El Universal, 14. de octubre de 2014
Al final “eutanasiaron” a Excalibur. Con este evento concluye el prólogo de lo que puede ser una historia de horror, que comienza cuando las autoridades sanitarias españolas, en contra del sentido común, de la opinión pública y del consejo experto, trasladaron a Madrid dos misioneros que habían contraído ébola en Liberia.
Si hay algo que me entusiasma del gentilicio español, que comparto con orgullo desde hace años, es la solidaridad de que hacen gala mis connacionales de adopción. Es un rasgo que se hace ostensible, por ejemplo, en la vocación de manifestarse: surta efecto o no, el español medio se vuelca a las calles con el propósito de hacer oír su voz tan pronto como hay una causa que despierte su fervor. La gente se forma rápidamente una opinión y busca la manera de comunicarla, sin importar si el asunto les afecta directamente o no.
Probablemente este mismo espíritu solidario fue el que animó la decisión de repatriar a Miguel Pajares y Manuel García Viejo, contagiados de ébola. Este gesto magnánimo, que dicen ha abierto las puertas de Europa al virus, parece estar consustanciado con la idea de que es tarea de los gobiernos velar por todos y cada uno de su ciudadanos, y alineado con una afirmación de la "Declaración del encuentro del Comité Internacional de Emergencia para Regulaciones Sanitarias relacionadas con el brote de ébola en África Occidental", según la cual los estados deberían estar preparados para facilitar la evacuación y repatriación de nacionales (por ejemplo, trabajadores sanitarios) que hubieran estado expuestos al ébola.
Sin embargo, otras recomendaciones contenidas en el mismo documento, no parecen haber sido tomadas en cuenta. Hay quien considera temerario el haber trasladado los dos misioneros a Europa, con el consiguiente incremento del riesgo de contagio para la población del continente, en lugar de haber implementado un operativo que permitiera brindarles atención sanitaria en los lugares en que se encontraban afectados, lo que de paso hubiera redundado en beneficio de otros pacientes de las zonas en cuestión. Pero, más grave aún es, habiendo tomado la decisión de repatriar a los infectados, no extremar las precauciones para evitar que la enfermedad se propagase.
A la fecha, consta un caso de contagio: una de las enfermeras que asistió a los dos misioneros en un hospital madrileño. Las incidencias en torno al diagnóstico y posible aislamiento precautelativo de quienes se hubieran visto involucrados en la atención de los enfermos infectados de ébola han sido objeto de infinitas discusiones. Quizá el haber puesto fin a la vida de Excalibur, el perro de la enfermera infectada, constituiría un flagrante caso de especismo: de la misma forma que no ha se procedido a ejecutar preventivamente a ninguna de las personas en riesgo de haber contraído la enfermedad,
la decisión de sacrificar a la mascota suena precipitada en la medida en que no se había verificado si el animal estaba efectivamente infectado o no. Cientos de miles de personas firmaron una petición en la web Change.org en la que se pedía poner en cuarentena a Excalibur. Diversos expertos, como el doctor Peter Cowen, de la Universidad Estatal de Carolina del Norte, y Éric Leroy, coautor de una investigación realizada en Gabón acerca de la relación de los animales con la transmisión del ébola, consideraban que Excalibur hubiera podido ayudar a entender mejor cómo se produce el contagio. Pero, al parecer, España no contaba con un animalario acorde con los niveles de seguridad necesarios para alojar al perro
Diversas consideraciones pueden hacerse alrededor de lo sucedido, de lo que mucho puede educir la comunidad internacional. A destacar, la responsabilidad de las autoridades en la implementación y seguimiento de las estrategias de seguridad diseñadas para proteger la salud pública, y el mérito de quienes se ven expuestos a diversos riesgos en el desempeño de su profesión.
Excalibur, sin duda, resulta la víctima más evidente de un inadecuado manejo de la situación, que subraya la importancia de velar porque se cumplan los protocolos previstos en torno a ésta y otras enfermedades en todos los países del mundo.
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