La noción marxista de plusvalía y el episodio bíblico según el cual se impuso como castigo al hombre “ganar el pan con el sudor de su frente” han contribuido no poco a la pésima -e injustificada- reputación que rodea al trabajo. El empleado se concibe como una víctima en lugar de mirarse como un ser humano que se realiza en el desarrollo de su potencial, y que disfruta de formar parte de un proceso que produce bienes y servicios útiles para otros.
La Revolución Industrial trajo aparejadas consigo las sombras de la explotación: trabajadores realizando la misma tarea repetitiva miles de veces, jornadas laborales interminables y condiciones verdaderamente inhumanas. Al capitalismo se reprochan, igualmente, los males del imperialismo y el colonialismo, así como el contemplar al empleado no como una persona, sino como mano de obra que puede ser representada por su equivalente económico. Estas circunstancias, que efectivamente perviven en algunos sectores hoy en día, y que podrían confluir en el concepto de alienación, han nutrido la imagen de un trabajador a punto de ser engullido por el sistema económico, que previamente lo somete a una serie de presiones que le comprometen, para comérselo mejor, como hubiera dicho el lobo de Caperucita.
Lo cierto es que, por el contrario, las investigaciones contemporáneas, especialmente las realizadas en el área de la Psicología Positiva, apuntan al hecho de que uno de los factores que proporcionan felicidad más frecuentemente es el trabajo.
El interés por el bienestar del trabajador, a fin de facilitar el desempeño de sus tareas y aumentar su productividad, no es un fenómeno reciente. Los estudios de tiempos y movimientos, por ejemplo, que se iniciaron en el siglo XIX, analizaban la duración de cada una de las operaciones que componían un proceso, así como los movimientos que realizaba el empleado para llevar a cabo cada operación. Con ello, era posible optimizar las condiciones ambientales para reducir la fatiga y evitar esfuerzos innecesarios. Pero el concepto de bienestar, en este contexto, aludía alentorno en que el trabajador realizaba su tarea, no al hecho mismo de realizar una actividad como fuente de satisfacción personal.
Fue un venezolano quien condujo en Sevilla, recientemente, el III Workshop Internacional de la Asociación Española de Coaching Ejecutivo-Organizativo: el psicólogo César Yacsirk, reputado especialista en el tema, invitado especialmente para la ocasión. César explica que, según Sonja Lyubomirsky, las personas con mayor bienestar se caracterizan por tener rasgos que favorecen su desempeño en el lugar de trabajo: son más flexibles e ingeniosas, tienen mayor disposición a cooperar, son más sociables, están dotadas de más energía, son mejores líderes y negociadores y son, definitivamente, más eficientes en la toma de decisiones.
Esta sensación de bienestar va asociada, a su vez, a la idea de “Flow”, un concepto desarrollado por Csikszentmihalyi: cuando una persona se siente parte de una actividad, se concentra con facilidad y domina la situación. Entonces, el tiempo “vuela”. Parte de los factores que desencadenan el flow están relacionados con el hecho de que la actividad que se realiza esté asociada con habilidades o fortalezas personales.
Otro aspecto que influye en la motivación del trabajador son las gratificaciones. Según plantea Yacsirk, en un artículo publicado en Business Venezuela, la revista de VENAMCHAM, resulta fundamental conocer al trabajador para poder establecer un plan de incentivos que resulte efectivamente estimulante.
La creencia de que el trabajo es algo negativo está definitivamente superada, así como la visión del empresario como un depredador, y se evoluciona hacia una relación en que tanto el trabajador como el empresario se benefician de un favorable clima laboral que resulte gratificante y ofrezca las oportunidades necesarias para crecer en función de los propios talentos e intereses.
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