El Universal, 20 de julio de 2015
La vida de Lena Yau gira permanentemente en torno a la literatura. Periodista de formación, colabora regularmente con medios venezolanos y extranjeros, y funge como asesor de diferentes proyectos editoriales. Su trabajo, además, gravita en torno a la comida, de modo tal que, tan pronto hace referencia a una receta de cocina, como se adentra en las connotaciones metafísicas que reviste el hecho de que el cacao crezca a la sombra de otros árboles. Su prosa fluctúa entre la sensualidad que entrañan los aromas, las texturas y los sabores asociados al aparentemente prosaico acto de la ingesta, y la anécdota contemplada -no podía ser de otro modo- desde la perspectiva de una mesa en la que Saramago y Sabato son, apenas, “dos eses en las esquinas del mantel”.
Conocida es su participación en “El sabor de la eñe”, el proyecto del Instituto Cervantes que indaga simultáneamente en las cocinas físicas, materiales, y en las cocinas referenciadas, aquellas que plenan las páginas escritas en esta lengua compartida nuestra, a una y otra orilla del Atlántico.
Pero esta vez Lena se presenta bajo otra luz, y su mirada, en lugar de volverse hacia el trabajo de otros, ya para sustentarlo, ya para desgajarlo de modo que pueda paladearse más intensamente, se vuelve hacia sí misma en una suerte de ejercicio introspectivo, que le conduce a hilar sensaciones, recuerdos y emociones, todo ello en clave gastronómica.
Tal es el origen de Hormigas en la lengua, la novela, publicada en Nueva York por Sudaquia Editores, que ha venido a presentar a su Caracas natal, después de estar ausente por casi diez años.
No se trata de un plato homogéneo y de textura veluté: es más bien el resultado de mezclar disímiles ingredientes, cada uno de los cuales aporta su particular gusto a la sazón de la obra, “un collage literario compuesto por cartas, poemas, narraciones quebradas y anécdotas familiares”, tal como lo define la casa editorial. En ese collage, los personajes, tanto los que se quedan en Venezuela como los que se van, “se aferran a los sabores y a la memoria de los sabores para no perder el habla y para no perder la tierra”, pues sabores y palabras transitan por la lengua como si de hormigas se tratase, preservando la identidad y salvaguardando la esencia.
Pero, por añadidura, en el acto que tuvo lugar el pasado jueves en la librería Lugar Común, Lena dio a conocer Trae tu espalda para hacer mi mesa, un conjunto de cincuenta poemas publicados por la Editorial Gravitaciones. Las noventa páginas que conforman el poemario están organizadas en lo que la escritora ha dado en llamar cuadernos, núcleos en torno a los cuales se desarrolla uno o más poemas, bien en razón de su temática, bien en razón de su origen. Así, por ejemplo, hay un cuaderno llamado “Los cuentos de jelly beans”, en el que cada uno de los sabores de estos dulces sirve de inspiración para una historia que se transforma en poesía.
Arcimboldo en el espejo y Relecturas son otros de los ejes alrededor de los cuales se articulan los versos de Lena Yau, algunos de los cuales dedica al desaparecido Adriano González León: Entre langostas y vodka.
Lena subraya el hecho de que la mayor parte de nuestra vida transcurre entrelazada al acto del yantar, regida por nuestros apetitos. Por ello, en las primeras páginas de su libro puede leerse: “Antes del verbo/ y de la carne/ fue el hambre”. Y en las últimas: “Amar es comer. Comer lo que come el otro. Comer al otro. El amor está en el plato. Y también la guerra, cuando llega. Amor y odio comparten escenario. Boca, lengua, palabra, plato, mesa, cama”. Porque, en suma, lo vital, aquello esencialmente humano, pasa por recorrer tan sensual itinerario.
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