En: Paul Klose. En la vertiente de la geometría Ciudad Guayana, Sala de Arte Sidor, 1º de abril- 4 de mayo de 1992, pp. 22-23.
El estilo que distingue la producción reciente de Paul Klose es resultado de un proceso de simplificación que se in cia a mediados de la década de los cuarenta. Su pintura, progresivamente, se va desembarazando de los contenidos eidéticos para desembocar en una práctica orientada por la investigación de problemas puramente plásticos.
En un principio, comienza a abstraer en el sentido más propio del término: las imágenes, sustraídas a la realidad, se ven reducidas a sus propiedades más elementales, situándose en un estadio en que la lectura permite identificarlas a primera vista, pero sólo por lo que en ellas queda asociado al concepto. Más larde, las cualidades físicas del objeto pierden relevancia, y Klose da en pintar su percepción visceral de! entorno. Pretende comunicar su experiencia interna, empleando la obra como un estímulo dirigido a los aspectos sensitivos y emocionales del sujeto, no a los intelectuales, evitando cualquier alusión a la realidad fenomenológica.
A partir de esa idea genera una obra que se caracteriza por sus formas, de reminiscencia marcadamente orgánica, y que encuentra sus más representativos ejemplos en los óleos de los años sesenta.
En estos trabajos, al igual que en todos sus dibujos, pueden distinguirse dos modalidades, determinadas por la forma en que emplea la línea. En la primera, un trazo continuo se extiende a través del espacio compositivo, evolucionando y regresando una y otra vez sobre sí mismo, definiendo en su trayecto campos o parcelas en las que se aplicará e! color. En la segunda modalidad el trazo simplemente señala los límites de cada uno de los elementos que configuran la obra.
Esta línea oscura imprime dinamismo a la composición y, al extenderse a través de toda la obra, contribuye a crear la sensación de unidad, también lograda mediante la atmósfera apastelada que envuelve todo el conjunto, de aspecto atercipelado e iridiscente.
Si bien no puede hablarse de volúmenes, cada elemento revela una cierta consistencia, cierta densidad, y la textura aparece pastosa, aun cuando el pigmento esté aplicado en una capa fina y homogénea. Este efecto viene dado por las sutiles variaciones de color que se dan en el interior de cada uno de los campos, y por una estrechísima zona clara que colinda con los bordes oscuros de cada figura, haciendo que el trazo luzca como si estuviera esgrafiado.
Para Klose, la pintura ha de suprimir todo aquello que es superficial. Sólo entonces, cuando se han definido los elementos esenciales, han de acentuarse los más importantes, realzándolos a través del color y la ubicación. Las formas invaden el espacio, y rara vez se integran en una estructura que permanezca aislada contra un fondo monocromo.
Gradualmente, las líneas oscuras se tornan más sutiles, y las figuras orgánicas y geográficas ceden paulatinamente el paso a los componentes más regulares y geométricos de su producción de los ochenta. Durante esta última década prefiere trabajar grandes formatos, empleando el acrílico para conseguir acabados uniformes. Las composicines, más sobrias, son de una serena estabilidad, lograda en parte por el predominio de las líne.as rectas y en parte por el equilibrio creado por compensación. Línea y color contribuyen a crear la sensación de profundidad en la obra, haciendo que los campos aparezcan como si se superpusieran. Un mismo color, aplicado en diversos matices a distintas parcelas, hace que éstas luzcan como si estuvieran en planos diferentes.
Cada una de sus pinturas es realizada a partir de una maqueta, un dibujo o collage que da origen a múltiples y sucesivos ensayos destinados a prefigurar con exactitud un plan de formas y colores, y que elimina la necesidad de experimentar directamente sobre el soporte a riesgo de efectuar correcciones que incidirían en la obtención de las superficies lisas que el meticuloso artista persigue y que caracterizan esta etapa.
Sin embargo, sus dibujos conforman un capítulo autónomo, y aunque muchos de ellos se han transformado más tarde en pinturas, no deben ser interpretados como meros proyectos para otras obras; cada uno constituye en sí mis mo una obra acabada. En ellos, priva una configuración semejante a la de los óleos y los acrílicos. El creyón se aplica a veces en forma homogénea, a veces en forma de finísimas retículas, en pequeñas áreas delimitadas de nuevo por un trazo oscuro, esta vez realizado en tinta.
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También en los dibujos puede apreciarse una evolución de lo orgánico hacia lo geométrico, y podría decirse que la diferencia de éstos con respecto a la obra de género mayor radica en la técnica empleada y no en la forma de concebir la composición.
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