El Universal, 19 de febrero 2013
Descubrí la obra de Rafael Catalán Ynsa por azar. Una serie de acuarelas describía, desde una página web y con asombrosa fidelidad, los escenarios en que me desenvuelvo cotidianamente. No sólo era posible reconocer los lugares, sino también experimentar las mismas sensaciones que depara recorrerlos en la vida real. El artista lograba recrear la atmósfera que entrañaba cada rincón transcribiéndola al soporte, con lo que daba pruebas de una sensibilidad y agudeza únicas.
El hallazgo me llevó a investigar para descubrir un hombre polivalente, con un extraordinario talento y que, para mi sorpresa, encuentra en la arcilla el medio privilegiado para expresarse, prescindiendo del colorido delicado y de la volumetría transparente que despliega en las acuarelas que tanto me impresionaron.Porque Catalán es, ante todo, un ceramista, y su lenguaje plástico muta cuando se vuelca con estos materiales, impactando a través de las formas simples, el esgrafiado, las posibilidades expresivas de las texturas y la ocasional inclusión de un elemento colorido en sus monocromas playas de arcilla.
Si bien a lo largo de los años su producción ha incluido piezas de diferente volumen, en los últimos tiempos ha trabajado predominantemente en relieves de mediano formato, concebidos para ser colgados en la pared, interrumpiendo la monótona continuidad de su superficie. Estas Ventanas –que así ha querido llamarlas— se abren sobre dos realidades diferentes: una, la personal expresión de Rafael Catalán, y otra, el mundo circundante, o la impronta que el entorno deja en la sensibilidad del creador. Las ventanas son el marco en el que se produce un intercambio entre el espectador y el artista, lo que bellamente explicaría en un texto: “como un pájaro recorro tu interior y tú vuelas por mi mundo.”
La obre de Catalán se identifica con cierta ideología que exige un posicionamiento crítico del artista con respecto al contexto en el que emerge la obra. Esta identificación lo vincula de manera inequívoca con el Colectivo Cillero.
El Colectivo, surgido en 1997, toma su nombre del artista valenciano Andrés Cillero, creador del Grotesch-Art , “Gótico Lavable”. Profesor de las facultades de Bellas Artes de Valencia y de la Universidad Complutense de Madrid, fue Premio Nacional de Pintura en España y nombrado académico correspondiente por la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia poco antes de su fallecimiento.
El Colectivo está integrado en la actualidad por artistas de España, Francia, Portugal, Alemania, Croacia, Holanda, Italia y Japón, que trabajan en estrecha colaboración y que reflejan en su discurso plástico un proceso reflexivo acerca del curso que siguen los acontecimientos. Su proyecto expositivo bianual "Horizontes de silencio: ¿sueño o tragedia del hombre?", presentado en el Museu da Água de Lisboa a finales de 2012, se plantea hacia dónde va el hombre, haciendo suya una aseveración de Eduardo Galeano, según consta en el catálogo de la muestra: “Al fin y al cabo, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”.
Catalán, que ha recibido diversos premios en pintura, cerámica y cartelería, nació en Barcelona en 1958, y comenzó su formación como ceramista en la Universidad Laboral de Cheste, Valencia. Prosiguió más tarde preparándose en Madrid, hasta ingresar en la Escuela de Arte Francisco Alcántara, que otrora fuera la Escuela Oficial de Cerámica.
El artista ha querido preservar la autenticidad de su obra evitando depender de ella económicamente, a fin de garantizar que la calidad plástica nunca se vea supeditada a otros aspectos más comerciales. Así pues, reparte su tiempo entre su trabajo y el taller que comparte diariamente desde el año 2004 con un grupo de artistas, en una cotidiana labor de reflexión que responde al planteamiento del Colectivo Cillero: “buscar unhorizonte, pintarlo, esculpirlo, moldearlo, escribirlo, fotografiarlo y, en definitiva, soñarlo, puede ser nuestra aportación a la consecución de un mundo más justo”.