Con el título El pan que me alimenta se presentará esta noche en Madrid un compendio de las obras de María Luisa Mora Alameda, prolífica poetisa española que ha venido construyendo a lo largo de su trayectoria, que se extiende ya por casi un cuarto de siglo, un corpus literario signado por la delicadeza, la sensibilidad y, sin embargo, también por la proximidad al lector, en un estilo absolutamente característico y personal.
El libro que, merced a la Editorial Vitrubio, podremos disfrutar a partir de hoy, recoge nada menos que once de los poemarios que la autora ha publicado hasta ahora: Las hiedras difíciles; Este largo viaje hacia la lluvia; La tierra indiferente; La Mujer y la bruma; Busca y captura; Meditación de la derrota; La isla que no es; La respuesta está en el viento; Navegaciones; El don de la batalla y El mundo raro. Es posible acceder de este modo, en un solo volumen, al fruto de la inspiración de esta toledana que no ha dejado de cosechar éxitos desde que despuntó en el horizonte literario, hace ya más de veinte años.
Los poemas de María Luisa resuenan en el lector porque sus referentes provienen de la vida cotidiana. Sus reflexiones emanan de las acciones que ejecuta cada día, de episodios en los que cualquiera puede verse reflejado. María Luisa va al mercado, y en el acto anodino de la compra es capaz de encontrar nuevas e insospechadas connotaciones emocionales, de desentrañar nuevos significados hasta entonces no percibidos. Y es ése el punto en el que ennoblece la perspectiva del lector, cuando empieza a desvelar la riqueza que encierra la vida en cada uno de sus pequeños instantes.
Esta podría ser una de las razones que explican por qué, desde que comenzó a publicar en 1986, haya ido cosechando un premio tras otro en la medida en que han ido viendo la luz sus libros: el Carmen Conde en 1990; el Adonais en 1995 y, más recientemente, el Ciega de Manzanares y el Rafael Morales en el 2012, engrosan la lista de los reconocimientos a los que se ha hecho acreedora.
La poesía, en su caso, constituye un posicionamiento ante la vida: “Soy poeta. Soy poeta para vivir. Y vivo para ser poeta”, expresaría en alguna oportunidad la escritora. De algún modo, advino al mundo dotada de una especial sensibilidad que se ha acrecentado a través de los años y que da origen a una expresión acrisolada en el ejercicio reiterado de escribir. En una entrevista realizada en 2012 por Manuel Carmona Rodríguez, la escritora aseveraba: “Todo lo que sea cultura nos sirve de alimento. Ya decía Jesucristo en los Evangelios que no sólo de pan vive el hombre. El teatro, la poesía, la música, todo lo que sea cultura es compatible y necesario y nos enriquece y nos transforma para bien.” Esta filosofía se traduce en el poema “El precio”, de donde surge el nombre del compendio que se ofrece al público esta noche:
cuánto ganas por poema,
cuánto pagan por la belleza en las ciudades.
Callas, muerta de vergüenza,
no entendiendo un mundo
que pone precio al pan que te alimenta.
Bienvenido sea, y en buena hora, este pan con que nos ha de alimentar.
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