La polémica canonización de los Papas Juan Pablo II y Juan XXIII, que tuvo lugar este domingo 27 de abril, nos invita a revisar otras causas que se encuentran en proceso, particularmente en el ámbito latinoamericano.
El jueves 2 de julio de 2010 la Congregación Vaticana para las Causas de los Santos, con la aprobación del Papa Benedicto XVI, proclamó “Venerable” a la Sierva de Dios María Antonia de Paz y Figueroa, una religiosa argentina, mejor conocida como “Mamá Antula”.
Cintia Daniela Suárez, periodista santiagueña especializada en el área de la Espiritualidad en la televisión, ha explorado la trayectoria vital de Mamá Antula a través de un ensayo titulado “¿Es solo una cuestión de género?” El texto, integrado en el libro “ Paralelos literarios y culturales II”, publicado por Editorial Almaluz, establece además las afinidades que vinculan al personaje con otras dos mujeres atípicas: Juana de Austria y María Remedios del Valle.
Cintia explica que “Antula” es el nombre que se da en lengua quechua a las Antonias. El hecho de que la religiosa haya sido conocida a través del tiempo como “Mamá Antula” revela tanto su proximidad a las humildes comunidades indígenas, como la bondad que la caracterizaba y que hacía que fuera percibida como una figura maternal.
El eje central de la vida de Mamá Antula fue la difusión y organización de una práctica promovida por los jesuitas con el fin de “buscar y hallar la voluntad divina”, según expresara el propio Ignacio de Loyola: los Ejercicios Espirituales. La joven permaneció vinculada a la Compañía de Jesús a lo largo de toda su vida. A los 15 años entró a formar parte de un grupo de laicas que colaboraba con los jesuitas en la organización de los ejercicios espirituales, y, cuando fueron expulsados del país en 1767, prosiguió su relación con ellos por correspondencia. Sus cartas, que, según se dice, eran traducidas al latín, francés, inglés y alemán, eran enviadas a distintas naciones, donde surtieron una importante influencia en la reforma de diversas comunidades religiosas.
Tras la expulsión de los jesuitas, Mamá Antula asumió la responsabilidad de continuar con la organización de los ejercicios espirituales, al principio en su Santiago natal, y más tarde en Córdoba y Buenos Aires. La religiosa, que se desplazaba siempre a pie, descalza y sin equipaje, hubo de vencer muchos prejuicios. El obispo bonaerense, quien a la postre resultaría su aliado, la recibió con desconfianza a su llegada a una ciudad en la que se dice que fue tratada “de loca, borracha, fanática y hasta de bruja”. Así mismo, Juan José de Vértiz y Salcedo, el virrey, la adversaría en razón de su proximidad a la Compañía de Jesús.
No obstante, una carta enviada al Papa en 1784 reseñaba cómo cerca de quince mil personas habrían participado en ejercicios espirituales durante los cuatro años en los que se habían realizado en Buenos Aires, sin que se les hubiera cobrado ni un céntimo “por diez días de su estadía y abundante manutención”.
Los restos de Mamá Antula descansan en la Iglesia de Nuestra Señora de la Piedad en Buenos Aires. Falleció el 7 de marzo de 1799, pero antes fundaría la Casa de Ejercicios Espirituales, que todavía hoy existe y permanece activa, al tiempo que el grupo de mujeres que la acompañaba se transformó en una congregación religiosa, que sigue desarrollando tareas apostólicas en varias provincias argentinas.
El Papa Francisco, obviamente, simpatiza con la idea de su canonización. Existe un registro de prodigios que tuvieron lugar ya en vida de la santa. La bilocación, curaciones inexplicables, la domesticación de una fiera, apariciones y otros milagros que le han sido atribuidos avalan la causa que se inició en 1905.
El proceso se prolonga inexplicablemente, como el del propio José Gregorio Hernández, sin que ello obre en desmedro de las virtudes que ambos personajes tuvieron en vida y que sirven de modelo a los católicos contemporáneos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario