El Universal, 26 de noviembre de 2013
Enemiga de las frases hechas, de las panaceas, de las fórmulas adaptables a cualquier ocasión, reconozco sin embargo que hay citas que invitan a reflexionar, y que a veces compendian todo un mundo de ideas.
En algún lugar leí, no hace mucho tiempo, que la diferencia entre los que triunfan y los que fracasan está en que los primeros mantienen la mirada en sus objetivos, mientras que los otros la ponen en sus dudas y limitaciones. Me parece que esa afirmación entraña gran sabiduría: si tenemos claro lo que deseamos alcanzar, nuestros esfuerzos deben dirigirse a buscar los recursos y las estrategias que nos conduzcan al éxito a pesar de los pesares; a pesar de lo poco favorable del entorno; a pesar de quienes nos adversen directamente o, de quienes, simplemente, nos desalienten con su poca fe en la viabilidad de nuestros proyectos.
Resulta muy poco productivo llorar sobre la leche derramada. Sin embargo, resultaría también frívolo ignorar la realidad por la que atraviesa nuestro país en este momento en el que, más allá de ciertos hechos materiales que generan desazón, la incertidumbre se cierne sobre los venezolanos. Realmente parecen estar en duda cuáles son las reglas del juego, y cuál es el rol que le toca desempeñar a cada quien. Y en medio de este panorama, parece que todo vale.
Tradicionalmente las festividades decembrinas han estado signadas en nuestro país por la búsqueda del encuentro, tanto para quienes ven en ellas una connotación religiosa, como para quienes participan de las celebraciones al estilo laico. La bandera que al amanecer anunciaba a los propietarios de las casas zulianas la visita de los gaiteros que tendría lugar al final del día; las proverbiales Paraduras andinas; el Robo y búsqueda del Niño, y las parrandas, constituían ocasiones para dispensar una visita a diferentes hogares llevándoles alegría, al tiempo que los visitantes resultaban objeto de agasajo por parte de los dueños de casa.
- Tun-tún
- ¿Quién es?
- Gente de paz.
Uno de nuestros más emblemáticos aguinaldos describe, precisamente, esa situación: la confluencia entre los que están afuera y los que están adentro, cómplices en el acto de propiciar un encuentro jubiloso.
Cuán diferente parece esa hospitalidad, enseña del venezolano, de otros encuentros que han tenido lugar a últimas fechas, entre los de afuera y los de adentro… En una pretendida cruzada en contra de la especulación se ha asestado un golpe al comercio que terminará por redundar, necesariamente, en la escasez y en la pérdida de puestos de trabajo.
Este artículo bien pudiera haberse llamado “divide y vencerás”. Parece que se nos olvida que todos deseamos, o deberíamos desear, lo mismo: un país en el que se garantice el bienestar de todos. En ello deberíamos poner la mirada.
Resulta evidente la necesidad de poner freno a quienes se lucran en desmedro de sus compatriotas: se han concedido ciertos privilegios cambiarios a algunos sectores comerciales a fin de, precisamente, poder ofrecer a los ciudadanos ciertos artículos de importación a precios razonables. Abusar de esa condición privilegiada resulta inadmisible. Pero ello no ha sucedido en todos los casos, y lo que a primera vista pudiera parecer una medida positiva para la comunidad, a largo plazo puede revertir en el deterioro de sus condiciones de vida, mientras que, una vez más, se espolea el resentimiento y la animadversión entre unos y otros venezolanos.
La lección de la IV República es que no se puede construir sobre los precarios cimientos de la desigualdad y la injusticia social. Pero la opresión que se ejerció en su momento sobre los unos, ahora se ejerce de otra manera sobre los otros. Y resulta necesario desarrollar un modelo en el que no sea necesario oprimir a nadie, ni con fines legítimos, ni con propósitos demagógicos. La solución, entre otras cosas, pasa por no ser presa de la insidia. Quizá entonces, cuando tengamos un sistema capaz de subvenir a las necesidades de todos, se pueda volver a decir de nosotros como se dijo en otro tiempo: que somos gente de paz.
martes, 26 de noviembre de 2013
martes, 12 de noviembre de 2013
¿Arte o Vandalismo?
El Universal, 12 de noviembre de 2013
Hace apenas unos días ocasionó gran revuelo el rumor de que habían aparecido en Guacara, estado Carabobo, ciertos grafiti atribuidos a Banksy.
El artista ha venido desarrollando en América un conjunto de acciones, entre las que se cuenta la apertura de un tenderete en el que puso en venta sus obras a precios irrisorios, y una instalación móvil que denunciaba el maltrato al que son sometidos los animales que se trasladan al matadero.
Quienes tuvieron acceso al precario punto de venta de Banksy desperdiciaron la oportunidad de adquirir por unos cuantos dólares las obras escasas y prácticamente inaccesibles del artista británico de identidad incierta (se aventura que su nombre pudiera ser Robin Gunningham).
Ya en 2008 una obra estarcida en las inmediaciones del Centro Sambil de Caracas, que representaba a un
sujeto vomitando la producción periodística venezolana, había sido atribuida a Banksy, o al menos había servido para que se reconociera la influencia del artista en el país. También algunos grupos se habrían apropiado de sus imágenes utilizándolas para hacer propaganda política.
El asunto, que nuevamente pone en luz el punto de que la obra de arte tiene, a más de un valor intrínseco que depende de sus variables plásticas, un valor de mercado que le confiere el hecho de haber sido ejecutada por un autor más o menos cotizado, apunta también a uno de los rasgos más polémicos del grafiti: el intervenir en la propiedad privada. La obra, por valiosa que sea, no es elegida, sino impuesta. Yo, la verdad, me sentiría absolutamente afortunada y feliz si un artista con la calidad de Belin, el hiperrealista sevillano, dejara su impronta en mi fachada. Pero cada quien tiene derecho a identificarse o no con una particular estética.
El grafiti es polémico desde muchos puntos de vista. Hasta su grafía genera debate, y que quede claro: según ha aseverado Arturo Pérez Reverte en Twitter, en castellano se escribe “grafiti”, término que él introdujo personalmente en el diccionario de la RAE. Por cierto, que la última de sus novelas, “El francotirador paciente”, explora el mundo de los grafiteros.
Lo que ya resulta indiscutible es que el grafiti es arte. Ahora bien: también es cierto que no toda representación hecha en un muro es un grafiti. Habría que distinguir entre lo que los españoles denominan “una pintada” (cualquier mensaje pintado a la carrera en un muro) y lo que es un auténtico grafiti: una obra plástica que emplea como soporte una pared o el mobiliario urbano. Se diferencia además, del mural, por su ejecución clandestina, que redunda en el impacto que genera la repentina aparición de la imagen, aprovechando la sorpresa para aumentar el poder de penetración del mensaje, generalmente denunciativo. La inesperada intervención capta la atención pública, así como lo hacen el flashmob o las intempestivas acciones de grupos como Greenpeace o Femen a mayor o menor escala.
Las dificultades que la obra debe vencer son parte de las razones que le confieren un valor añadido a sus cualidades plásticas: debe ser ejecutada en un breve lapso de tiempo, a hurtadillas, y cuanto más inaccesible y sorprendente sea el lugar más mérito tiene, aunque casi siempre termina siendo efímera, debido a las precarias condiciones de conservación que devienen de estar a la intemperie.
Normalmente su autor se mantiene en el anonimato, identificándose apenas a través de un pseudónimo. Las imágenes, más allá de cumplir una función meramente plástica, procuran divulgar algún mensaje con carga denunciativa.
Los Banksy, en concreto, se distinguen por conciliar imágenes en principio contrastantes, propugnando la vigencia de los valores inmanentes, aun en medio de las realidades más hostiles. Destaca así por su belleza la pareja de niños abrazados sobre un montón de basura armamentística, o el joven que se propone perpetrar un atentado mediante el lanzamiento de un ramillete de flores destinado a impactar en un contexto conflictivo.
La agilidad que requiere su ejecución, su temple contestatario y la manifestación de rebeldía que supone infringir una regla, ha llevado a que este arte se asocie normalmente a los jóvenes, a los adolescentes, explosiva combinación de idealismo e inconformismo capaz de quebrantar todas las normas y transformar el status quo.
De hecho, cierta campaña de los laboratorios Pfizer ponía de relieve, a través de un anuncio, esta dualidad,
cuando un joven emplea un grafiti, recurso poco convencional y hasta ilegal, para alcanzar una meta loable: brindar consuelo a una niña enferma. Ello plantea un sinfín de consideraciones morales: ¿el fin justifica los
medios?
En un mundo cargado de violencia e injusticia, yo seguiré admirando esta suerte de terrorismo plástico; el esgrimir la belleza como arma; la humanización de la selva de concreto y el valor para arriesgar el pellejo en pro de los propios ideales.
Hace apenas unos días ocasionó gran revuelo el rumor de que habían aparecido en Guacara, estado Carabobo, ciertos grafiti atribuidos a Banksy.
El artista ha venido desarrollando en América un conjunto de acciones, entre las que se cuenta la apertura de un tenderete en el que puso en venta sus obras a precios irrisorios, y una instalación móvil que denunciaba el maltrato al que son sometidos los animales que se trasladan al matadero.
Quienes tuvieron acceso al precario punto de venta de Banksy desperdiciaron la oportunidad de adquirir por unos cuantos dólares las obras escasas y prácticamente inaccesibles del artista británico de identidad incierta (se aventura que su nombre pudiera ser Robin Gunningham).
Ya en 2008 una obra estarcida en las inmediaciones del Centro Sambil de Caracas, que representaba a un
sujeto vomitando la producción periodística venezolana, había sido atribuida a Banksy, o al menos había servido para que se reconociera la influencia del artista en el país. También algunos grupos se habrían apropiado de sus imágenes utilizándolas para hacer propaganda política.
El asunto, que nuevamente pone en luz el punto de que la obra de arte tiene, a más de un valor intrínseco que depende de sus variables plásticas, un valor de mercado que le confiere el hecho de haber sido ejecutada por un autor más o menos cotizado, apunta también a uno de los rasgos más polémicos del grafiti: el intervenir en la propiedad privada. La obra, por valiosa que sea, no es elegida, sino impuesta. Yo, la verdad, me sentiría absolutamente afortunada y feliz si un artista con la calidad de Belin, el hiperrealista sevillano, dejara su impronta en mi fachada. Pero cada quien tiene derecho a identificarse o no con una particular estética.
El grafiti es polémico desde muchos puntos de vista. Hasta su grafía genera debate, y que quede claro: según ha aseverado Arturo Pérez Reverte en Twitter, en castellano se escribe “grafiti”, término que él introdujo personalmente en el diccionario de la RAE. Por cierto, que la última de sus novelas, “El francotirador paciente”, explora el mundo de los grafiteros.
BELIN |
Las dificultades que la obra debe vencer son parte de las razones que le confieren un valor añadido a sus cualidades plásticas: debe ser ejecutada en un breve lapso de tiempo, a hurtadillas, y cuanto más inaccesible y sorprendente sea el lugar más mérito tiene, aunque casi siempre termina siendo efímera, debido a las precarias condiciones de conservación que devienen de estar a la intemperie.
Normalmente su autor se mantiene en el anonimato, identificándose apenas a través de un pseudónimo. Las imágenes, más allá de cumplir una función meramente plástica, procuran divulgar algún mensaje con carga denunciativa.
Los Banksy, en concreto, se distinguen por conciliar imágenes en principio contrastantes, propugnando la vigencia de los valores inmanentes, aun en medio de las realidades más hostiles. Destaca así por su belleza la pareja de niños abrazados sobre un montón de basura armamentística, o el joven que se propone perpetrar un atentado mediante el lanzamiento de un ramillete de flores destinado a impactar en un contexto conflictivo.
La agilidad que requiere su ejecución, su temple contestatario y la manifestación de rebeldía que supone infringir una regla, ha llevado a que este arte se asocie normalmente a los jóvenes, a los adolescentes, explosiva combinación de idealismo e inconformismo capaz de quebrantar todas las normas y transformar el status quo.
De hecho, cierta campaña de los laboratorios Pfizer ponía de relieve, a través de un anuncio, esta dualidad,
cuando un joven emplea un grafiti, recurso poco convencional y hasta ilegal, para alcanzar una meta loable: brindar consuelo a una niña enferma. Ello plantea un sinfín de consideraciones morales: ¿el fin justifica los
medios?
En un mundo cargado de violencia e injusticia, yo seguiré admirando esta suerte de terrorismo plástico; el esgrimir la belleza como arma; la humanización de la selva de concreto y el valor para arriesgar el pellejo en pro de los propios ideales.
domingo, 3 de noviembre de 2013
El pan con que nos alimenta María Luisa
El Universal, 29 de octubre de 2013
Con el título El pan que me alimenta se presentará esta noche en Madrid un compendio de las obras de María Luisa Mora Alameda, prolífica poetisa española que ha venido construyendo a lo largo de su trayectoria, que se extiende ya por casi un cuarto de siglo, un corpus literario signado por la delicadeza, la sensibilidad y, sin embargo, también por la proximidad al lector, en un estilo absolutamente característico y personal.
El libro que, merced a la Editorial Vitrubio, podremos disfrutar a partir de hoy, recoge nada menos que once de los poemarios que la autora ha publicado hasta ahora: Las hiedras difíciles; Este largo viaje hacia la lluvia; La tierra indiferente; La Mujer y la bruma; Busca y captura; Meditación de la derrota; La isla que no es; La respuesta está en el viento; Navegaciones; El don de la batalla y El mundo raro. Es posible acceder de este modo, en un solo volumen, al fruto de la inspiración de esta toledana que no ha dejado de cosechar éxitos desde que despuntó en el horizonte literario, hace ya más de veinte años.
Los poemas de María Luisa resuenan en el lector porque sus referentes provienen de la vida cotidiana. Sus reflexiones emanan de las acciones que ejecuta cada día, de episodios en los que cualquiera puede verse reflejado. María Luisa va al mercado, y en el acto anodino de la compra es capaz de encontrar nuevas e insospechadas connotaciones emocionales, de desentrañar nuevos significados hasta entonces no percibidos. Y es ése el punto en el que ennoblece la perspectiva del lector, cuando empieza a desvelar la riqueza que encierra la vida en cada uno de sus pequeños instantes.
Acaso sea éste el verdadero y más importante don de la autora: el disfrutar de una visión privilegiada de la realidad, de la que hace partícipes a los demás mortales. Después, viene el asunto del lenguaje con que se expresa esa visión: María Luisa huye de la rima fácil, pero también evita las complejas imbricaciones del idioma. Su habilidad fundamental radica en encontrar las palabras y las imágenes precisas para desencadenar en el lector una sensación análoga a la que ella percibe en su interior. Ora sugiere, ora asevera, pero siempre tiene claro el receptor la situación de la que se está tratando, descifrándola ya con el intelecto, ya con el corazón. Y así siente lo que María Luisa siente; vive lo que María Luisa vive. Y encuentra en los pájaros y en la lluvia y en la ausencia del amante visos hasta entonces no contemplados, quizá nunca experimentados, pero tan humanos, que es fácil empatizar con la emoción.
Esta podría ser una de las razones que explican por qué, desde que comenzó a publicar en 1986, haya ido cosechando un premio tras otro en la medida en que han ido viendo la luz sus libros: el Carmen Conde en 1990; el Adonais en 1995 y, más recientemente, el Ciega de Manzanares y el Rafael Morales en el 2012, engrosan la lista de los reconocimientos a los que se ha hecho acreedora.
La poesía, en su caso, constituye un posicionamiento ante la vida: “Soy poeta. Soy poeta para vivir. Y vivo para ser poeta”, expresaría en alguna oportunidad la escritora. De algún modo, advino al mundo dotada de una especial sensibilidad que se ha acrecentado a través de los años y que da origen a una expresión acrisolada en el ejercicio reiterado de escribir. En una entrevista realizada en 2012 por Manuel Carmona Rodríguez, la escritora aseveraba: “Todo lo que sea cultura nos sirve de alimento. Ya decía Jesucristo en los Evangelios que no sólo de pan vive el hombre. El teatro, la poesía, la música, todo lo que sea cultura es compatible y necesario y nos enriquece y nos transforma para bien.” Esta filosofía se traduce en el poema “El precio”, de donde surge el nombre del compendio que se ofrece al público esta noche:
A veces, te preguntan
cuánto ganas por poema,
cuánto pagan por la belleza en las ciudades.
Callas, muerta de vergüenza,
no entendiendo un mundo
que pone precio al pan que te alimenta.
Bienvenido sea, y en buena hora, este pan con que nos ha de alimentar.
Con el título El pan que me alimenta se presentará esta noche en Madrid un compendio de las obras de María Luisa Mora Alameda, prolífica poetisa española que ha venido construyendo a lo largo de su trayectoria, que se extiende ya por casi un cuarto de siglo, un corpus literario signado por la delicadeza, la sensibilidad y, sin embargo, también por la proximidad al lector, en un estilo absolutamente característico y personal.
El libro que, merced a la Editorial Vitrubio, podremos disfrutar a partir de hoy, recoge nada menos que once de los poemarios que la autora ha publicado hasta ahora: Las hiedras difíciles; Este largo viaje hacia la lluvia; La tierra indiferente; La Mujer y la bruma; Busca y captura; Meditación de la derrota; La isla que no es; La respuesta está en el viento; Navegaciones; El don de la batalla y El mundo raro. Es posible acceder de este modo, en un solo volumen, al fruto de la inspiración de esta toledana que no ha dejado de cosechar éxitos desde que despuntó en el horizonte literario, hace ya más de veinte años.
Los poemas de María Luisa resuenan en el lector porque sus referentes provienen de la vida cotidiana. Sus reflexiones emanan de las acciones que ejecuta cada día, de episodios en los que cualquiera puede verse reflejado. María Luisa va al mercado, y en el acto anodino de la compra es capaz de encontrar nuevas e insospechadas connotaciones emocionales, de desentrañar nuevos significados hasta entonces no percibidos. Y es ése el punto en el que ennoblece la perspectiva del lector, cuando empieza a desvelar la riqueza que encierra la vida en cada uno de sus pequeños instantes.
Esta podría ser una de las razones que explican por qué, desde que comenzó a publicar en 1986, haya ido cosechando un premio tras otro en la medida en que han ido viendo la luz sus libros: el Carmen Conde en 1990; el Adonais en 1995 y, más recientemente, el Ciega de Manzanares y el Rafael Morales en el 2012, engrosan la lista de los reconocimientos a los que se ha hecho acreedora.
La poesía, en su caso, constituye un posicionamiento ante la vida: “Soy poeta. Soy poeta para vivir. Y vivo para ser poeta”, expresaría en alguna oportunidad la escritora. De algún modo, advino al mundo dotada de una especial sensibilidad que se ha acrecentado a través de los años y que da origen a una expresión acrisolada en el ejercicio reiterado de escribir. En una entrevista realizada en 2012 por Manuel Carmona Rodríguez, la escritora aseveraba: “Todo lo que sea cultura nos sirve de alimento. Ya decía Jesucristo en los Evangelios que no sólo de pan vive el hombre. El teatro, la poesía, la música, todo lo que sea cultura es compatible y necesario y nos enriquece y nos transforma para bien.” Esta filosofía se traduce en el poema “El precio”, de donde surge el nombre del compendio que se ofrece al público esta noche:
cuánto ganas por poema,
cuánto pagan por la belleza en las ciudades.
Callas, muerta de vergüenza,
no entendiendo un mundo
que pone precio al pan que te alimenta.
Bienvenido sea, y en buena hora, este pan con que nos ha de alimentar.
Mérida y José Manuel Montero, agrotenor
El Universal, 8 de octubre de 2013
Tres son las Méridas del mundo: la de México, la de Venezuela y la de España. A esta última deben su nombre las dos primeras.
Sita en el norte de la provincia de Badajoz, la Mérida española acogerá en breve, del 22 al 26 de octubre, el II Foro Internacional de las Méridas del Mundo, promoviendo el intercambio comercial entre las más de 40 empresas procedentes de México, Portugal, Venezuela, Perú, Chile y Brasil que participarán en el evento.
Por una parte, se persigue contribuir a la creciente internacionalización de la economía de Extremadura; por otra facilitar el acceso de las empresas iberoamericanas al mercado europeo. Mas, si bien en esta ocasión el encuentro está signado por un cariz tecnológico y empresarial, hace ya tiempo que se viene gestionando entre las ciudades homónimas un proceso de intercambio a otros niveles, que cristalizaría, por ejemplo, en la Primera Feria Cultural de las Méridas del Mundo, celebrada en Abril de 2010.
Las tres Méridas han demostrado una decidida inclinación hacia el fomento de las artes y las ciencias. La de Yucatán fue designada Capital Americana de la Cultura en el año 2000; la de Venezuela gira en torno a Universidad de Los Andes, y la de España alberga una bullente actividad cultural, frecuentemente enmarcada en un conjunto arqueológico declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993, debido a su importante interés histórico y monumental.
Precisamente desde este conjunto arqueológico, hace apenas un par de semanas, se levantaba una voz que no suele dejar a nadie indiferente: José Manuel Montero, en el rol de Don José, conmovía a quienes acudieron a la presentación de la Carmen de Bizet en el Teatro romano de Mérida.
Montero, egresado del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, se formó al amparo de Pedro Lavirgen, prosiguiendo más tarde estudios con Daphne Evangelatos gracias a una beca conferida por la Opernschule de Munich. En 1996 se incorpora al elenco del teatro de Wuppertal, al que pertenecería hasta el año 2001, cuando pasa a formar parte de la Staatsoper de Hannover en calidad de primer tenor lírico.
Montero, que ha compartido escenario con Plácido Domingo, ha cantado en los más diversos y prestigiosos teatros de Europa: las presentaciones en Budapest, Toulon, Belgrado y Frankfurt se han alternado con la participación en festivales como el de Montepulciano y el de Ambronay, y con una gira de conciertos en China, interpretando obras de Mozart y del repertorio romántico.
Calificado en ocasiones como “el sucesor de Gayarre”, José Manuel hace gala en sus interpretaciones de un desenfado y una espontaneidad que logran que se establezca una conexión con el público enseguida, sin que por ello se vean menoscabadas ni su profesionalidad ni su técnica. Dotado de una bella voz destaca, sin embargo, por la vitalidad que se manifiesta en todas las facetas de su vida.
Ávido por navegar, por volar, por disfrutar, proyecta una imagen dehombre incansable, cercano, afable y dispuesto a apurar hasta la última gota de cada una de las experiencias que le depara el día a día. Si incursiona usted en su Facebook, podrá comprobar cómo, lejos de encontrarse con el perfil de un divo, se topa uno con sus imágenes del campo, subido en el tractor, o exhibiendo orgullosamente los productos que cultiva. Porque, en sus propias palabras, “ a mí, mis viñas y mis olivas me atraen más que el glamour de la profesión....”
Lector serio, padre de familia, hombre de su tiempo preocupado por el entorno, la justicia social, la ecología y las energías renovables, resulta una de las personas más polifacéticas que imaginar se pueda. Desdeña los melindres aduciendo que las vicisitudes inherentes a su condición de agrotenor le han curtido y le tienen acostumbrado a sortear todos peligros que se ciernen sobre su garganta privilegiada.
Dicen que ciertos personajes se desahogan en el campo cantando a pleno pulmón ¿Tendrá esto algo que ver con las capacidades de José Manuel Montero? Si así fuera, en buena hora. De momento tendrán oportunidad de disfrutar de su voz en la vecina Colombia cuando, en el marco de los eventos que conmemoran el Bicentenario de nacimiento de Giuseppe Verdi, se presente en el Teatro Metropolitano, junto a la Orquesta Filarmónica de Medellín, conducida por el Maestro Francisco Rettig, de Chile. Esperemos que muy pronto podamos escucharlo en esta Venezuela nuestra.
Tres son las Méridas del mundo: la de México, la de Venezuela y la de España. A esta última deben su nombre las dos primeras.
Sita en el norte de la provincia de Badajoz, la Mérida española acogerá en breve, del 22 al 26 de octubre, el II Foro Internacional de las Méridas del Mundo, promoviendo el intercambio comercial entre las más de 40 empresas procedentes de México, Portugal, Venezuela, Perú, Chile y Brasil que participarán en el evento.
Por una parte, se persigue contribuir a la creciente internacionalización de la economía de Extremadura; por otra facilitar el acceso de las empresas iberoamericanas al mercado europeo. Mas, si bien en esta ocasión el encuentro está signado por un cariz tecnológico y empresarial, hace ya tiempo que se viene gestionando entre las ciudades homónimas un proceso de intercambio a otros niveles, que cristalizaría, por ejemplo, en la Primera Feria Cultural de las Méridas del Mundo, celebrada en Abril de 2010.
Las tres Méridas han demostrado una decidida inclinación hacia el fomento de las artes y las ciencias. La de Yucatán fue designada Capital Americana de la Cultura en el año 2000; la de Venezuela gira en torno a Universidad de Los Andes, y la de España alberga una bullente actividad cultural, frecuentemente enmarcada en un conjunto arqueológico declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993, debido a su importante interés histórico y monumental.
Montero, egresado del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid, se formó al amparo de Pedro Lavirgen, prosiguiendo más tarde estudios con Daphne Evangelatos gracias a una beca conferida por la Opernschule de Munich. En 1996 se incorpora al elenco del teatro de Wuppertal, al que pertenecería hasta el año 2001, cuando pasa a formar parte de la Staatsoper de Hannover en calidad de primer tenor lírico.
Montero, que ha compartido escenario con Plácido Domingo, ha cantado en los más diversos y prestigiosos teatros de Europa: las presentaciones en Budapest, Toulon, Belgrado y Frankfurt se han alternado con la participación en festivales como el de Montepulciano y el de Ambronay, y con una gira de conciertos en China, interpretando obras de Mozart y del repertorio romántico.
Calificado en ocasiones como “el sucesor de Gayarre”, José Manuel hace gala en sus interpretaciones de un desenfado y una espontaneidad que logran que se establezca una conexión con el público enseguida, sin que por ello se vean menoscabadas ni su profesionalidad ni su técnica. Dotado de una bella voz destaca, sin embargo, por la vitalidad que se manifiesta en todas las facetas de su vida.
Ávido por navegar, por volar, por disfrutar, proyecta una imagen dehombre incansable, cercano, afable y dispuesto a apurar hasta la última gota de cada una de las experiencias que le depara el día a día. Si incursiona usted en su Facebook, podrá comprobar cómo, lejos de encontrarse con el perfil de un divo, se topa uno con sus imágenes del campo, subido en el tractor, o exhibiendo orgullosamente los productos que cultiva. Porque, en sus propias palabras, “ a mí, mis viñas y mis olivas me atraen más que el glamour de la profesión....”
Lector serio, padre de familia, hombre de su tiempo preocupado por el entorno, la justicia social, la ecología y las energías renovables, resulta una de las personas más polifacéticas que imaginar se pueda. Desdeña los melindres aduciendo que las vicisitudes inherentes a su condición de agrotenor le han curtido y le tienen acostumbrado a sortear todos peligros que se ciernen sobre su garganta privilegiada.
Dicen que ciertos personajes se desahogan en el campo cantando a pleno pulmón ¿Tendrá esto algo que ver con las capacidades de José Manuel Montero? Si así fuera, en buena hora. De momento tendrán oportunidad de disfrutar de su voz en la vecina Colombia cuando, en el marco de los eventos que conmemoran el Bicentenario de nacimiento de Giuseppe Verdi, se presente en el Teatro Metropolitano, junto a la Orquesta Filarmónica de Medellín, conducida por el Maestro Francisco Rettig, de Chile. Esperemos que muy pronto podamos escucharlo en esta Venezuela nuestra.
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