martes, 22 de julio de 2014

I + D: ¿palo abajo?

El Universal, 22 de julio de 2014


Uno de mis más inteligentes interlocutores me remitió un artículo, publicado en este mismo diario en días pasados, a propósito de los recursos destinados a la investigación en Venezuela: “es el único país sudamericano con un decrecimiento neto (29%) de su producción científica entre los años 2009 y 2013”. La aseveración la formula Rafael Rangel Aldao, a partir de un informe aparecido en Nature el 12 de junio de 2014.

Quien me envió el artículo no necesitó añadir nada más al respecto: ese dato, por sí solo, era suficientemente elocuente y bastaba para despertar preocupación.

La UNESCO considera que los indicadores de ciencia, tecnología e investigación (CTI) resultan fundamentales para verificar en qué sentido evoluciona cada país a lo largo del tiempo y realizar comparaciones transnacionales. La fórmula I+D+ i (investigación + desarrollo + innovación), que remite a programas tanto oficiales como de particulares destinados a impulsar el progreso científico-técnico, ha sido vista como promesa de avance y como estrategia para generar mejoras en el medio ambiente, la calidad de vida y la salud.


La investigación pura produce conocimiento; el desarrollo tecnológico utiliza el conocimiento para producir materiales, dispositivos, procedimientos o servicios nuevos. Así, hay quien ha comprendido que, si bien la investigación supone invertir dinero para obtener conocimiento, también es posible invertir conocimiento para obtener dinero (Jaddad y Lorca, 2007).

Así como la pasión impulsa al científico a estudiar un fenómeno con el propósito de comprenderlo y explicarlo, también es verdad que en términos ideales cada hallazgo debería contribuir a proporcionar una mejor calidad de vida a las personas. La sabiduría popular asevera que la necesidad es la madre del ingenio. Nunca como en tiempos de escasez resulta tan importante generar alternativas que den respuesta a las necesidades del entorno, máxime cuando la importación luce como una opción improbable en razón de las dificultades cambiarias.

La innovación, por el contrario, es exportable, y redunda en un incremento de la competitividad.


Otro asunto relacionado con la inversión en I +D es el de la fuga de cerebros: en la medida en se limita la investigación local, se perpetúa la dependencia tecnológica y se frena la creación de nuevas generaciones de investigadores. Así, los nóveles estudiosos se trasladan al exterior en busca de formación y crecimiento profesional, sin traer de vuelta al país esos conocimientos al no contar con los recursos necesarios para poner en marcha los proyectos que sería posible acometer.

Finalmente, cabe siempre revisar los criterios con que se están asignando recursos a la investigación, pocos o muchos, para prevenir que aun involuntariamente se presente el caso que señalaba cierto galeno español, quien se arrogaba el haber descifrado el significado de la fórmula I + D: “Influencia + dedo”…


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