martes, 18 de marzo de 2014

Los niños frente al conflicto

El Universal, 18 de marzo de 2014

Convendría preguntarse cómo afectan los acontecimientos que están teniendo lugar en nuestro país a los niños, quienes, ante conflictos armados y otras situaciones de violencia en general, resultan especialmente vulnerables. Graça Machel, viuda del fallecido Nelson Mandela y presidenta de la Comisión de Estudios de las Naciones Unidas sobre el Impacto de los Conflictos Armados en la Infancia, señalaría: “La guerra socava los fundamentos mismos de la vida de los niños, destruyendo su hogar, dividiendo sus comunidades y mermando su confianza en los adultos”.

Una primera dimensión en que la vida del niño se ve afectada es la interrupción de sus rutinas habituales. La rutina, sobre todo en los más pequeños, proporciona cierta sensación de seguridad: el niño sabe lo que va a pasar. El hecho de que las cosas dejen de funcionar como lo hacían habitualmente - el dejar de ir al colegio, por ejemplo- puede desencadenar cierta incertidumbre que se traducirá, según la mayor o menor predisposición del niño a tener miedo, en ansiedad.

Otro factor que ocasiona que los niños se vean más afectados que los adultos por un entorno conflictivo es su dificultad para discernir entre los peligros reales y los temores que albergan. Su principal preocupación suele ser la posibilidad de tener que separarse de sus padres. Además, mientras que los adolescentes pudieran manifestar interés por los aspectos políticos de la situación y hasta sentir la necesidad de posicionarse o actuar, los niños de menor edad pueden sentirse confundidos. En algunos casos la repetición de una noticia puede ser interpretada por el pequeño como si el mismo evento hubiera tenido lugar muchas veces. Así, los niños en edad pre-escolar pueden verse más perturbados por lo que ven y oyen, por lo que es preciso ser cautelosos con los comentarios que se hacen a su alrededor.

La doctora Robin F. Goodman, especialista en estrés traumático en niños y adolescentes, facilita algunas indicaciones acerca de cómo pueden actuar los adultos.

Con respecto a cuánta información debe darse, dependerá de la edad y el nivel de comprensión del niño.

Goodman señala que aún quienes tienen entre 4 y 5 años saben lo que es la guerra, pero no todos pueden expresar lo que les preocupa. Con frecuencia, es necesario que sean los padres quienes inicien el diálogo. Preguntar lo que han oído o lo que piensan es una buena manera de abordar el tema para determinar lo que es más relevante, más confuso o más inquietante para el niño. Es importante que los padres escuchen sin interrumpir o sin expresar sus propias opiniones, ya que si el niño llegara a sentir que su opinión es “inadecuada” podría cerrarse al diálogo o sentirse “malo” o estúpido.

Goodman recomienda prestar atención a reacciones no verbales, tales como la expresión facial, la postura, o el tono de voz de un niño, como indicios importantes de sus emociones y de su necesidad de hablar aun cuando no lo comunique verbalmente. Si no desea hablar del asunto, debe respetarse su silencio. Sin embargo, ver o leer juntos las noticias es la mejor manera de medir sus reacciones. Ello permite, por una parte, ayudarle a tratar apropiadamente la información recibida y, por otra, verificar cómo ha digerido la información y qué sentimientos le produce.Un comportamiento propio de un niño de menor edad, una conducta inusitadamente activa o inhibida, pesadillas, o una reiterada mención al  conflicto, pudieran ser indicadores de que el pequeño necesita apoyo especializado. Del mismo modo, una exagerada indiferencia hacia el tema podría indicar un creciente grado de desensibilización ocasionado por el contacto continuo con diferentes formas de violencia a través de los medios de comunicación o los videojuegos, lo que le dificulta medir el costo humano real de lo que está sucediendo.

Despejar sus dudas, mantener ciertos horarios en el hogar aun cuando no asistan a clases y prever actividades para que las desarrollen a lo largo del día puede contribuir a aminorar ansiedad en los niños. Pero más importante aún resulta la actitud que se asuma a su alrededor ; es necesario plantearse la influencia que el comportamiento del adulto puede tener sobre su vida, su forma de percibir los acontecimientos y su manera de actuar en el futuro.

El conflicto puede se ocasión para instigar el odio, pero también puede ser una excelente oportunidad para sembrar tolerancia, enfatizando que escuchar y comprender las opiniones de otros es un paso necesario hacia la resolución de conflictos sin violencia.

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