto Ojo de la Cerradura como Vientre Primerizo.

Resulta del todo estimulante comprobar no sólo cómo sigue bullendo la creatividad en nuestro país, sino también cómo hay quien se arriesga para llevar adelante nuevos proyectos y los saca adelante, a pesar de las previsibles vicisitudes. Será una prueba más de que la clave está centrar la atención en los resultados que esperamos y en no definir nuestra actitud por los obstáculos, que no deben distraernos de la meta más que el tiempo indispensable para pensar en cómo sortearlos.

martes, 23 de septiembre de 2014

Machismo sí, machismo no….


El Universal, 23 de septiembre de 2014

En días pasados, uno de mis más brillantes interlocutores puntualizaba el hecho de que a menudo permanecemos impasibles ante una serie de aseveraciones, de escenas, de costumbres, que entrañan flagrantes violaciones a la igualdad de género. Se trata de ideas que han recibido tan amplia difusión que ni siquiera nos alteran: ¡no las detectamos!

Seguimos contándoles a nuestros hijos los mismos cuentos, a través de los cuales les inoculamos algunas creencias, a las que hemos sobrevivido, es cierto, pero que en ningún caso deberían continuar extendiéndose. ¿Quién se atrevería a negar que la romántica historia de la Cenicienta, por citar un ejemplo, propugna el matrimonio como forma de promoción social y como estrategia para resolver un problema? ¿Quién se atrevería a sugerir a sus hijas que permanecieran en actitud contemplativa y resignada hasta poder descargar en las espaldas de algún infortunado galán todo el peso de la responsabilidad por la felicidad propia?

Es comprensible. Estas historias reflejan el pensamiento y las pautas culturales vigentes en el momento en que surgieron, pero ya va siendo hora de que dejen de narrarse sin hacer la salvedad de que existen otros comportamientos alternativos por los que es posible optar.
El 18 de noviembre de 1949 se estrenó en Estados Unidos “La costilla de Adán”, una película en la que los protagonistas, una pareja de abogados, encarnados por Spencer Tracy y Katherine Hepburn, se ven enfrentados cuando asumen respectivamente el rol de abogado defensor y fiscal acusador del mismo caso: un intento de asesinato. La acusada habría disparado torpemente y sin mirar a su marido cuando lo descubre in fraganti con otra mujer. La reflexión de Hepburn a lo largo de la comedia es la siguiente: ¿se percibe de la misma manera una falta cuando es cometida por un hombre que cuando la comete una mujer? ¿Por qué hay comportamientos que nos parecen naturales en un género y no en otro?

La película concluye, todo hay que decirlo, con la célebre frase “Vive la différence!”, con la que se celebra la disimilitud entre sexos que enriquece y matiza la vida humana. Ya no se trata de un tópico: la diferencia entre hombres y mujeres es un hecho constatado. Pero es que no se trata de quehombres y mujeres sean iguales: se trata de que tengan las mismas oportunidades y los mismos derechos. Y ello pasa por adquirir el mismo grado de autonomía, de manera que, cuando surjan los afectos, respondan al “te necesito porque te quiero”, y no al “te quiero porque te necesito”.

El hecho es que, sumidos en nuestra cultura, se encuentra una serie de clichés que contemplamos con naturalidad, cultivados al calor de la publicidad que los perpetúa.
La violencia de género a menudo se confunde erróneamente con la violencia en contra de la mujer, cuando en realidad se trata de manifestaciones ejercidas física o psicológicamente en contra de cualquier persona o colectivo en razón de su género, incluyendo homosexuales, bisexuales y transexuales. Aunque es menos frecuente, también puede dirigirse hacia los hombres, quienes podrían lamentar verse definidos invariablemente por determinadas etiquetas socio-culturales con el mismo frustrante resultado que padecen las mujeres. 

De hecho, en días pasados, me sorprendieron positivamente ciertas reflexiones vertidas por José María Ruiz Soroa en el diario digital de Álava “elcorreo.com”. El articulista se admiraba de los términos en que dos señoras se habían expresado acerca del conocido escritor Arturo Pérez-Reverte, para terminar apostrofándolo de hombrecillo: “No lo entiendo. ¿Por qué 'hombrecillo', y no 'personajillo' o 'ser limitado' o 'autor nimio'? ¿Por qué recurren las dos féminas a la condición sexual de Pérez-Reverte para poder rebajarle? ¿Y por qué lo hacen precisamente disminuyendo esta capacidad masculina del escritor? ¿Por qué llamar 'hombrecillo' u 'hombre pequeño' o 'poco hombre' a alguien cuando se le quiere criticar o afear la conducta? ¿No se están aceptando al hablar de esta manera todos los parámetros implícitos, precisamente, en las valoraciones machistas de muchos hombres?”

Si bien tradicionalmente han sido las mujeres quienes han llevado la peor parte , también los hombres se han visto fustigados por principios tan aberrantes y ya vituperados como el de que los niños no lloran, sin ir más lejos; y ciertos feminismos, en lugar de abogar por los derechos de la mujer, la han puesto a veces en evidencia, al pretender privarla de lo que le es propio por naturaleza.

No se puede borrar de un plumazo lo que se ha gestado a lo largo de siglos, pero sí se debe crear cierta conciencia que nos incite a permaneceralertas, a identificar y neutralizar ciertos mensajes sexistas , evitando que se transmitan a las nuevas generaciones, sin caer en fanatismos ni negar lo que es maravilloso: “Vive la différence!”

martes, 16 de septiembre de 2014

Aquel Cantor

El Universal, 16 de septiembre de 2014

En días pasados tuve el privilegio (así lo considero) de asistir en Madrid a una exhibición privada de la película “Aquel cantor”, creada en torno a la figura de Alfredo Sadel , tenor favorito de Venezuela.

El film, homónimo de la canción con la que el cantante se haría acreedor al primer lugar en el Festival de la Voz de Oro de Venezuela, desvela los entretelones de una historia en la que, junto a los evidentes atributos que contribuyeron a hacer de Sadel una estrella, como su atractivo físico, su portentosa voz o su afabilidad, se muestra el reverso de la moneda: el permanente asedio al que se veía sometido y la disciplina férrea con que acometía el estudio continuamente en pos de la excelencia, atreviéndose incluso a incursionar en otros terrenos, cuando bien hubiera podido dormirse en los laureles que había cosechado en el ámbito de la música popular.

La producción de Celia Gómez y del conocido periodista y cineasta Alfredo Sánchez, hijo del cantante, nos muestra a un Sadel emotivo, humano y serenatero. Nos descubre su faceta de dibujante, gracias a la cual entablaría una perdurable amistad con el maestro Carlos Cruz- Diez, con quien trabajaría en una conocida agencia de publicidad; nos narra su incursión en la industria filmográfica norteamericana a través de la Metro-Goldwyn-Mayer, y relata su inmersión en el mundo de la ópera, en donde también llegaría a obtener reconocimiento.

Así mismo, el documental reseña la continua labor de Sadel en pro de la democracia, como defensor de la pluralidad de pensamiento y benefactor de muchos venezolanos que permanecían en el exilio, consustanciados con las más diversas ideologías, a pesar de las vinculaciones que hayan querido establecerse entre el cantante y algún partido político.
Sin embargo, más allá de la figura de Sadel, sobre quien mucho se ha escrito ya y con razón, la película merece ser encomiada por diversas razones. Resulta exitosa la manera de construir el relato, alternando las narraciones efectuadas en primera persona por el propio artista con la participación de quienes lo conocieron y siguieron su trayectoria, muchos de ellos ya desparecidos hoy, como Celia Cruz , José Ignacio Cabrujas o
Libertad Lamarque. Con ello, la cinta adquiere el mérito adicional de atesorar las intervenciones de importantes personalidades que, más que marcar una época, contribuyeron a construirla.

“Aquel Cantor” constituye, sin duda, un valioso documento que da cuenta del estado de cosas, el pensamiento y las motivaciones vigentes en un tiempo ya lejano.
Sadel se erige como figura central contra un fondo que va quedando descrito inadvertidamente, en sordina, y que llega a cobrar también, inevitablemente, un valor protagónico.

De la mano con la figura encantadora de quien fuera emblema de una generación, transitan unos valores ya preteridos, a partir de los cuales quiso Sadel orientar su vida, a saber: el amor por los suyos y el compromiso con la construcción de un país que se nos presenta en la película todo promesa, todo posibilidad, todo futuro.

Imposible no sentir nostalgia por ese espíritu de creación, de construcción, por la esperanza. A ver si nos re-embarga también ese mismo ánimo para hacer lo mejor que podamos, a partir de lo que tenemos, cada uno desde su lugar de trabajo, por nuestro país.

martes, 2 de septiembre de 2014

Preciosismo burocrático

El Universal, 2 de septiembre de 2014

Sin llegar a ser un pensador connotado, el barón Frédéric-Melchior Grimm perteneció, sin embargo, a lo más selecto de la intelectualidad de su época. Oriundo de Baviera, transcurrió gran parte de su vida en Francia, en donde alternaría con diversos enciclopedistas. Su correspondencia con Diderot y Catalina II sería publicada bajo el título de "Correspondance littéraire, philosophique et critique” en 1813, y recoge sus opiniones sobre arte, literatura y política.

Ya en una carta de 1765, Grimm expresaría: “ las oficinas, los funcionarios, secretarios, inspectores e intendentes no son nombrados en sus puestos para beneficiar el interés público: en realidad parecería que el interés público ha sido instaurado para que las oficinas puedan existir"

La tortuga de Mafalda, el personaje de Quino, se llama “Burocracia”, una clara alusión a la lentitud y torpeza del sistema, y el pensador mexicano Carlos Castillo Peraza terminaría por aseverar: “burocracia es el arte de convertir lo fácil en difícil por medio de lo inútil”. ¿Qué es lo que hace que la burocracia resulte tan antipática?


Su propia naturaleza entraña el germen de su inutilidad. Lo que en principio pareciera haber sido concebido para facilitar las cosas, se ha convertido a la postre en lo que entorpece que las cosas fluyan.
La burocracia procura establecer procedimientos estandarizados para dar curso a diferentes necesidades, lo que habría de garantizar la neutralidad, el tratamiento imparcial del usuario y la agilidad de gestión, al tratarse de una fórmula repetida una y otra vez. Sin embargo, esta estandarización redunda en que se vea marginado y desatendido todo lo que no quepa dentro de los parámetros previstos, encorsetados por la rigidez de la norma y difícilmente adaptables a nuevas circunstancias.

Aun animado por la buena voluntad de resolver las cosas, a veces un funcionario se encuentra atado de manos por el riesgo de inmiscuirse en las funciones de otro departamento o por verse subordinado dentro de una línea jerárquica en la que no goza de autonomía para tomar decisiones.

Pero, si esto es verdad en el ámbito de lo público, aquí y en todos lados, agravado además en ciertos casos por la corrupción y la negligencia, se desarrolla de manera similar en muchas esferas de la vida cotidiana.


En ocasiones las cosas se ralentizan y entorpecen a causa de la persona que aplica una norma que a veces es real, pero que a veces deriva de una creencia o suposición aceptada a lo largo de los años sin cuestionar su pertinencia . Por ello, sin llamar a la anarquía y sin detrimento de la calidad de los resultados, es necesario conferir cierta flexibilidad a los procedimientos para que estos sean eficaces, tendientes a lo que es su fin verdadero, viéndose cada quien movido a aplicar las normas de la manera más racional y útil posible. Quizá la clave radique, precisamente, en no perder de vista cuáles son nuestros objetivos.

martes, 26 de agosto de 2014

Luis Quintero en Paracho



El Universal, martes 26 de agosto de 2014



Sito en el noroeste del estado Michoacán, en el corazón de la Meseta Purépecha, se encuentra el Municipio de Paracho, conocido en tiempos de la Colonia como San Pedro Paracho y más tarde como Paracho de Verduzco.

Al parecer, “ Paracho” significa “ofrenda” en chichimeca. Quién sabe por qué se le denominó así en un principio, pero lo que sí está claro es que, entre las muchas cosas que puede ofrecer al mundo, hay una en particular que define al municipio y que reviste especial valor: sus guitarras artesanales.

En efecto: la elaboración de guitarras es fuente de ingresos y signo de identidad de la población: existen en la actualidad 15 fábricas y más de 400 luthiers con una dilatada experiencia en su producción artesanal.

Dicen que al llegar a Paracho, lo primero que salta a la vista son los locales repletos de estos instrumentos musicales que le han dado fama aun a nivel internacional. En el Centro para la Investigación y Desarrollo de la Guitarra opera una escuela a través de la cual se brinda apoyo profesional y gratuito a los niños que manifiestan inclinación hacia el aprendizaje del instrumento, y también funciona un Museo de la Guitarra .

No podría haber un entorno más apropiado para acoger, pues, a una de nuestras glorias nacionales, el maestro Luis Quintero, quien ofrecería una master class y un concierto, en el marco del XXXIX Festival Nacional de Guitarra Clásica Paracho 2014 que se celebró recientemente, del 3 al 8 de agosto.

El Festival, que albergaría también el XVII Concurso Nacional de Niños y Jóvenes intérpretes de Guitarra Clásica Paracho 2014 y el XXIX Concurso Nacional de Intérpretes de Guitarra Clásica, contó también con la participación del maestro Pablo Garibay, del Duo Ditirambo y de la maestra Consuelo Bolio por México; del maestro Simone Iannarelli en representación de Italia y de la maestra Bertha Rojas por parte del Paraguay.

El maestro Quintero debutó en el Carnegie Hall, cuando tenía apenas catorce años, con la Orquesta Solistas de Venezuela. Ya para entonces había deslumbrado con su presentación en el Festival Mundial de la Guitarra en Martinica, donde tuvo la oportunidad de alternar con figuras de la talla de John Williams y Alirio Díaz.

Laureado con la beca de Excelencia en las Artes concedida por la Julliard School of Music, es el único latinoamericano egresado de la Cátedra de Post-grado de Guitarra de esa institución, en donde estuvo formándose junto a la aclamada intérprete norteamericana Sharon Isbin. El hecho de que la Julliard esté reputada como la institución de educación superior con la tasa de admisión más baja de los Estados Unidos es un índice no sólo del privilegio que representa cursar estudios allí, sino también del mérito que tiene egresar de ella.


Entre los más interesantes aportes de Quintero se cuenta la grabación de una colección antológica de música para guitarra compuesta por Antonio Lauro, Rodrigo Riera, Gentil Montaña, Agustín Barrios Mangoré y Heitor Villa-Lobos, que vió la luz con la denominación de “Joyas Latinoamericanas”.

Que diversos compositores le hayan dedicado sus obras para guitarra evidencia la proyección que la ejecución de Luis Quintero ha alcanzado en el medio gracias a su precisión y calidad, así como que haya cosechado numerosos reconocimientos dentro y fuera de Venezuela.


Durante su viaje a México, Quintero también ofreció un concierto en la Fonda de San Angel, en la plaza de San Jacinto del Distrito Federal, además de visitar las ciudades de Morelia y Tlapuljahua. Allí donde va deja la impronta no solo de su excelencia musical, sino también de su calidad humana, su cercanía y sencillez, que moverían a decir al músico mexicano Rafael Elizondo: “Luis Quintero es un hombre con muchas virtudes, una de ellas, la guitarra.”

martes, 19 de agosto de 2014

Goethe, Gaza, Said y Baremboim

El Universal, 19 de agosto de 2014


West-östlicher Divan es el título de una antología compuesta por doce libros de poesía, publicados entre 1819 y 1827, por Johann Wolfgang von Goethe. En ellos se refleja el profundo impacto que produciría el estudio de la sensibilidad oriental en el pensador, abogado y escritor alemán.

En efecto: hacia 1814 Goethe descubriría la obra de Hafez-e Shirazí, poeta y místico persa, cuyos versos habrían sido recopilados hacia 1368 también bajo la denominación de “Divan”.
El título de la antología de Goethe, cuya grafía suele ceñirse a la empleada en el manuscrito original, significa en alemán “Diván de Oriente y Occidente” y constituye una especie de salutación al Levante que, con el correr del tiempo, tendría eco en la obra de otros creadores, influenciando por ejemplo las partituras de Schubert , Mendelssohn, Strauss, Schumann, Schönberg, Schoeck y Bartholdy .
Baremboim y Said

Mencionar la antología de Goethe nos remite inequívocamente al acontecer musical contemporáneo: ha estado presentándose en Argentina la orquesta auspiciada por la Fundación Baremboim- Said que lleva por nombre, precisamente, West-Eastern Divan. Pero la actualidad del asunto no viene determinada exclusivamente por los aspectos musicales de la gira, sino también por la propia naturaleza de la orquesta, una aleccionadora iniciativa digna de poner en relieve en momentos en que recrudece el conflicto en la franja de Gaza.

La West-Eastern Divan surgió en 1999 por iniciativa del músico argentino judío Daniel Barenboim y el filósofo palestino Edward Said, quienes promovieron la realización de un taller dirigido a jóvenes músicos de Israel y otros países de Oriente Medio. El propósito era facilitar, mediante la convivencia, el encuentro de dos culturas que tradicionalmente han sido antagónicas, facilitando el conocimiento y la comprensión recíprocos.

El taller continuó efectuándose cada año en un lugar diferente, hasta que en 2002 se estableció definitivamente en Sevilla gracias al apoyo de la Junta de Andalucía. En el año 2004 se consolidaría allí la Fundación Barenboim-Said, con miras a desarrollar diversos proyectos educativos que vincularan la música a los principios de convivencia y diálogo que han sido la enseña de dicha entidad. A partir de entonces la orquesta ha efectuado diversas presentaciones alrededor del mundo. Sin embargo, no hay que perder de vista el talante de la iniciativa: no se trata de un proyecto exclusivamente musical, sino de un foro para el diálogo y la reflexión sobre el problema palestino-israelí, como asevera oficialmente la Fundación en su página web.


Daniel Baremboim
Esta iniciativa, cuya trascendencia queda reflejada en el hecho de haberse hecho acreedora al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2002, y de que Barenboim haya sido nominado al Premio Nobel de la Paz en 2011, parte de la convicción de que no es posible aislar la música del tejido social. Edward Said, ya fallecido, disertaba acerca de la posibilidad de que el público pudiera percibir a través de la orquesta un fenómeno complejo. Ello, a todas luces, trascendería los límites del lenguaje. Al respecto, Barenboim señala: “Existe una incomprensión general y creciente de un problema que es a la vez simple y complejo: (…) la imposibilidad de articular con palabras el contenido de una obra musical. Pero el hecho de que sea imposible expresar con palabras el contenido de la música no significa que ésta no tenga contenido". 

Bien podría decirse que se trata de de una aproximación a la categoría filosófica de lo real, que supone la percepción e intelección del mundo exterior en nuestra mente y en relación con el yo.


Edward Said
La Fundación Said-Baremboin honra la lección de Goethe en la cual se inspira, a saber, el esfuerzo por reconocer y amar en el otro los rasgos humanos que subyacen más allá de lo cultural, y que son básicamente lo que nos une, superando las diferencias y ambiciones que puedan separarnos. Ojalá podamos seguir celebrando a través de los años este y otros eventos que, en una fecha como la de hoy, han hecho del mundo un lugar más grato para vivir.