Joan Miró |
El 18 de julio de 1936, el levantamiento del general Francisco
Franco contra la República española, gobernada
por la coalición de izquierdas que había
obtenido el triunfo en las elecciones del mismo año, marcó el inicio de un
cruento periodo en la historia de
España: la Guerra Civil, que habría de prolongarse hasta 1939.
No hubo español que permaneciera indiferente a la contienda,
ni tampoco ninguno que surgiera indemne de ella: la guerra dejaría profundas huellas
en las conciencias y en los bienes
materiales de un pueblo que había visto derrumbarse, paulatinamente, su tolerancia
ante las injusticias, la inestabilidad y las amenazas de un
totalitarismo que al fin acabaría por
imponerse.
Ya en el transcurso del reinado de Alfonso XIII, ascendido
al trono en 1902, había venido acentuándose
una serie de dificultades económicas
que a menudo desembocaron en manifestaciones violentas. La monarquía
demostraba su incompetencia para hacer frente a los desajustes
relacionados con la liquidación del
imperio colonial, las aspiraciones autonómicas de Cataluña, el anarquismo y los
esfuerzos por mantener el control sobre las posesiones africanas.
En 1923, al parecer con el tácito consentimiento del
Monarca, fue impuesta la dictadura del general Miguel Primo de Rivera. El Senado
y el Parlamento fueron disueltos y se estableció
la censura de prensa con el propósito de contener las revueltas populares.
Durante este período se promulgaron el Código del Trabajo y
otras leyes de carácter social. Sin
embargo, la prolongación de una dictadura que había prometido ser transitoria ,
despertó un sentimiento de animadversión
que conjugaba elementos de las más diversas ideologías: monárquicos
constitucionalistas, republicanos y socialistas convergieron en lo que se convertiría en un movimiento
antidinástico, el cual habría de
culminar en 1930 con la dimisión del Dictador , quien, al constatar que había
perdido el apoyo del ejército, se retiró a París, donde fallecería
repentinamente en marzo del mismo año.
También la intelectualidad , de la que Miró formaba
parte, se opuso al régimen
dictatorial. Creadores que son orgullo
de las letras y de las artes de España legan a la historia numerosos testimonios
literarios y plásticos de su
percepción acerca del contexto en el que
se gestaba la guerra.
Con miras a
restablecer la normalidad constitucional se convocó a unas elecciones
municipales que de hecho se transformaron, debido a la naturaleza de los contendores, en un plebiscito entre la
Monarquía y la República. El triunfo de
la República desembocó en la “suspensión
del ejercicio del poder real” y la salida de don Alfonso del territorio nacional en 1931.
Las Cortes Constituyentes convirtieron a España en una “República
de trabajadores de todas las clases”, separó a la Iglesia del Estado y concedió
la autonomía al País Vasco y a Cataluña.
Miró, quien desde 1921 se había instalado en París, regresó
a Barcelona en 1933. Su retorno coincidía con el triunfo de las fuerzas de
centro derecha en las elecciones a
Cortes, la cual originó en protesta la huelga general y el alzamiento de los mineros
de Asturias y del Gobierno Autónomo de Cataluña, expresiones éstas que fueron duramente reprimidas.
Hombre y mujer delante de un montón de excrementos |
De esta permanencia en Barcelona data Hombre
y mujer delante de un montón de excrementos (1935), correspondiente a un
período en el que el artista inicia una nueva etapa caracterizada por la presencia de una
iconografía torturada y monstruosa en su obra1.
En 1936 la coalición de izquierdas del Frente Popular retomó el poder tras alcanzar el triunfo en el
proceso electoral. Mientras tanto, los antiguos monárquicos de la “Renovación Nacional”,
los carlistas de la Nueva Organización de Falange Española, las Juntas Obreras
Nacional-Sindicalistas y los católicos conservadores
aunaron sus fuerzas contra el Frente
Popular, considerado por ellos como una facción extremista. Es entonces cuando
se produce el levantamiento de Franco, quien logró desvirtuar en su provecho un
movimiento sustentado en partidos que procuraban originalmente la
reivindicación de la clase obrera.
Miró, que se encontraba en el polo republicano de la
contienda, se marchó a París ese mismo año.
“Estaba en Montroig. Tuve que partir
porque un compañero vino a decirme: “Tienes que salir ya. Los tipos de la
FAI –Federación Anarquista Internacional- quieren eliminarte. Me quedé
asombrado. Había pasado esto: mi hermana se había casado con un imbécil de la
extrema derecha. Yo asistí al matrimonio y un diario local publicó la lista de
los invitados, en la cual, evidentemente, yo figuraba. Eso fue en 1936, muy al
principio. Tuve que salir volando. Fue muy doloroso, evidentemente. Y además, yo tenía a Dolores [su hija] que
era una niñita de quien yo era responsable. En Montroig se quedó mi
madre, con militares que se portaron muy
bien con ella. Sin la historia de mi hermana me hubiera quedado aquí. Hubiera
tratado de hacerme útil.”2
La antipatía de Miró hacia el régimen franquista se dejaba
sentir constantemente. Durante el régimen exponía: “La horrible tragedia por la
que atravesamos podrá sacudir a algunos
genios aislados y darles un vigor creciente, pero si las potencias de la
represión conocida bajo el nombre de fascismo
se extienden todavía, si nos sumergen más adelante en el callejón sin
salida de la crueldad y de la incomprensión, será el fin de toda dignidad
humana”.3 Años más tarde el artista comentaría a Goerges Raillard: “Franco
murió hace quince días. No me siento nunca bien. Jamás. Pero así y todo, desde la muerte de Franco, hay
una puerta entreabierta. Al menos, se puede respirar mejor. Ya no se habla más
de Franco. Pero atención: habrá que hablar siempre del franquismo, del facismo .”4
Resulta fácil comprender la identificación de Miró con la
causa republicana si se consideran no sólo sus principios ideológicos, sino
también otros factores. En primer lugar debe tomarse en cuenta su origen. Defensor de la catalanidad, comulga con las
aspiraciones autonómicas de Cataluña, que los republicanos veían con
beneplácito. Habiendo crecido en contacto con los campos de Mallorca y
Tarragona, cabía esperar que el artista se inclinase a favor de un movimiento que abogara por las
clases desposeídas con las que simpatizaba, a las que consideraba verdaderas y
con las que se identificaba: “Las cosas más simples me dan ideas.. un plato en
el que un campesino come su sopa; me gusta más esto que los platos
ridículamente ricos de la gente rica (…) Una horca, una horquilla bien cortada
por los campesinos, son cosas muy importantes para mí.”5
La masovera |
Existe, en la obra de Miró, una búsqueda de lo primario, de
lo esencial, que se traduce en el respeto y la admiración hacia la identidad
cultural, las etnias, las autoctonías. Ello podría considerarse una de sus
principales vinculaciones con el
movimiento surrealista, empeñado, como señala Werner Schmalenbach,6
en descubrir niveles primitivos de experiencia humana y en presentar al punto
de vista moderno una especie de candidez pre-civilizada. Con respecto a esa
búsqueda, el artista expresó: “Cuando un espectador se reconoce en mis
personajes, no siente lo que lo separa, sino lo que le acerca a todos los demás
hombres, sea blanco o negro, del sur o del norte, negro o chino”7.
Y más adelante prosigue: “Lo anónimo permite alcanzar lo universal, estoy persuadido de ello…”8 Dicho sea de paso, los surrealistas, también
en razón de su admiración por la autenticidad, manifestaban abiertamente su
adhesión a una ideología de izquierdas. De hecho André Bretón, líder de los
surrealistas, se creyó en el derecho de
expulsar a Miró del grupo por haberse atrevido a participar en el decorado de los Ballets Rusos
de Diaghilev, considerados “arte de ricos”.
El acontecer en la obra de Miró no es puramente plástico,
sino que también puede revestir diversas connotaciones denunciativas e ideológicas.
Aunque nada en ellos está dispuesto al azar,
subyace en cada uno de sus trabajos plásticos una fuerza primitiva, visceral, instintiva, que se transcribe sobre
el soporte en una primera fase cargada
de emoción. A lo largo de toda su trayectoria plástica es posible hallar hitos que dan prueba de su
identificación con la causa republicana.
Bodegón con zapato viejo |
En el lienzo Bodegón
con zapato viejo, fechado al reverso del 24 de enero al 29 de mayo de
1937, Miró plasma las primeras
necesidades de la vida en estado de desintegración. Esta naturaleza muerta, que
pretende ser una crítica a la pobreza y el sufrimiento del pueblo español
abrumado por la Guerra Civil, presenta una manzana con un tenedor clavado en
ella, una botella de ginebra a medio envolver, una hogaza de pan y el zapato
viejo que da nombre a la obra, plasmados
en colores oscuros y bajo sombras amenazadoras. El hecho de que el zapato esté
representado en colores más suaves no
disminuye para nada su vigor como símbolo de necesidad. Las callosidades y
arrugas que denotan el haber sido usado durante largo tiempo son evidentes y
revelan el cansancio del pie que alguna vez lo usó. Años más tarde el artista
comentó a De Benito: “El tenedor ataca a la manzana como si fuera una bayoneta.
La manzana es España.” 9
El afiche serigráfico Aidez
l´Espagne constituye una de las más connotadas manifestaciones de Miró contra el franquismo.
Realizado también en 1937 con el propósito de recabar fondos para apoyar al bando republicano, representa,
a la manera característica de Miró, el busto de un hombre tocado con la clásica
barretina de la vestimenta tradicional catalana. Según Harry Bellet10 el puño y el brazo sobredimensionados sorprenden y atraen la atención, así como
el rojo y el amarillo se adaptan maravillosamente a la necesidad
de una imagen de propaganda. En el boceto del afiche Miró escribe: “En la
batalla actual veo en el lado fascista fuerzas caducas, en el lado opuesto, al
pueblo, cuyos inmensos recursos creativos darán un impulso a España que
asombrará al mundo”.
El segador |
En 1940, un año después de concluir la Guerra Civil, Miró regresó a España y se radicó
provisionalmente en Mallorca, tras
confrontar una serie de dificultades: “Evidentemente, yo era sospechoso
por esto [se refiere a la inscripción al pie del afiche Aidez l´Espagne y a su participación en el Pabellón Español en la
Exposición Universal de París en 1937] y por toda mi historia. Como amigo de
Sert, que había sido el arquitecto del
pabellón de España, y como amigo de Prats, que había estado preso ocho
meses.” 11
serie Barcelona |
Otra referencia de Miró a la situación de España puede
encontrarse en una colección de 27 pinturas
sobre masonite desarrollada por
el artista a partir de 1936. Estas, aunque no plasman expresamente situaciones
de guerra, reflejan una carga de violencia que, según Malet13 se hace patente a través del modo mismo de
pintar y en el soporte anticonvencional,
nunca totalmente cubierto por los también anticonvencionales medios que se
suman al óleo: alquitrán, arena, caseína y betún.
A lo largo de toda su vida Miró asumió posiciones
comprometidas a favor del respeto a los valores
inmanentes de justicia y libertad. En 1970 se sumó a Antoni Tapies y otros artistas e intelectuales
catalanes en una marcha al Monasterio de
Montserrat en señal de protesta por las sentencias a muerte dictadas en el
famoso proceso de Burgos contra varios
miembros de la organización vasca ETA. “Hay quien dijo – precisa el
artista-- que yo había ido sin saber que
se trataba de un asunto político. Hice publicar un desmentido, para restablecer
la verdad que algunos querían empañar.
Lo que yo hice, lo hice en pleno conocimiento de causa”14
La esperanza del condenado a muerte |
En todo caso la pintura de Miró, resultante de las emociones
que cualquier estímulo externo desencadena en él, es siempre una pintura
comprometida. La ejecución del anarquista catalán Salvador Puig Antich, en 1974,
lo indujo a pintar el inmenso tríptico La
esperanza del condenado a muerte, propiedad de la Fundació Miró de
Barcelona.
Mori el Merma |
En 1976 colaboró con el grupo actoral Claca Teatre, diseñando y pintando los personajes para la obra
teatral Mori el Merma , basada en la farsa teatral El rey Ubu (1896) de Alfred Jarry,
escritor francés de inspiración bufonesca, en quienes los surrealistas
encontraron un precursor. Ubu, figura emblemática de la necedad humana, había
interesado desde siempre al artista catalán. De hecho, la Fundació de Barcelona conserva un ejemplar
de esta pieza literaria editada en París en 1921, llena de los dibujos que Miró
realizara con sus imágenes. Por si fuera poco, Miró realizó tres obras
ilustradas en torno al mismo personaje: Ubu
roi (1966), Ubu aux Baléares (1973)
y l´enfance d´Ubu (1979).
Sin lugar a dudas era posible identificar a Mori el Merma con Franco, recién fallecido. La obra fue
representada con éxito en Mallorca, Barcelona, París y Londres.
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